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Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )

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Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 Empty Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )

Mensaje por naome_uchiha Mar Abr 26, 2011 1:46 pm

me encantooo.... Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 261274
o del dr. lewis...ohhh sabia casi toda la vida de naruto.. Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 143775
Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 184801 y ese rodney.. que locoooo Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 632887
si naruto estaba lo... Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 728819
pero buenoo.. jejejej... Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 6088
Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 856194 espero contiiiiiiiiiiii... Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 461190
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Mensaje por the_best_girl Mar Abr 26, 2011 8:44 pm

ah por fin ya era hora ya empezaba a impacientarme, buen cp eta historia enserio me encanta
+1 querida reika_chan.


si no es mucha molestia me gustaria pedirte que la proxima vez pongas el tamaño de las letras mas grandes y en color negro es que leerlas de ese tamaño y color hacen que me duela la cabeza.
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Mensaje por kathleen1100 Miér Abr 27, 2011 7:58 am

quiero la conti que miedo
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Mensaje por Gabriela alejandra Jue Abr 28, 2011 8:50 am


contiii estuvo muy interesantee!!!!!!!




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Mensaje por Reika_chan Dom Mayo 08, 2011 11:53 am

lol! Hola chicas, tanto tiempo, eeh, siiii ya se me tarde...de nuevo ...bueno, bueno lo importante es que ya traje el capi, y esa Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 427950 , exelente como siempre.
Bueno se las dejo leer.
Capítulo 11
Sakura observaba cómo Naruto se paseaba nervioso, por delante de su puesto, mientras hacía una tirada para un turista. ¡Dios santo!, podría pasarse todo el día observándolo caminar. Ese modo de andar hacía saltar los ojos de las órbitas, y a ella le entraban unos deseos terribles de salir corriendo a casa, agarrar a Sasuke y hacerle unas cuantas cosas pecaminosas.
Una y otra vez, las mujeres se acercaban a él, pero Naruto no tardaba en quitárselas de en medio. Era ciertamente divertido ver a todas esas chicas pavoneándose a su alrededor mientras él permanecía ajeno a sus estratagemas. Nunca le había parecido posible que un hombre actuara así.
Pero claro, hasta ella podía llegar a aborrecer el chocolate si se daba un atracón.
Y por el modo en que las mujeres respondían a la presencia de Naruto, dedujo que él ya había sufrido más de un dolor de tripa causado por un empacho. La verdad es que parecía muy preocupado.
Y Sakura se sentía fatal por lo que les había hecho a ambos, a él y a Hinata. Su idea parecía bastante sencilla en un principio. Si hubiese reflexionado un poco más…
¿Pero cómo iba a saber quién era Naruto? Claro, que su nombre podía haber hecho sonar algún timbre en su mente; de todos modos, su especialidad era la Edad de Bronce griega que, hasta para la época de Naruto, era la Prehistoria.
Y tampoco había creído que el tipo del libro fuese realmente humano. Pensaba que era alguna clase de genio o criatura mágica, sin pasado ni sentimientos.
¡Señor!, cuando metía la pata lo hacía hasta el fondo.
Meneando la cabeza, observó cómo Naruto rechazaba otra oferta, esta vez procedente de una atractiva pelirroja. El hombre era un verdadero imán de estrógenos.
Acabó la lectura.
Naruto esperó unos minutos y se acercó a la mesa.
–Llévame con Hinata.
No era una petición, no. Estaba segura de que era el mismo tono de voz que empleaba para dirigir a su ejército en mitad de una batalla.
–Dijo que…
–No me importa lo que dijese. Necesito verla.
Sakura envolvió la baraja en el pañuelo negro de seda. ¿Qué demonios? Tampoco es que necesitara que su mejor amiga volviera a hablarle.
–Vas directo a tu funeral.
–Ojalá –dijo en voz tan baja que ella no pudo estar segura de haber escuchado correctamente.
