[En Proceso] Mundo corrompido
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Re: [En Proceso] Mundo corrompido
Es tan emocionante el capitulo. Muy bien al contrario de Val yo si le pegare a Danzou.
Si Kankuro afecta a la relacion de estos dos, mas de lo que ya esta, si le pegare. (Como que mucha violencia xD)
Que decir, ame el capitulo. Se que ese plan sacara frutos, y a pesar que no conosca a esta chica mas alla de las imagenes que he visto por el FC que hay o habia, no estoy enterada, se que sera tan divertido leer las cosas que ella causara, ya sea en Sai o en incluso en Gaara.
Uff, me alegra saber que no lo dejaras.
Saludos.
Ale WalkerObseso - 26 487
27
30/04/2011
Yullen
D18, HiroMido, AleIta, NezuShion
D-gray Man
Togainu no Chi, [K], MAGI
12.670 円
Regalo
Re: [En Proceso] Mundo corrompido
- Spoiler:
- Caffeine: Chiquitina, gracias por leerme <3 Te agradezco el comentario a mi capitulín anterior. Tal vez ni te acuerdes qué pasaba con esta historia xD ajajaja. Gosh, que soy descarada. Pasa casi un año desde que no actualizo. Este capítulo lo tenía en otra página hace tiempo, pero filo. Ya está aquí, si quieres léelo, no me enojo (?) Si no quieres leerlo, te entenderé xd En fin, gracias por tu compañía en los capítulos anteriores.
Ale Walker: Gracias por tu comentario. No sé si leas mi respuesta, ya que al parecer te juiste del foro para siempre :'( Gracias por todo, Ale. Si sé que ha pasado tiempo... pero soy vaga y mi mente está algo bloqueada. Saludos <3
ADVERTENCIA: Un capítulo extremadamente largo (?) - en comparación a lo que he hecho anteriormente - En este capítulo verás un anti-Matsuri total. La mataré y la despellejaré (?). Porque si no lo hago así, no seré popular. (En todo FF yaoi Matsuri muere o es tratada como basura) Así que mejor ir a la segura. Lean y comenten. Pasan muchas cosas crazyssss. Una redacción mahoma, porque no tengo beta, pero al menos se entiende para los que hayan leído los 15 capítulos anteriores LOL. ok, sé que nadie me leerá ni leerá lo anteriores capítulos e_e porque ya nadie debe seguir este FF en este foro al menos y no creo que encuentre gente. - llora - Pfff, solo lo dejo por si las moscas. Mi esperanza es lo último que pierdo.
Capítulo 16: Matsuri
- Spoiler:
- Sai estuvo toda la tarde acostado en su cama pensando en lo inoportuno que había sido la llegada de esa joven a la vida de Gaara. Tenía una almohada entre sus brazos y la abrazaba fuertemente pensando en que era el pelirrojo. El ceño fruncido se le marcaba en el rostro cada vez que pensaba en el menor sonriéndole amistosamente a la chica. El azabache le llegaba a hervir la sangre tan solo imaginarse que aquella mujer sería un gran obstáculo para enamorar a Gaara.
—No es justo. — dijo en voz alta y cerrando los ojos. —Tú tienes que estar conmigo, no con ella. — añadió mirando su suave almohada y hundiéndola en su mejilla.
Sus conversaciones consigo mismo terminaron cuando escuchó que alguien tocaba la puerta. Se quedó quieto y sin hacer ruido porque no quería hablar con nadie.
—Sai, abre la puerta. — se escuchó la voz del pelirrojo.
Sai había llegado a saltar de la cama y pocos segundos había llegado hasta la entrada de su habitación. Abrió la puerta con inseguridad y dejó pasar a su amigo. No quería hablar con nadie, pero Gaara era el único que podía ser la excepción.
—Por qué estás enojado. — preguntó preocupado por el repentino cambio de ánimo que había tenido en el patio.
Sai evitó hacer contacto visual y se dio media vuelta frunciendo el ceño.
—¿Por qué te encariñaste tan rápido con ella? ¿Acaso te gusta esa chica?
—No puedo creer que estés enojado por eso. No te pongas celoso. — murmuró con una voz disgustada. —Intento ser amable con otras personas. Ser así no es algo a lo que esté acostumbrado y no ha sido fácil. ¿Qué acaso no se nota?, parece como si sobreactuara cuando hago mi intento por ser mejor persona. Ya sabes que tengo mala fama y debo comenzar con algo para arreglar eso. Planear agradarle a alguien por mi propio interés no es algo de lo que esté orgulloso. No sé si logras entenderme, pero en otras palabras, no me nace ser amigable. Mi naturaleza es fría y así ha sido durante todo este tiempo. Por más que tenga buenas intenciones en mi corazón, no me agrada andar sonriéndole a todo el mundo o ser amable con la primera persona que se cruce en mi camino.
Sai se volteó a mirarlo. Notó un tono desanimado en su amigo y le tocó el hombro. Gaara tenía una mirada triste. Recién admitía que todo eso había sido un intento para cambiar su imagen.
—No quería que te sintieras mal. Solo quiero que me tomes más en cuenta cuando estés con otras personas.
—Eso haré, pero no vuelvas a enojarte por esas cosas. Siempre serás mi amigo. — le respondió el pelirrojo mirándolo serenamente. –Bien, me tengo que ir. Olvidé que tenía que acompañar a Matsuri a la oficina de la inspectora. No te vuelvas a enojar si me ves con ella. Matsuri debe sentirse incómoda en este lugar. Se parece a mí en ese aspecto.
— ¿Por lo inadaptado? — preguntó Sai.
—No sé si esa es la palabra, pero sé que me llevaré bien con ella. No me saca de quicio y aunque se pone nerviosa fácilmente es bastante obediente. — dijo Gaara con la mirada perdida y sonriendo. En el fondo, la torpeza de esa chica le causaba gracia.
Sai comenzó a sentir su cuerpo acalorado. Se despidió de su amigo y cerró la puerta con más fuerza de lo normal. No sabía si sentirse tranquilo por las palabras de Gaara o sentirse preocupado por lo último que había dicho, ya que le parecía sospechoso que sonriera recordando a esa muchacha.
—Solo espero que no te vayas a creer tu propia mentira. Cuando eso ocurra estaré perdido. — dijo mirando la puerta. Suspiró y se fue de nuevo a echarse a su cama. No lograba calmar sus pensamientos, por lo que fue a distraerse al taller. Pensó que si mantenía su mente ocupada, se olvidaría de los hechos recientes, pero por desgracia, continuaba pensando en esa sonrisa que Gaara le había dado a esa chica.
—Cuando el fingir se vuelve costumbre pasa a ser parte de la persona, algo natural. No quiero que Gaara se vuelva amable con todo el mundo. No quiero eso, porque si eso pasa no seré el único que podrá acercarse a él fácilmente. Habrá más personas y no quiero eso. No quiero eso. — pensaba Sai comenzando a desesperarse. Sabía que era egoísta de su parte pensar en tener a Gaara solo para él, pero al mismo tiempo le inquietaba tener que compartirlo. Tarde o temprano tendría que aceptar que Gaara era libre de decidir con quién estar. Esa libertad que tanto ansió en su vida poco después de voltear a mirar la ventana que daba al pasillo del edificio de enfrente y se encontró con ese chico que poseía una belleza fascinante. No podía convertirse en un obstáculo para la libertad de su querido amigo. No se lo podría permitir. Sufría al pensar que en algún momento tendría que dejar sus berrinches de lado para que Gaara tenga nuevos amigos y conociera gente nueva sin problemas. Le aterraba que alguna de esas personas quedara encantado con Gaara, tal como él lo estaba, y que esa persona fuese correspondida y no él. Puso sus manos sobre la cabeza y comenzó a respirar profundamente. Ese hecho no era lo único que le preocupaba. Su situación con Kankuro debía arreglarla antes de que todo el mundo se enterara de su secreto. Poco a poco su ritmo cardiaco se vio afectado. Su corazón latía cada vez más rápido y su sonora respiración llegaba a ser escalofriante.
—Sai. — se escuchó una voz rasposa y pesada. Era Danzou que había entrado al enorme taller donde se encontraba el azabache. —Cálmate, pareces estresado. Una pintura es solo una pintura. Tus últimos trabajos han sido espontáneos y justamente cuando tenemos uno de los pedidos más importantes en los últimos dos años, te bloqueas. No deberías dejar que tus problemas afecten en tu rendimiento. Deberías tomar todo como una posible inspiración.
El joven de ojos negros soltó el pincel que tenía en sus manos. La ausencia de colores en su paleta hace más de dos días era poco frecuente. Esto sumado al enorme lienzo en blanco de dos metros por siete que estaba frente a él daba origen a uno de los momentos más críticos para un artista; la falta de motivación.
—Sai, debes comenzar a pintar antes del jueves. Acuérdate que el viernes viajarás a la ciudad de las luces. Muchos compradores querrán verte y estarán muy atentos a tus conferencias. Si logras persuadirlos, podrían llegar a duplicar la cantidad de dinero que invierten en tus pinturas. — El viejo le dio unas cuantas palmadas en el hombro y le sonrió. El joven también sonrió, o al menos eso intentó hacer. —Espero que logres avanzar algo durante esta tarde. — fue lo último que dijo con una voz seria antes de desaparecer de esa habitación.
El azabache sintió debilidad en sus piernas y en una abrir y cerrar de ojos cayó de rodillas frente al lienzo. Lo miró horrorizado. Ahora que debía irse por un fin de semana a otra ciudad, sabría que no podría resolver esos problemas emocionales que tanto le afectaban. Escondió su rostro entre sus manos y comenzó a maldecir ese momento. Justo una lluvia comenzaba a caer con fuerza. Golpeando el techo y silenciado las maldiciones de ese chico.
Gaara se encontraba en el casino del Instituto cenando con Matsuri. Ninguno de los dos podía llevar una conversación muy fluida, él porque no estaba acostumbrado a esas cosas, y ella porque se encontraba avergonzada. El pelirrojo comenzaba a comer su postre cuando sintió una extraña sensación en su pecho. Era incómodo, pero no se trataba de ningún dolor que pusiera en riesgo su salud. Tuvo la intuición de que Sai estaba pasando por algo terrible y no dudó en hacer caso a su mente. Matsuri por fin se había atrevido a comenzar un tema de conversación. Estaba comenzando a contarle sobre el repentino cambio de clima cuando fue interrumpida por el ruido de la silla de Gaara deslizándose por el suelo. El joven se disculpó y salió corriendo de ese lugar. Sabía dónde buscar a su amigo y en menos de diez minutos había encontrado el taller. Cuando abrió la puerta se encontró con un escenario perturbador. El suelo, las paredes y el lienzo estaban cubiertos de un rojo tan vibrante como la sangre misma. El pelirrojo dirigió su vista al centro de la habitación, donde vio que Sai estaba recostado, sin camisa, descalzo y con unos pantalones café rasgados. Parecía inconsciente, pero tenía los ojos abiertos y su respiración era lenta y constante.
Gaara se acercó lentamente hacia él. Su amigo estaba cubierto de manchas rojas. Se agachó para quedar más a su altura y notó que solo era pintura. Miró los ojos del mayor y supo en seguida que este se encontraba en un estado poco sano.
— ¿Sai, te encuentras bien? — preguntó Gaara aun sabiendo que eso no era normal. —Respóndeme, Sai. — insistió a los pocos segundos ya que no escuchaba respuesta. Tanto fue su susto que lo abofeteó con fuerza en una de sus mejillas y tomo su cabeza con ambas manos para hacer que reaccionara. —¡Sai! Háblame — le gritó con fuerza haciendo que el azabache volviera a la realidad e hicieran contacto visual. Su piel se erizó al sentir esa voz tan potente interrumpir su bloqueo mental.
—Gaara, no me grites. — se quejó el azabache comenzando a acumular lágrimas en sus ojos. Tanto como la mirada y la voz le causaban temor.
—No me contestabas, pensé que te volverías loco. — dijo el menor seriamente mientras ayudaba a su amigo a sentarse en el suelo.
—No me siento bien. —Sai se encontraba débil. No era el invierno, tampoco era su salud, su estado de ánimo lo había debilitado.
Gaara miró con preocupación a su amigo y lo ayudó a levantarse.
—Estás todo sucio con esa pintura. Parece como si fuera sangre. — murmuró el pelirrojo bajando la mirada. —Vamos a tu habitación, debes cambiarte de ropa y descansar. — el menor sabía que si él no se encargaba de cuidar a su amigo en el instituto nadie lo haría. Ambos comenzaron a caminar lentamente en dirección a la salida.
—No puedo, debo avanzar la pintura. Debo terminarla pronto. — dijo Sai deteniéndose a unos pasos de la puerta.
—Estás mal, no puedes seguir avanzando. Creo que tuviste un bloqueo y colapsaste, no puedes pintar en estas condiciones. Descansa y avanza mañana.
—¡No puedo! — dijo en voz alta Sai empujando a Gaara que intentaba llevarlo a la fuerza lejos de ese lugar. —¡No puedo descansar! — le gritó antes de voltearse y comenzar a buscar sus pinceles en el suelo.
—Deja de ser tan terco y anda a tu habitación. — dijo Gaara tomándolo de la espalda y sujetando con firmeza sus brazos.
Ambos comenzaron a forcejear, Sai logró quitarse de encima al pelirrojo y este, enojado por la actitud testaruda de su amigo, lo fue a encarar nuevamente, pero de una forma más agresiva que la anterior. Su discusión pronto pasó a ser una especie de lucha. La testosterona había alcanzado el límite en ambos jóvenes y cada uno peleaba para salir ganando. El azabache había agarrado con fuerza la ropa del menor, y este, lo tumbaba en el suelo sin mucho esfuerzo, dejando al joven de ojos negros debajo de él.
—Me vas a escuchar. — dijo Gaara mirándolo enfurecido.
—Quítate, déjame hacer mi trabajo. — se quejaba Sai intentado liberarse. El forcejeo comenzaba a salirse de control, ambos comenzaron a gritar con ira y a maldecir al otro con fuertes groserías. No tuvo que pasar mucho tiempo para que comenzaran una pelea sobre el suelo, rodando y golpeándose contra los frascos de pintura.
Había llegado un momento en que la lluvia se detuvo y ambos se encontraban mirándose fijamente con la respiración chocando con el rostro del otro. Un haz de luz atravesó el vidrio e iluminó el rostro del mayor. Sus oscuros ojos nunca se habían visto tan brillantes y parecían transmitir tristeza. Gaara pestañeó un par de veces para asegurarse en el cambio que había tenido su amigo, le soltó las muñecas y ayudó a que se pusiera de pie.
—Te lo digo por tu bien, necesitas descansar. — dijo en voz baja el pelirrojo que se había calmado instantáneamente al ver los ojos de Sai.
El muchacho de cabello negro que se encontraba de pie, con la ropa arrugada y manchada, agachó la cabeza y se quedó callado. Avanzó un par de pasos y lo envolvió con sus brazos, dejándolo apegado a su cuerpo. Se quedó pensando en lo preocupado que se veía el joven de ojos verdes por su estado. Eso lo notó cuando el mismo pelirrojo había dado por terminado la pelea. En alguna parte de su interior sintió una gran felicidad; Gaara no lo había dejado completamente de lado por esa chica, él se encontraba a su lado en ese instante. No sabía por qué había llegado en el momento justo ni tampoco sabía que estaría en su taller, de todas formas no le importaba. Todas esas explicaciones pasaban a segundo plano. Él estaba con Gaara y eso era lo primordial.