La ayudó a recoger sus trastos para meterlos en el carrito, y llevarlo todo hasta la pequeña caseta que tenía alquilada para guardarlo.
Sin pérdida de tiempo, llegaron a casa de Hinata.
Aparcaron en el camino del jardín justo cuando Hinata estaba guardando sus maletas.
–¡Hola, Hinata! –saludó Sakura–. ¿Dónde vas?
Ella miró furiosa a Naruto.
–Me marcho por unos días.
–¿Dónde? –le preguntó su amiga.
Hinata no contestó.
Naruto salió del coche y se acercó a ella. Iba a arreglar las cosas, costase lo que costase.
Hinata arrojó una bolsa al maletero y se alejó de Naruto.
Él la cogió por un brazo.
–No has contestado a la pregunta.
Ella se zafó de su mano.
–¿Y qué vas a hacer, pegarme si no lo hago? –le dijo, mirándolo con los ojos entrecerrados.
Naruto se encogió ante el evidente rencor.
–¿Y te extrañas de que quiera marcharme? –Entonces se dio cuenta. A Hinata le estaba costando horrores contener las lágrimas. Tenía los ojos húmedos y brillantes. La culpa lo asaltó–. Lo siento, Hinata –murmuró mientras cubría su mejilla con la mano–. No pretendía hacerte daño.
Hinata observó la batalla que mantenían el arrepentimiento y el deseo en el rostro de Naruto. Su caricia era tan tierna y tan suave… Por un instante, estuvo a punto de creer que, en realidad, él se preocupaba por ella.
–Yo también lo siento –susurró–. Ya sé que no tienes la culpa.
Él soltó una brusca y amarga carcajada.
–En realidad, todo lo que sucede es culpa mía.
–¡Eh! ¿Me puedo fiar de vosotros? –preguntó Sakura.
Naruto miró a Hinata con ardiente intensidad, atrapando su mirada y haciéndola temblar.
–¿Quieres que me vaya? –le preguntó.
No, no quería. Ésa era la base de todo el problema. Que no quería que volviera a abandonarla. Jamás.
Hinata cogió las manos de Naruto entre las suyas y las apartó de su rostro.
–Todo está solucionado, Sakura.
–En ese caso, me voy a casa. Nos vemos.
Hinata apenas si fue consciente de que su amiga ponía en marcha el coche y se alejaba. Toda su atención estaba puesta en Naruto.
–¿Ahora me vas a decir dónde vas? –le preguntó.
Por primera vez, desde que la policía se marchó, Hinata sintió que podía respirar. Con la presencia de Naruto, el miedo se desvaneció como la niebla bajo el sol.
Se sentía segura.
–¿Recuerdas lo que te conté sobre Rodney Carmichael?
Él asintió.
–Estuvo aquí hace un rato. Él… él me inquieta.
La expresión gélida y severa que adoptó el rostro de Naruto la dejó atónita.
–¿Dónde está ahora?
–No lo sé. Se esfumó al llegar la policía. Por eso me marchaba. Iba a quedarme en un hotel.
–¿Todavía quieres marcharte?
Hinata negó con la cabeza. Con él allí, se sentía completamente a salvo.
–Cogeré tu bolsa –le dijo. La sacó y cerró el maletero.
Hinata se encaminó hacia la casa.
Pasaron el resto del día en una apacible soledad. Al llegar la noche, se tumbaron delante del sofá, reclinados sobre los cojines.
Hinata apoyó la cabeza en el duro vientre de Naruto mientras acaba de leerle Peter Pan y hacía todo lo posible para no distraerse con el maravilloso olor que desprendía su cuerpo. Y con lo maravillosamente bien que estaba, apoyada sobre sus abdominales.
Tenía que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no darse la vuelta y explorar los firmes músculos de su torso con la boca.
Naruto le acariciaba lentamente el pelo mientras la observaba. Señor, sus manos hacían que le ardiera la piel. Le hacían desear arrancarle la ropa y saborear cada centímetro de su cuerpo.
–Fin –dijo ella, cerrando el libro.
La abrasadora mirada de Naruto le quitó el aliento.
Se estiró y arqueó levemente la espalda, apoyándose con más fuerza sobre él.
–¿Quieres que te lea algo más?
–Sí, por favor. Tu voz me relaja.
Ella lo miró fijamente por un instante y, después, sonrió. No recordaba que ningún otro cumplido hubiese significado tanto para ella como aquél.
–Tengo la mayoría de los libros en mi habitación –le dijo mientras se ponía en pie–. Vamos, te enseñaré mi tesoro escondido y encontraremos algo que nos guste.
La siguió escaleras arriba.
Hinata notó que Naruto observaba la cama con deseo y después la miraba a ella.
Fingió no darse cuenta y abrió la puerta del enorme vestidor. Encendió la luz y pasó una mano con cariño por las estanterías que su padre había colocado tantos años atrás.