—Prométeme que pase lo que pase, no me vas a ignorar. — dijo Sai al oído de su amigo. Gaara no entendía a qué se refería ya que pensó que el tema con Matsuri ya lo había aclarado. Y es que a veces intentaba descifrar la mente de Sai, pero le era imposible. Se encontraba tan confundido que ni si quiera le correspondió el abrazo. Su única respuesta frente a ese acto fue mirarlo con curiosidad.
El joven artista se alejó un poco y lo miró detenidamente. Le acarició el cabello que tenía cerca de la oreja y le sonrió con ternura.
—Descansaré cuando arregle ciertos asuntos y quiero arreglarlos ahora. — le dijo un poco antes de besarle la mejilla y sonreírle. Gaara quedó quieto y llegó a sonrojarse por esa acción. Antes ya había recibido besos en la mejilla por parte de Sai en forma de saludo, pero esa vez el beso lo había encontrado diferente.
—Estás demente. — dijo el menor con un tono de voz que no demostraba ningún sentimiento.
Sai se rió por un par de segundos dejando en evidencia que ya se le había pasado cualquier rastro de desasosiego.
—Debo irme. Tal vez vuelva el lunes. Te contaré todo ese día en el gimnasio. —Sai le desordenó el cabello al pelirrojo y se fue corriendo dejando al menor lleno de dudas.
En otro lugar del pueblo Kankuro había logrado rescatar toda la ropa que se estaba mojando por la lluvia, solo que justo cuando había puesto la última prenda en el canasto, el tiempo atmosférico había cambiado. El sol llegaba a quemar su espalda.
—Estúpido clima…— regañó entre dientes volviendo a colgar toda la ropa.
Ese día había tenido un día muy agitado. Tenía clases en la universidad, cuatro horas de trabajo en un restaurante y había pasado un tiempo con su novia. Al llegar a su casa, agotado por la intensa lluvia y frío que tuvo que soportar en el camino, había recordado que la ropa estaba colgada en el tendedero del patio, lo cual lo hizo reaccionar rápidamente e ir a buscar la ropa de Temari. Cuando terminó de hacer lo suyo, entró a su casa y dejó la canasta guardada en una habitación destinada al lavado. Se dirigió a la cocina mientras se aflojaba la corbata y puso agua en la tetera. Un buen café podría arreglar ese mal rato.
Justo cuando estaba por tomar un sorbo de su café con leche sintió que alguien llamaba a la puerta. Dejó el tazón sobre la pequeña mesa que había en la cocina y se puso de pie para ir a ver. Abrió un poco la puerta y en pocos segundos reconoció ese rostro, esa voz, pero sobre todo, esa sonrisa que hace poco ya le incomodaba.
—Qué haces aquí. — preguntó Kankuro frunciendo el ceño.
—Necesitamos hablar, por favor. — dijo Sai y cambiando su expresión de un agradable a una más seria.
—Creo que el otro día dejamos todo muy claro. — le respondió el castaño cerrando la puerta.
El muchacho de ojos negros puso sus manos y pies para evitar que le cerraran la puerta. Comenzó a suplicar que le abriera la puerta y tener una conversación más a fondo sobre lo sucedido el otro día. Se oía tan desesperado que Kankuro dejó que pasara de mala gana, siempre y cuando, la visita sea rápida.
—Kankuro, solo quiero pedirte que no le digas nada a Gaara sobre lo que te dije el otro día, yo me encargaré de aclarar eso con él. — dijo Sai con la voz temblorosa. El rostro del mayor parecía intimidante en esos momentos.
—Si Gaara se vuelve como tú, te juro que me iré del pueblo con él para siempre. — el hermano del pelirrojo parecía tan decidido con sus palabras que Sai sintió un pequeño escalofríos en todo su cuerpo.
—No entiendo, qué tiene de malo enamorarse de una persona. — dijo Sai desanimado.
—No tiene nada de malo, excepto cuando esa persona no es la correspondida. Un hombre no puede enamorarse de otro hombre. Eso es solo perversión.
—Pero yo no le quiero hacer daño a Gaara. — se defendió el azabache alzando la mirada con firmeza.
—Perversión en el sentido sexual. — dijo Kankuro entre enojo y vergüenza. — ¿Crees que soy tonto? — preguntó mirando el vapor que salía de su taza de café. Sai se encontraba sentado frente a él y no sabía a qué iba esa pregunta. —Gaara es mucho menor que tú y quieres pervertirlo para que piense que eso está bien. Es fácil manipular a una persona cuando es tan vulnerable. Él todavía no tiene claro lo que quiere en la vida. Quiero decir, él recién está comenzando una etapa donde las cosas serán más confusas. No le hagas ver que vive en un mundo donde todo está permitido. Lo que tú piensas sobre él, no está bien, y si me llego a enterar que le hiciste algo, te juro que…—decía en tanto apretaba sus puños y contenía su ira. Sus ojos estaba húmedos y un nudo en su garganta le impedía terminar su frase.
—No quiero tocarlo. — dijo Sai sintiéndose totalmente contradictorio en lo que decía y pensaba. —Solo quiero tener una amistad con él. Le pido que por favor, no hable con él sobre lo que le dije el otro día. Mi mayor temor es que se aleje de mí por algo que siento. Cuando sea el momento más apropiado, se lo diré y aceptaré el hecho de si le disgusta o le parece indiferente.— añadió el azabache bajando la cabeza.
—No creo que hable con Gaara sobre la conversación que tuvimos el otro día, pero pienso que necesitas ayuda. — le comentó el castaño notando el pesimismo del joven. —Yo te ayudaré a que se te quite eso. Tú y Gaara podrían ser grandes amigos de toda la vida, no eches a perder esa amistad por un sentimiento que te confunde. Es obvio que necesitas un empuje para darte cuenta que estás equivocado.
—Pero yo — dijo el azabache sorprendido porque comenzaba a inquietarse por el cambio de tonalidad en la voz del castaño. Parecía como si estuviese entusiasmado con todo lo que decía.
—Calla. Yo me encargaré de todo, te llevaré a un lugar donde te puedes curar. Eso sí, no debes comentarlo con nadie. Te aseguro que te sanarás y se te quitarán todos esos sentimientos que te están atormentando.
—“Yo no estoy enfermo” — pensaba Sai mirándolo extrañado.
Después de una corta conversación, se había puesto acuerdo para juntarse la otra semana, durante el viernes por la noche para ir a ese lugar que tanto mencionaba Kankuro.
Fue así como ambos hicieron las paces. Parecía que el “problema” entre ellos ya tenía solución y Sai se encontraba aliviado. Él aun no sospechaba el tipo de lugar al cuál iría, pero eso lo tendría que vivir en carne propia la otra semana.
Kankuro le dio un fuerte apretón de manos y le sonrió con firmeza. Sa ise encontraba confundido cuando iba de vuelta al Instituto. Salió de la casa y entró a un automóvil de color negro, propiedad del señor Danzou.
—Joven Sai, ¿regresamos al Instituto? — preguntó el chofer con un tono amable. Era la primera vez que ese chico salía del Instituto un día de semana y sin el director.
—Claro, regresemos, el director me dijo que solo podía salir por cuarenta minutos. — dijo el joven sonriéndole desde el asiento de atrás del vehículo.
Al regresar a su Instituto se dirigió a las habitaciones que estaba destinadas para el descanso de los estudiantes. Su habitación especial, que era la más grande de todos los estudiantes, se encontraba en el noveno piso, casi siempre usaba el ascensor por costumbre. Cuando se subió vio una pequeña persona en el rincón. Tenía un polerón grande y largo de color azul oscuro, pantalones negros deportivos y zapatillas blancas. El gorro le tapaba gran parte de su cabeza, cosa que hacía imposible verle el rostro.
—Oye niño. — dijo Sai agachándose a la altura del menor, el cual le llegaba con suerte al ombligo.
El menor se movió hacia un lado al darse cuenta que no podía retroceder, ya que tenía al muchacho demasiado cerca y había llegado a chocar con la pared del ascensor.
—No tengas miedo, me llamo Sai, también soy alumno de este Instituto. — le dijo el joven sonriéndole amistosamente.
—¿Eres Sai? — preguntó levantaba la cabeza, haciendo que se le vieran sus grandes ojos de color rojo. Su piel era blanca y se lograba ver parte de su cabello que también era rojo.
—“Gaara” — pensó Sai al ver la cabellera roja del niño. Se llegó a sonrojar al imaginarse a su amado en esa edad. Se preguntaba si se le veía tan tierno como el chico que tenía al frente de él.
—¿Eres Sai, el mejor estudiante de este Instituto? — volvió a preguntar el niño enfadado al notar que ese muchacho lo ignoraba.
—Oh, sí, soy ese mismo. — respondió entre risas el joven avergonzando. — ¿Cómo te llamas, eres nuevo?
—Me llamo Sasori no Danna. — respondió el pelirrojo seriamente. El semblante de sus ojos le daba un aire muy formal. —Vine hace muy poco. El señor Danzou me trajo a este Instituto por mi talento. Prefiero estar aquí que en ese sucio orfanato. — dijo esto último mirando hacia un lado y con rencor en sus palabras.
Sai se sintió intranquilo con lo que escuchaba. Él nunca supo cómo era vivir en un orfanato, solo conoció una niñez vacía y sin muchos recuerdos felices.
— ¿Quieres acompañarme a mi habitación? — preguntó Sai sonriéndole. —Si eres nuevo, sería bueno que alguien te diera algunos consejos sobre el Instituto. Yo soy unas de las personas que lo conoce mejor que ninguno. También podríamos jugar.
Sasori se sintió extrañado cuando recibió la invitación, pero cuando escuchó la palabra “jugar” sonrió entusiasmado. Durante esos días, no había podido hacer nuevos amigos y se encontraba aburrido de seguir la misma rutina.
Fue así que ambos se dirigieron al piso nueve. Al llegar, el pelirrojo notó la gran diferencia que existía entre las habitaciones de los estudiantes talentosos con el estudiante más destacado del Instituto. No era extremadamente enorme, pero los muebles y la decoración parecían muy costosos. Y en parte no estaba equivocado, todos sus muebles estaba hechos de una fina madera, el diseño era único, las alfombras habían sido traídas del oriente, las cortinas también, el espejo que había cerca del ropero, era de cristal con terminaciones muy prolijas. Todo estaba en orden y muy limpio.
—Pediré algo para comer. — dijo Sai caminando hacia un pequeño ascensor donde siempre llegaba la comida. Sacó un teléfono que se encontraba al lado de unos botones y marcó unos números. —Buenas tardes, necesito un menú para dos. — dijo mirando a Sasori. —Sí, con porción doble de dulces árabes y una porción de galletas surtidas, gracias. — finalizó dejando el teléfono en su lugar de origen. —No suelo pedir estas cosas para comer, pero hoy eres mi invitado y me daré ese lujo. — dijo Sai acercándose al menor.
—Eso fue asombroso. — dijo en voz baja el pequeño mirando al muchacho de ojos negros. —¿Y puedes pedir lo que tú quieras? — preguntó con curiosidad.
—Claro que sí, pero es aburrido si estoy solo. Me gusta compartir los privilegios. — dijo Sai moviendo una parte de la pared para convertirla en mesa. —Además no suelo comer en mi habitación. Prefiero descansar, pero no te preocupes, que cuando tengo visitas, es la excepción. Toma asiento. — dijo Sai amablemente.
Sasori se acercó a la mesa y se sentó en una de las sillas que tenía cerca de su escritorio. Tuvieron que esperar unos cinco minutos para que la comida estuviera llegando al ascensor. Sai comenzó a sacar todos los platos y tazas. El pelirrojo no dejaba de sorprenderse puesto que no conocía los ascensores que llevaban comida.
Luego de esa comida, estuvieron conversando un rato. Sasori contó parte de su vida, y Sai hizo lo mismo. El menor contaba que en el orfanato vivían hacinados. El lugar no tenía la capacidad para albergar más de setenta niños y que los baños eran un desastre. Las instalaciones eléctricas estaban a la vista de todos y que en una cama de una plaza podían dormir tres o cuatro niños. El joven artista se sintió muy preocupado al escuchar esa historia. Tanto que decidió hablar con Danzou cuando lo viera y haría todas las pinturas que pudiera hacer en el menor tiempo posible para ayudar a ese orfanato. Por otra parte, Sai contó parte de su infancia, el cómo había llegado y como había sido criado.
—No se lo he contado a nadie, pero hace como dos años, pensé en quitarme la vida. — dijo el muchacho de ojos negros. —Estaba cansado de llevar esta vida. Pintar todos los días, ir a clases, ignorar y ser ignorado, no hablar. No sé qué me hizo cambiar de parecer. Supongo que llegué a conformarme con la vida que llevaba. El señor Danzou me mostró un video del progreso de este pueblo en los últimos ocho años. Me dijo que en gran parte, eso había sido posible por mi arte. — contaba el joven partiendo por la mitad un dulce árabe. Una parte se la comió de un bocado y la otra se la ofreció a su pequeño amigo. Este lo recibió con gusto y se lo llegó a tragar.
La charla se había extendido por media hora más. Sai parecía entusiasmado con seguir conversando, pero el menor exigió un momento para jugar. El muchacho de cabello negro aceptó una vez que dejó todo en orden.
Ambos comenzaron a jugar a las luchas, ganaba el que derribaba al otro primero. Sasori se lanzó contra la espalda del mayor y comenzó a empujarlo del cuello. Ambos reían e intentaba ganarle al otro. Luego de eso, hicieron una competencia de quién pestañeaba primero. Ambos se miraban fijamente. Sasori parecía una estatua, pero Sai no se quedaba atrás. Su rostro parecía el de un muerto. De pronto alguien toca la puerta y se escucha una voz grave del otro lado.
—¿Sai, puedo quedarme esta noche contigo?— llamó la voz. El joven reconoció en seguida de quién era esa voz. Era Gaara.
—¡Perdiste! — gritó Sasori apuntando con el dedo a su amigo.
No solo había pestañado, sino que también se encontraba sonrojado. Su mente había viajado lejos con esa pregunta.
—C-claro. — tartamudeó el joven de ojos negros corriendo a abrirle la puerta. — P-pasa. — le sonrió aun más sonrojado.
—¿Te encuentras bien? — preguntó el pelirrojo entrando a la habitación llevando un bolso en el hombro.
—Claro, que si. Solo estaba jugando con mi nuevo amigo, se llama Sasori. Sasori, Gaara. Gaara, Sasori. — le respondió haciendo la respectiva presentación.
—“Nuevo amigo” — pensó el joven pelirrojo mirando al niño que estaba sentando en la alfombra. Lo miró de reojo. Parecía que le salían rayo laser que apuntaban al menor. Era inevitable hacer la comparación entre él y ese niño, puesto que ambos tenían rasgos similares.
—Soy su nuevo amigo, y tú qué eres. — preguntó Sasori seriamente. Ambos se miraban de reojo.
—Soy su mejor amigo. — le contestó Gaara remarcando la palabra “mejor”, para luego acercarse a Sai y quedar al lado de él.
—Serás su mejor amigo, pero al menos no me invito solo a su habitación. — comentó el menor sacándole la lengua.