Su padre y su mejor amigo se lo habían pasado en grande mientras colocaban las estanterías. Los dos eran profesores, y tenían la habitación hecha un desastre. Su padre acabó con dos uñas negras antes de que todo estuviese terminado. Su madre no había dejado de reírse y de llamar a su marido «carpintero profesional», pero a él no parecía importarle. La expresión de orgullo en su rostro cuando todo estuvo terminado, y los libros de Hinata colocados en las estanterías, quedó impresa para siempre en el corazón de su hija.
Cómo adoraba esa estancia. Aquí era donde realmente sentía el amor de sus padres. Aquí se refugiaba y huía de los problemas y sufrimientos que la perseguían.
Cada libro guardado allí era un recuerdo especial, y todos ellos formaban parte de su mundo. Miró a su izquierda y vio Shanna, con la que había comenzado su afición a la novela romántica. The Wolfling, la había introducido en la ciencia ficción. Y su adorado Bimbos del Sol Muerto, su primera novela de misterio.
También estaban allí las viejas novelas de sus padres, y las tres copias de los libros de texto que su padre había escrito antes de que ella naciera.
Éste era su santuario y Naruto era, sin contar a sus padres, la primera persona que ponía un pie en él.
–Llevas tiempo coleccionando libros –comentó él mientras echaba un vistazo a las estanterías.
Ella asintió.
–Fueron mis mejores amigos mientras crecía. Creo que el amor por la lectura es el mejor regalo que mis padres me han dado –alzó el libro de Peter Pan–. Éste era de mi padre, de cuando era niño. Es mi posesión más preciada.
Lo devolvió a una de las estanterías y cogió un ejemplar de Belleza Negra.
–Mi madre me leía éste una y otra vez.
Hizo un pequeño recorrido, mostrándole sus libros.
–Rebeldes –susurró con adoración–. Era mi libro favorito en el instituto. ¡Ah!, junto con éste, ¿Puedes demandar a tus padres por abuso de autoridad?
Naruto se rió.
–Ya veo que significan mucho para ti. Se te ilumina el rostro cuando hablas de ellos.
Algo en su mirada le dijo a Hinata que él estaba pensando en otro modo de hacer que se iluminara…
Tragando saliva ante la idea, se dio la vuelta y rebuscó en la estantería de la derecha, donde guardaba los clásicos, mientras Naruto seguía mirando los de la izquierda.
–¿Qué te parece éste? –le preguntó él, con una de sus novelas románticas en la mano.
Hinata soltó una risita nerviosa al ver a la pareja que se abrazaba medio desnuda en la portada.
–¡Señor!, me parece que no.
Él miró la portada y alzó una ceja.
–Vale –dijo Hinata quitándole el libro de la mano–. Has descubierto mi más profundo secreto. Soy una adicta a las novelas románticas, pero lo último que necesitas es que te lea una apasionada escena de amor en voz alta. Muchísimas gracias, pero no.
Naruto le miró fijamente los labios.
–Preferiría recrear una apasionada escena de amor contigo –dijo en voz baja, acercándose a ella.
Hinata comenzó a temblar. Tenía la espalda pegada a la estantería y no podía retroceder más. Naruto colocó un brazo sobre su cabeza y acercó su cuerpo al suyo, hasta dejarlos unidos. Entonces, bajó la cabeza y se acercó a su boca.
Hinata cerró los ojos. La presencia de Naruto inundaba todos sus sentidos. La rodeaba de una forma extremadamente perturbadora.
Por una vez, él mantuvo las manos quietas y se limitó a tocarla tan sólo con los labios. Daba igual. La cabeza de Hinata comenzó a girar de todos modos.
¿Cómo había podido su esposa elegir a otro hombre teniéndolo a él? ¿Cómo podía rechazarlo una mujer en su sano juicio? Este hombre era el paraíso.
Naruto profundizó el beso, explorando su boca con la lengua. Hinata sentía los latidos de su corazón mientras él se acercaba aún más y sus músculos la envolvían.
Jamás había sido tan consciente de la presencia de otro ser humano. Él la ponía al límite, le hacía experimentar sensaciones que no sabía que pudiesen existir.
Naruto se retiró un poco y apoyó la mejilla sobre la de Hinata. Su aliento caía sobre su pelo y le erizaba la piel.
–Tengo unos deseos horribles de estar dentro de ti, Hinata –murmuró–. Quiero sentir tus piernas alrededor de mi cuerpo, sentir tus pechos debajo de mí, escucharte gemir mientras te hago el amor lentamente. Quiero que tu aroma quede impreso en mi cuerpo y que tu aliento me queme la piel.
Todo su cuerpo se tensó antes de separarse de ella.
–Pero ya estoy acostumbrado a desear cosas que no puedo tener –susurró.