—¡Ese mocoso! — dijo Gaara comenzando a enojarse, pero antes de dar algún paso, Sai puso la mano delante del pelirrojo, en señal de que se detuviera.
—No peleen. — decía Sai sonriendo nervioso.
El más pequeño llegó a bostezar para poner más furioso a Gaara, pero solo consiguió que el muchacho de ojos negros se preocupara y le dijera que a esa hora debería estar durmiendo. El niño notó que el pelirrojo sonreía con maldad, así que para salirse con la suya le pidió a Sai que lo llevara hasta su habitación.
Después de que fue a dejar al menor a su pieza, el joven artista regresaba a su alcoba. Gaara estaba esperándolo impaciente y parecía un poco molesto.
—¿Ese niño vive en el pueblo? — preguntó el pelirrojo entre broma y en serio. Después de todo, le había tomado media hora entre ir y volver.
—No, vive a tres pisos más abajo. Pero me tomó tiempo hacerlo dormir. — le respondió Sai cerrando la puerta. —Por cierto, ¿A qué se debe tu visita?— dicho eso, su mente volvió a viajar lejos y por ende sus mejillas comenzaron a arder y sus pómulos se acentuaron.
—Sobre eso, pues está saliendo agua del radiador desde hace horas, cuando llegué a mi habitación, parecía una piscina. Me dijeron que buscara otra habitación para dormir. Solo eso. — le contestó mirando el cambiante rostro de su amigo. De tener sus mejillas rojas y calientes, pasó a estar más pálido que nunca.
—Tu habitación siempre tiene problemas. — dijo Sai haciendo un puchero. Él no sabía nada que esas fallas eran ocasionadas a propósito por los trabajadores de Danzou.
Gaara había comenzado a desempacar mientras Sai le hablaba sobre el viaje que haría el fin de semana. Cuando ordenó todo, tomó su toalla y su pijama.
—Iré a darme un baño. — dijo el menor interrumpiendo y caminando hacia el baño.
—¡Gaara! — exclamó Sai tomándolo del hombro. —¿Podemos bañarnos juntos? — preguntó seriamente y con un brillo en sus ojos que hacía tiempo no tenían.
—Claro que no. — respondió el pelirrojo con la misma seriedad que su amigo. —No estamos en un baño público. — se excusó desviando la mirada.
El joven artista se quedó sentado en su cama. Pensando en la pregunta que le había hecho a Gaara. Había tenido una pequeña esperanza que el menor le respondiera que si y hasta aparecían algunas imágenes en su mente. Luego se arrepentía de lo que imaginaba y se acordaba de la conversación con Kankuro. Se sintió mal, pues no le gustaba mentir.
Eran las once de la noche y ambos se encontraban durmiendo en la misma cama. Al ser de dos plazas, se encontraban separados por varios centímetros. Los dos dormían dándose la espalda. Ninguno se encontraba cansado para quedarse dormido y tampoco estaban lo suficientemente tranquilos para dormir. La pelea que habían tenido durante esa tarde había sido fuerte. Querían olvidar toda la lista de groserías y adjetivos con que se trataron mutuamente. Ambos querían disculparse con el otro, pero no se atrevían y no sabían cómo comenzar.
Pasaron tres horas y seguían con los ojos abiertos en medio de la oscuridad de la habitación. Gaara se cansó de esperar, y se volteó. Le picó la espalda al muchacho que tenía al frente suyo y este reaccionó inmediatamente dándose media vuelta. No se veían, pero se sentían. Sentían la mirada del otro y sabían que estaban totalmente despiertos.
—Esta tarde, cuando te encontré en tu taller, no quise decir esas cosas. — dijo el pelirrojo con total arrepentimiento. —Me salí de control. Me sentía responsable por lo que estabas pasando y no quería verte así.
—Gaara, yo reaccioné de la misma forma. Te prometí que no volvería a golpearte, pero te fallé. No le había tomado la importancia que merecía mi forma de actuar, hasta que recordé esa promesa. El único que debe estar arrepentido y sentirlo soy yo. Me equivoqué y cometí una estupidez.
—Tonto. — dijo Gaara seriamente. —Tus golpes eran débiles, pareció un entrenamiento, al menos para mí. Lo que me sorprendió de ti, fueros esos insultos. ¿Dónde sacaste tantas groserías juntas? — preguntó el pelirrojo acercándose a su amigo para escucharlo mejor.
—Eh. — dijo bobamente el joven de cabello negro mientras pensaba lo del “entrenamiento”, pues él tenía algunos moretones en sus extremidades. —Las groserías se las escuché a tía Kushina cuando le saltó agua hirviendo a los pies. Andaba cocinando con sandalias y yo la estaba ayudando. Ella se sonrojó cuando se dio cuenta que había escuchado todo, me pidió disculpas y dijo que olvidara esas palabras. No le quise preguntar lo que significaban, aun así, ella me reiteró que no las dijera porque tenían un significado muy feo.
—Así que me gritaste palabras que ni si quieras conoces el significado. — murmuró el menor con la misma voz seria. —No sé si enojarme contigo porque me gritaste eso, o porque eres demasiado tonto.
—Oye, deja de decirme tonto. — se quejó en voz baja. — ¿Acaso tú sabes el significado de todas esas palabras? — preguntó el joven sonriendo en medio de la oscuridad. Sentía curiosidad y se encontraba emocionado por aprender algo nuevo. —Dime lo que significa esta palabra. — dijo acercándose al oído del menor y susurrándole.
Gaara abrió los ojos a más no poder al escuchar esa palabra. Sai hizo una pausa y volvió a preguntar por otras cinco palabras más. A estas alturas el joven de ojos verdes se encontraba nervioso. No quería ser el responsable de enseñarle a su mejor amigo el significado de cada grosería.
—Oye, tu tía dice cosas muy impresionantes. — dijo Gaara rascándose la nuca. —Por tu bien, será mejor que no vuelvas a decir esas palabras ni tampoco quiero que le preguntes a alguien su significado. Debes ser una de las pocas personas que conozco que evita decir groserías a cada minuto. No pierdas eso. — añadió para luego bostezar y cerrar sus ojos. —Ahora duérmete y no me hables que quiero dormir.
Sai hizo un puchero en medio de la oscuridad. Él también cerró sus ojos y en pocos minutos se quedó dormido.
Esa noche había sido totalmente tranquila si no hubiera sido por un extraño sueño que tenía el joven artista donde se encontraba frente a frente con Matsuri. Ella se encontraba al lado de Gaara y le tomaba la mano. Sonreía con algo de maldad y lo abrazaba con posesión. Sai tenía el ceño fruncido e intentaba separarlos. No aguantaba ver a su amigo al lado de esa chica nueva.
—¡Aléja..!— se escuchó un fuerte grito de Sai que fue perdiendo potencia al darse cuenta que estaba despertando de un mal sueño. Al momento de abrir sus ojos un estruendo se escuchó cerca de su habitación. Eran truenos que aparecían y desaparecían acompañados de fuertes ráfagas de viento. Entre tanto ruido, se escucha un sonido molesto. Era el teléfono de su habitación. Miró la hora antes de sentarse en la cama y encendió la luz para buscar sus pantuflas. Se las puso torpemente y caminó hacia la mesa con el teléfono.
—Buenas noches. — dijo Sai contestando con energía debido a su agitado despertar. —Sí, él está conmigo. — miró a Gaara que se encontraba acostado debajo de las sábanas durmiendo plácidamente. — ¿Mañana no habrá clases? — preguntó sorprendido mientras escuchaba las palabras del hombre que estaba en el teléfono. —Bien, entiendo. Le daré el mensaje en cuanto despierte. Gracias por avisar. — colgó el teléfono y regresó a la cama.
Su vuelo se había cancelado y las clases se habían suspendido. Ese fin de semana no viajaría lo que significaba que podría pasar un fin de semana terminando la pintura y pasar un tiempo con los Namikaze. Sonrió muy feliz en medio de esa noche tan espantosa y luego se volteó a mirar a Gaara.
—Si estuvieras despierto, podría confesarme en este mismo instante. Estoy tan feliz. Me ha ido bien en todo y creo que solo faltaría que aceptaras lo que yo quiero entregarte. — dijo el joven acercándose lentamente hacia el rostro de su amigo. —Mi viaje ha sido cancelado, tu hermano ya no me odia y tú estás conmigo. — agregó acercando sus labios a los de Gaara.
“No me arrepentiré nunca de haber tomado esta decisión”
Tan pronto como pensó esa corta frase, rosó su boca con la del pelirrojo y los posó delicadamente sin importarle las posibles consecuencias. Eso había sido su primer beso. Tan fugaz como un parpadeo, pero que para Sai había sido inolvidable. Sus mejillas se sonrojaron a más no poder y comenzó a ponerse nervioso.
“¿Lo hice?” se preguntaba sonriendo para sí mismo. “Y él sigue durmiendo, creo que lo haría de nuevo.”
Antes de acostarse para seguir durmiendo, se acercó al menor para darle otro beso. Un poco antes posó su mano suavemente por la mejilla del chico y la acarició. Lo besó nuevamente en los labios y apagó la luz.
Gaara hizo un sonido por su nariz e intentó toser, pero se le habían ido las ganas y siguió respirando normalmente. Sai había quedado como una piedra al pensar que su amigo se había despertado y se daba cuenta de la situación, pero se tranquilizó mucho cuando el mismo pelirrojo entre abrió sus ojos y se acercó para abrazarlo. Él pasó por un estado de medio dormido a un sueño pesado al posarse sobre el pecho del azabache.
“Ahora que lo pienso, Gaara olvidó traer su oso… Tal vez piensa que yo…”
Dio un suspiro del alivio, sus músculos se relajaron y correspondió al abrazo del menor.
El primero en despertar había sido el joven de ojos verdes. Notó que había babeado y limpió parte de su boca con el borde de su camiseta. Luego se percató que su cabeza y parte de su cuerpo estaba sobre Sai.
“De seguro Sai fue el responsable de que terminara así… No sé cuántas veces le he dicho que permanezca alejado de mí cuando duermo.” — pensó un poco molesto y con cierto rubor en sus mejillas. —“Menos mal que me he despertado temprano.”
Gaara se levantó de la cama y comenzó a buscar su ropa para alistarse. Fue hacia el armario, lo abrió y se agachó para buscar entre los calcetines un par que le sirviera para ir al gimnasio.
—Blancos con la raya verde, dónde están, los dejé aquí ayer en la noche. — pensaba en voz alta cuando sintió que alguien lo rodeaba entre sus brazos y lo apegaba a su cuerpo. —¡¡¡Mierda!!! — gritó el pelirrojo asustándose por la presencia que tenía detrás de él. No se había dado cuenta que había alguien observándolo hace un rato y mucho menos había sentido los brazos rodear parte de su cintura, lo cual no le dio tiempo de reaccionar rápidamente. —Eres tú, maldito. — dijo de mala gana el menor al escuchar las risas de Sai. —Suéltame, siento tus bolas en mi espalda. — se quejó intentando soltarse desesperadamente.
—No tan rápido. — decía Sai apretujándolo un poco más fuerte. —Deja en paz mis bolas y vamos a desayunar tranquilamente. Hoy no tienes clases. — dijo finalmente el azabache soltándolo y sonriéndole. Gaara se sorprendió por lo dicho y no ocultó su alegría al enterarse que no tendría que ir a su clases de gimnasia de las ocho de la mañana y por sobre todo a sus clases de artes plásticas que tendría en la tarde.
—Por cierto, la próxima vez no te muevas tanto. El roce podría llegar a excitarme. — dijo Sai sin pelos en las lenguas.
—Estás enfermo. — le respondió Gaara mirándolo de reojo. —¿Qué te pasó, por qué andas tan feliz y molestoso? — preguntó notando que la expresión de Sai daba la impresión de que estuviera pensando en una respuesta.
—Tal vez porque ocurrió un evento inesperado. Llegará un tornado en los próximos días y mi vuelo se canceló. Eso significa que no tendré que viajar y tendré tiempo para terminar mi pintura. Además hoy no habrá clases porque hay una fuerte tormenta eléctrica en el pueblo y según las órdenes del director, no quiere arriesgar la vida de ningún estudiante, así que nos tendremos que quedar en el edificio de residencia por el resto del día.
—Ah, entiendo. Entonces tendré que quedarme encerrado por el resto del día en este lugar. — se quejó el menor un poco desanimado. —Justamente hoy en la tarde regresaría temprano a mi casa para buscar algo de ropa de invierno. No pensé que seguiría esta ola de frío.
Sai lo miraba detenidamente y de pronto le brillaron los ojos por la idea que había pasado por su mente. Fue a buscar en su armario una de las tantas prendas que le sobraban. Sacó tres enormes chalecos, uno verde musgo, otro burdeo y otro de color azul marino. Le pasó los tres y le sonrió.
—Pruébatelos, si te gusta alguno, te los puedes quedar. — dijo Sai pasándole todos los chalecos de una vez. Gaara los recibió todos y notó el gran peso que tenía esas tres prendas juntas. —Están hechas con lana de alpaca, de la mejor calidad. De hecho, son traídos de Sudamérica. — añadió sonriéndole.
Gaara tocó el chaleco y sintió una textura suave, que no picaba ni molestaba. Tomó el burdeo y se lo puso encima de su pijama. Le quedaba un poco grande, pero sintió la calidez de esa prenda en cuanto se la acomodó al cuerpo.
—Estas cosas deberían venderla en el pueblo. Son muy cómodas. — dijo impresionado mirándose a través de un espejo de cuerpo completo.
—Bien, entonces vamos a desayunar algo caliente. — dijo Sai sonriéndole y dirigiéndose al ascensor de comida que estaba cerca del ropero. Solo un enorme biombo que llegaba casi hasta el techo hacía la pequeña división entre el mini comedor y el resto de su habitación.
Al momento de ir a desayunar, ambos se organizaron para ocupar el baño. Sai primero, Gaara después. Cuando el pelirrojo había terminado, tomó un bolso de gimnasio y se dirigió a la puerta. El muchacho de ojos negros lo detuvo y le preguntó a dónde iría. Luego de una conversación, se enteró que se juntaría con Matsuri para ir a entrenar al gimnasio exclusivo para residentes del Instituto. Tanto el edificio con las habitaciones de las mujeres y el edificio con las habitaciones de los hombres tenían como espacio común varios lugares de esparcimiento.
Fue así que tanto Sai como Gaara fueron al gimnasio. El azabache no quería perder la oportunidad para “vigilar” a esa chica e interferir en cualquier momento que fuera necesario. Cuando ambos llegaron al punto de encuentro, vieron a Matsuri con un buzo deportivo puesto. Llevaba amarrado su cabello con una coleta alta, vestía un polerón rojo que le quedaba grande, calzas negras ajustadas que le llegaban unos diez centímetros más arriba de la rodilla, soquetes blancos y zapatillas negro con rojo. Sonrió al ver a los dos chicos y los saludó con entusiasmo. Sai andaba con el uniforme deportivo del Instituto que consistía en unos pantalones cortos de color azul, una camiseta sin mangas ajustada a su cuerpo, zapatillas blancas y calcetines blancos. El pelirrojo andaba prácticamente igual que su amigo, solo que él no se había sacado el polerón.
—No pensé que vendría tu amigo. — dijo la joven con cierto aire de decepción y mirando de reojo a Sai.