Ella le tocó el brazo. Naruto cogió su mano, se la llevó a los labios y depositó un rastro de pequeños besos sobre los nudillos.
El deseo que se reflejaba en su apuesto rostro hacía que a hinata le doliera todo el cuerpo.
–Busca un libro y me comportaré.
Tragó saliva mientras él se alejaba. Entonces, se fijó en su viejo ejemplar de La Ilíada. Sonrió. Le iba a encantar, estaba segura.
Lo cogió y bajó las escaleras.
Naruto estaba sentado delante del sofá.
–¡Adivina lo que he encontrado! –exclamó Hinata excitada.
–No tengo la más remota idea.
Ella lo sostuvo en alto y sonrió.
–¡La Ilíada!
Naruto se animó al instante y los hoyuelos relampaguearon en su rostro.
–Cántame, ¡Oh Diosa!
–Muy bien –respondió ella, sentándose a su lado–. Y esto te va a gustar todavía más: es una versión bilingüe; con el original griego y la traducción inglesa.
Y se lo dejó para que lo viera.
La expresión de Naruto fue la misma que habría puesto si le hubieran entregado el tesoro de un rey. Abrió el libro y, de inmediato, sus ojos volaron sobre las páginas mientras pasaba la mano reverentemente por las hojas, cubiertas con la antigua escritura griega.
Era incapaz de creer que estuviese viendo de nuevo su idioma escrito, después de tanto tiempo. Hacía una eternidad que no lo leía en otro lugar que no fuese su brazo.
Siempre le habían encantado La Ilíada y La Odisea. De niño, había pasado horas oculto tras los barracones, leyendo pergaminos una y otra vez; o escabulléndose para escuchar a los bardos en la plaza de la ciudad.
Entendía muy bien lo que sentía Hinata por sus libros. Él había sentido lo mismo en su juventud. A la más mínima oportunidad, se escapaba a su mundo de fantasía, donde los héroes siempre triunfaban, los demonios y villanos eran aniquilados, y los padres y las madres amaban a sus hijos.
En las historias no había hambre ni dolor, sino libertad y esperanza. Fue a través de esas historias como aprendió lo que eran la compasión y la ternura. El honor y la integridad.
Hinata se arrodilló junto a él.
–Echas de menos tu hogar, ¿verdad?
Naruto apartó la mirada. Sólo echaba de menos a sus hijos.
Al contrario que a Kyrian, la lucha nunca le había atraído. El hedor de la muerte y la sangre, los quejidos de los moribundos. Sólo había luchado porque era lo que se esperaba de él. Y había liderado un ejército porque, como bien dijo Platón, cada ser humano está capacitado por naturaleza para realizar una actividad a la cual se entrega. Por su naturaleza, Naruto siempre había sido un líder y no podía seguir las órdenes de nadie.
No, no lo echaba de menos, pero…
–Fue lo único que conocí.
Hinata le rozó el hombro, pero fue la preocupación que reflejaban sus ojos grises lo que le desarmó.
–¿Querías que tu hijo fuese un soldado?
Él negó con la cabeza.
–Jamás quise que truncaran su juventud como les ocurrió a tantos de mis hombres –contestó con la voz ronca–. Bastante irónico, ¿no es cierto? Ni siquiera le habría permitido que jugara con la espada de madera que Kyrian le regaló para su cumpleaños; ni le hubiese dejado tocar la mía mientras estuviese en casa.
Hinata enlazó las manos en su cuello y tiró de él para acercarlo. Sus caricias eran tan increíblemente relajantes… Hacían que la soledad doliese aún más.
–¿Cómo se llamaba?
Naruto tragó saliva. No había pronunciado los nombres de sus hijos desde el día de su muerte. No se había atrevido pero, no obstante, quería compartirlos con Hinata.
–Atolycus. Mi hija se llamaba Calista.
Hinata lo miró con una sonrisa triste, como si compartiera su dolor por la pérdida.
–Tenían unos nombres preciosos.
–Eran unos niños preciosos.
–Si se parecían en algo a ti, me lo creo.
Eso había sido lo más hermoso que nadie le había dicho jamás.
Naruto le pasó la mano por el pelo, dejando que los mechones se escurrieran sobre su palma. Cerró los ojos y deseó poder quedarse así para siempre.
El miedo a tener que abandonarla lo estaba destrozando. Nunca le había gustado la idea de ser engullido por aquel desolado infierno que era el libro; pero ahora, al pensar que jamás volvería a verla, que jamás volvería a oler el dulce aroma de su piel, que sus manos jamás volverían a rozar el suave rubor de sus mejillas…
No podía soportarlo. Era demasiado.
¡Por los dioses!, y había creído hasta entonces que estaba maldito…