—Él se metió en esto a última hora. No tenía nada más que hacer. — respondió Gaara agachándose para ajustar sus agujetas. El azabache sintió un molesto dolor en su estómago al escuchar las palabras de menor.
—“No creo que haya sido necesario decir eso” — pensaba Sai un poco incómodo por la explicación que había dado el pelirrojo de su presencia.
—Bien, estoy listo. Comencemos con el entrenamiento.— dijo el joven de ojos verdes poniéndose de pie y acercándose a la chica que tenía que cuidar. —Primero quiero saber si eres capaz de aguantar veinte minutos trotando los alrededores. Empieza ahora. — dijo Gaara tocando un botón de su reloj y mirando a la chica.
-—¿¡Eh?! ¿Ahora? — preguntó Matsuri con un rostro de desesperación.
—¿Qué se supone que es esa expresión? — preguntó en voz baja el menor.
—Dijo ahora, muévete. — dijo Sai dándole un suave empujón y comenzando a trotar. —Haré lo mismo que tú hagas. Así que no te quedes muy atrás. — añadió alejándose.
Matsuri tragó saliva y comenzó a trotar rápidamente para alcanzar y pasar a su contrincante.
—“Matsuri parece tener buena condición física. Al menos tiene el peso en un rango normal según su estatura. Además de que trota a una gran velocidad. Tal vez le va mal en gimnasia porque le falta motivación.” — pensaba Gaara observando la gran ventaja que le tenía a Sai en el primer ejercicio.
Solo pasaron cinco minutos para darse cuenta que la velocidad de Matsuri había descendido dramáticamente. Comenzó a respirar por la boca y a dar pasos cada vez más lentos y pesados.
—¡No puedo más! — gritaba la joven haciendo pucheros. Sai seguía trotando a un buen ritmo por el lugar.
—“Las apariencias engañan… Tiene una pésima resistencia. Mejor le bajaré la cantidad de minutos o terminarán desmayándose” — pensó el pelirrojo mirando el reloj que tenía en su muñeca.
Después de catorce minutos de trote, Gaara dio la orden para ambos se detuvieran. Sai comenzó a trotar cada vez más lento y a caminar lentamente. En cambio Matsuri se lanzó al piso e intentó recuperar la respiración.
—No deberías hacer eso. — dijo Sai pasando al lado de la chica para luego seguir caminando hacia donde estaba el pelirrojo.
Matsuri se levantó con las pocas fuerzas que le quedaban y caminó hasta donde estaban ambos jóvenes. Su rostro estaba rojo y seguía con la respiración agitada.
—Me siento algo mal… ¿Puedo descansar cinco minutos? — preguntó con los ojos entrecerrados.
—Claro, pero para la próxima te recomiendo que no te eches en el suelo a descansar. Tampoco debes detenerte de golpe y quedarte de pie. Deberías hacer lo que hizo Sai. — dijo Gaara mirándola fijamente y luego señalando al azabache. Este llegó a sonrojarse y a sentirse orgulloso de lo había hecho. La joven afirmó con la cabeza y fue al baño.
Tuvieron que pasar alrededor de diez minutos para que todos retomaran el entrenamiento. Matsuri había llegado como nueva.
—¡Estoy lista para lo que viene! — exclamó entusiasmada y sonriendo.
—Bien, lo siguiente es hacer algunos ejercicios focalizados. — dijo Gaara sentándose en la banca y destapando una botella con agua. —Estarías más cómoda sin ese enorme polerón. El gorro que tienes atrás podría molestarte. — aconsejó el pelirrojo mientras bebía un poco de agua.
Sai observó un poco molesto a la chica. Era obvio que el menor se refería a que se sacara esa prenda. Matsuri reaccionó rápidamente y un poco nerviosa comenzó a sacárselo. Lo hizo tan de prisa que no vio que jaló su camiseta junto a su polerón por lo que dejaba a la vista su ropa interior.
—¡Ay no! — gritó la joven que tenía los brazos atrapados en el polerón y luciendo un sostén rosado con pequeñas flores blancas.
Gaara se había sonrojado al ver esa escena y prefirió mirar rápidamente hacia otro lado. Sai le apareció una vena en la frente y se acercó hasta Matsuri. Tomó su camiseta y se la bajó sin pudor alguno. Luego la ayudó con el polerón.
La joven tenía la mirada en el suelo. Le avergonzaba mirar a su tutor y a Sai.
—Bien, sigamos. — decía Gaara tosiendo después de decir esto. —Sería bueno fortalecer tus muslos y brazos para que tengas un mejor rendimiento en deportes. Ven, acércate. — dijo el pelirrojo. Matsuri se acercó muy nerviosa. El menor inspeccionó rápidamente con la mirada. —Hay que convertir las grasas en músculo. Por lo que puedo notar, no te llevará mucho tiempo. Se nota que tu porcentaje de grasa en el cuerpo es baja. — añadió sonriéndole con amabilidad.
—Supongo que eso es bueno. — dijo Matsuri sonriendo y riendo nerviosamente.
—Puede que se vea bien a simple vista, pero yo le veo las piernas algo flácidas. — comentó Sai agachándose y comenzando a tocar los muslos de la joven como si se tratara de una masa.
El rostro de Matsuri se volvió completamente rojo y esta vez no había sido por el cansancio. Gaara al notar la reacción que había tenido su alumna, le dio una palmada un tanto fuerte en la cara de su amigo y le pidió que no hiciera comentarios acerca de la chica.
—Está bien, está bien. No volveré a decir esas cosas. — se disculpó Sai un poco enfadado.
—Preferiría que no me volvieras a tocar de esa forma. — murmuró la joven aun avergonzada por lo que había pasado.
—Pero solo lo decía porque sé cuándo el cuerpo está lo suficientemente saludable. — dijo el azabache subiéndose los pantalones hasta más no poder. Luego apoyó su pie sobre una silla. —Esto es fruto de un constante entrenamiento, ven Matsuri. — añadió el joven de ojos negros. La joven se acercó incrédula al mayor y observó a la distancia su tonificada pierna, sobre todo su muslo.
La joven llegó a impresionarse por el buen estado físico que podía llegar a ocultar el azabache a través de la ropa. Había notado los músculos de sus brazos, pero recién ahora podía apreciar esas grandes y fuertes piernas que poseía.
—Está duro. — dijo Matsuir picando discretamente con su dedo la pierna de Sai.
—Creo que es suficiente, dejen de tocarse y sigamos con el entrenamiento. — se quejó Gaara que no estaba prestando atención al cuerpo de Sai sino que observaba su reloj cada cinco minutos. Ambos se regresaron riendo avergonzados y se pusieron al frente del menor. —Tú no Sai. Tú estás fuera del entrenamiento. Te vas o te quedas aquí en la banca al lado mío. Estás distrayendo a mi alumna. — dijo el pelirrojo seriamente y esperando la opción que tomaría su amigo.
—Me quedaré aquí. — dijo Sai sonriendo de lo más feliz.
Fue así que el entrenamiento siguió solo para Matsuri. Mientras ella hacía unos cuantos ejercicios en las máquinas, el azabache aprovechó para conversarle a su amigo.
— ¿Qué encuentras más atractivo? — preguntó Sai pensativo. — ¿El cuerpo de un hombre o una mujer?
Gaara miró su reloj y luego bajó la mirada.
—No lo sé. — respondió el pelirrojo. —No me interesan mucho esas cosas. Quiero decir, no es algo que le preste mucha atención.
—¿No te pasan cosas cuando ves el cuerpo de una mujer desnuda o en ropa interior? — preguntó Sai esta vez mirándolo directamente.
—¿Qué? — fue lo primero que dijo Gaara sorprendido. No entendía a qué quería llegar con esas preguntas. Al sentir la mirada seria del mayor, él le tomó la misma seriedad al asunto. —No me pasa nada, solo me avergüenzo. — respondió sonrojándose un poco. — Es inapropiado, supongo. Desde que tengo uso de razón me han enseñado que debo respetar el espacio personal de las personas si quiero que respeten el mío. Además si se trata de una mujer es algo de sentido común.
—Creo que formulé mal mi pregunta. — dijo Sai un poco molesto. —Quiero saber si te has tocado pensando en el cuerpo de una mujer.
—¿Por qué quieres saber eso? — preguntó Gaara poniéndose de pie y mirando enojado a su amigo.
—Ah, lo siento. — dijo el azabache sonriéndole nervioso. —Solo quería tener esta conversación de hombre a hombre contigo. Nunca he podido hablar de estos temas con alguien de confianza y tampoco con otro hombre. De hecho, jamás se lo he mencionado a mi psicólogo. — añadió sonrojándose por completo. —Lo siento, no volveré a tocar ese tema. Perdón por hacerte sentir incómodo.
Sai bajó la cabeza y pasó de tener una sonrisa en sus labios a demostrar una expresión de tristeza que aunque el menor no lo notara era claramente fingida.
—Oye. — dijo Gaara comenzando a sentirse mal. —No te pongas así. Podemos conversar esto en otro lado. Luego de la hora de almuerzo vamos a tu habitación y tenemos esa conversación si quieres. Hubieras empezado por eso primero. Pensé que solo querías molestarme. — agregó dándole unas cuantas palmadas a la espalda de su mejor amigo.
—Tú siempre me haces sentir bien. — dijo Sai acercándose al pelirrojo para darle un abrazo.
—Aquí no… — se quejaba el menor intentado escapar del fastidioso abrazo amistoso que le daba el azabache en medio del gimnasio.
Matsuri se fue acercando a ellos y comenzó a llamarlos por su nombre. Ella ya había terminado sus ejercicios y lo único que quería era darse una ducha.
Fue así que los tres se retiraron para tomar un receso y habían quedado en juntarse en la cafetería a las dos de la tarde para almorzar juntos.
Faltando diez minutos antes de las dos, Sai se encontraba en el comedor de su Instituto. Miraba desde una gran ventana el cielo nublado.
—El día está cada vez peor. — dijo Matsuri que se encontraba a un par de pasos del joven azabache. Había llegado recién.
—Matsuri. — susurró el mayor dándose media vuelta y mirándola de pies a cabeza. Notó que se había preparado. Andaba con un vestido azul de manga corta que le llegaba un poco más arriba de la rodilla, se había recogido el cabello en una coleta alta, se había puesto un poco de brillo labial y calzaba unos zapatos brillantes sin mucha plataforma. —Luces linda. — añadió sonriéndole.
La chica de cabello castaño lo quedó mirando sorprendida. Sus mejillas se encendieron y agradeció por el cumplido. Después de eso, ninguno de los dos dijo algún comentario. Cuando el silencio comenzaba a inquietar a la muchacha ella levantó su rostro y miró al azabache detenidamente. Notó que él también parecía preocupado por su aspecto. Un chaleco azul petróleo con mangas largas a medida, unos pantalones negros, zapatos lustrosos y una camisa de cuadros color burdeo era el conjunto que lucía aquel joven artista.
—Me han contado cosas de ti. — dijo la joven levantando la mirada. —Eres el alumno más destacado de esta escuela. ¿Quién lo diría? — preguntó riendo. Sai la quedó mirando sin expresión alguna, pues no entendía la causa de su risa. —No te lo tomes a mal. Es que todo el pueblo sabe que hay un alumno muy talentoso en este Instituto. Son pocos los que han visto tu rostro, ¿frecuentas poco el pueblo, no es así? — preguntó haciendo que el chico asintiera con la cabeza escuchando con atención. —Muchos te imagina como un chico genio, con cierto aire de grandeza y orgullo. Altanero también, y hasta he escuchado que eres egoísta y soberbio. Pero lo más tonto de esos prejuicios, es que ninguna de esas personas se basa en hechos concretos. Es decir, ni si quiera te conocen. Y si te llegaran a conocer, se tragarían todas sus palabras. — continuó sonriéndole cálidamente. Luego se volteó a mirar por la ventana el temporal que azotaba el pueblo y suspiró. —Debo admitir que al principio no me agradaste mucho porque sentí que me odiabas.
Sai quedó pensativo después de escuchar las palabras de Matsuri.
—Tuviste razón. — dijo el muchacho de ojos negros desviando la mirada. —Te odié sin antes darte el trabajo de conocerte. — admitió con un nudo en la garganta. La joven se sorprendió al escuchar esta declaración. —Es que llegaste de improviso y por un momento pensé que Gaara me dejaría totalmente de lado por tu causa. — añadió para voltearse y mirar a la joven.
— ¿No será que tú …?— preguntó Matsuri comenzando a sonrojarse levemente.
El joven de cabello negro apoyó su mano sobre la cabeza de la muchacha y le dio unas cuantas palmadas de forma afectuosa.
—Estás celoso. — dijo rápidamente entre risas juguetonas que intentaba tapar con sus manos. Se había sentido un poco culpable por echarle en cara algo demasiado obvio.
Sai se sonrojó un poco y comenzó a jalarle la coleta suavemente en señal de venganza.
—Ay, no hagas eso… — se quejaba Matsuri entre risas.
—Deberías dejar eso. — dijo Gaara que se apareció de sorpresa al frente de ellos. Miró a Sai con una mirada que reprochaba ese acto y luego se dirigió a la joven. El joven de ojos negros había soltado a la menor y había bajado la cabeza. Por alguna razón se sentía muy avergonzado que el pelirrojo le haya dirigido esa mirada tan desafiante.
— ¡Eres mi salvador! — exclamó la joven de cabello castaño acercándose al pelirrojo y tomándolo del brazo. Ella se tomaba la libertad de guiar a Gaara hasta el comedor, en tanto aprovechaba de sonreír y mirar al azabache que ya se encontraba superando ese reto.
Fue así que ambos se sentaron en una mesa para cuatro personas. Matsuri se las ingenió para quedar al lado de Gaara y tener al frente a Sai.
El joven de ojos negros no sabía qué pensar sobre esa chica. Parecía que su relación de amistad se basaría en amor y odio. Un fastidio encantador, tal vez.
Continuará...
Para mis cientos de fans, dejo los demás capítulos en otra página para no hacer doble post.
Lista de capítulos
Capítulo I: Libertad | Capítulo II: Amigo | Capítulo III: Gaara | Capítulo IV: Baños Públicos | Capítulo V: Ratón de laboratorio | Capítulo VI: Cicatriz que perdura | Capítulo VII: Cambio inesperado | Capítulo VIII: Rompiendo el hielo | Capítulo IX: Un recuerdo | Capítulo X: Una sonrisa cambia todo | Capítulo XI: Paso a Paso | Capítulo XII: Empezar | Capítulo XIII: El rojo de una rosa | Capítulo XIV: Detente | Capítulo XV: Amenaza | Capítulo XVI: Matsuri | Capítulo XVII: Entre artistas | Capítulo XVIII: Semana de caos | Capítulo XIX: Razón de ser | Capítulo XX: A un paso | Capítulo XXI: Cambio de roles | Capítulo XXII: Entre la espada y la pared | Capítulo XXIII: Dejar en claro y huir (NUEVO)
RasputinSin vida social - It's JJ Style!
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05/06/2011
Viktuuri
Hunter x Hunter (2011) | Ping pong animation | Full Metal Alchemist | Yuri on ice
Pokemon Sol y Luna | All Out!! | Sangatsu no Lion | Super Horny 2
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Ocio, ven a mí
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» Esos ojos de menta [en proceso]
» ~Eres un Idiota [Magnus x Alec] [En Proceso] [+16]
» Hola mundo
» He vuelto mundo!!!
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