Hinata se alejó un poco, lo besó suavemente en los labios y cogió el libro.
Naruto tragó. Ella quería rescatarlo y, por primera vez durante todos aquellos siglos, quería ser rescatado.
Se tendió en el suelo para que Hinata pudiese apoyar la cabeza en él. Le encantaba sentirla así. Sentir su pelo extendiéndose sobre los brazos y el torso.
Estuvieron tendidos en el suelo hasta las primeras horas de la madrugada; Naruto la escuchaba mientras leía la Odisea y narraba las historias de Aquiles.
Observaba cómo el cansancio iba haciendo mella en ella, pero continuaba leyendo. Finalmente, cerró los ojos y se quedó dormida.
Naruto sonrió y le quitó el libro de las manos para dejarlo a un lado. Le acarició la mejilla con la palma de la mano durante un instante.
No tenía sueño. No quería desaprovechar ni un solo segundo del tiempo que tenía para estar a su lado. Quería contemplarla, tocarla. Absorberla. Porque atesoraría esos recuerdos durante toda la eternidad.
Nunca había pasado una noche así: tumbado tranquilamente en el suelo junto a una mujer, sin que ella montara su cuerpo y le exigiese que la tocara y la poseyera.
En su época, los hombres y las mujeres no solían pasar demasiado tiempo juntos. Durante las temporadas que pasó en su hogar, Penélope le hablaba en raras ocasiones. De hecho, no había demostrado mucho interés en él.
Por las noches, cuando la buscaba, no lo rechazaba. Pero, no obstante, no estaba ansiosa por sus caricias. Siempre había conseguido engatusarla para que su cuerpo le respondiera apasionadamente, pero no así su corazón.
Deslizó las manos por el pelo negro de Hinata, extasiado por la sensación de tenerlo entre los dedos. Su mirada se detuvo sobre su anillo. Brillaba tenuemente, captando la escasa luz de la estancia.
En su mente, lo veía cubierto de sangre. Recordaba cómo se le clavaba en el dedo mientras blandía la espada en mitad de una batalla. Ese anillo lo había significado todo para él, y no le había resultado fácil conseguirlo. Se lo había ganado con el sudor de su frente y con las numerosas heridas que sufrió su cuerpo. Le había costado mucho, pero había merecido la pena.
Durante un tiempo fue respetado, aunque no lo amaran. En su vida como mortal, eso había sido esencial.
Suspirando, echó la cabeza hacia atrás para apoyarse en el cojín del sofá que había puesto sobre el suelo y cerró los ojos.
Cuando por fin se deslizó entre las neblinas del sueño, no fueron los rostros del pasado los que poblaron su mente, fue la imagen de unos claros ojos grises que se reían con él, de una negra melena que se desparramaba por su pecho y de una voz suave que leía palabras que le resultaban familiares aunque, de algún modo, extrañas.
Hinata se desperezó lánguidamente al despertarse. Abrió los ojos y se sorprendió al darse cuenta de que tenía la cabeza sobre el abdomen de Naruto. Él tenía la mano enterrada en su pelo y, por la respiración relajada y profunda, supo que todavía estaba dormido.
Alzó la mirada hacia su rostro. Tenía una expresión tranquila, casi infantil.
Y entonces fue consciente de algo: no había tenido la pesadilla. Había dormido toda la noche.
Sonriendo, intentó levantarse muy despacio para no despertarlo.
No funcionó. Tan pronto como levantó la cabeza, Naruto abrió los ojos y la abrasó con una intensa mirada.
–Hinata –dijo en voz baja.
–No quería despertarte.
Ella señaló las escaleras con el pulgar.
–Iba arriba a darme una ducha. ¿Debería cerrar la puerta?
La recorrió con ojos ardientes.
–No, creo que puedo comportarme.
Ella sonrió.
–Me parece que ya he oído eso antes.
Naruto no contestó.
Hinata subió y se dio una ducha rápida.
Una vez acabó, fue a su habitación y se encontró a Naruto tumbado en la cama, hojeando su ejemplar de La Ilíada.
La miró con expresión absorta al darse cuenta de sólo llevaba puesta una toalla. Una lasciva sonrisa hizo que sus hoyuelos aparecieran en todo su esplendor, y la temperatura del cuerpo de Hinata ascendió varios grados.
–Me pongo la ropa y…
–No –le dijo con tono autoritario.
–¿Que no qué? –preguntó incrédula.
La expresión de Naruto se suavizó.
–Preferiría que te vistieras aquí.
–Naruto…
–Por favor.
Hinata se puso muy nerviosa ante la petición. Jamás había hecho algo así en su vida. Y se sentía avergonzada.
–Por favor, por favor… –volvió a rogarle con una leve sonrisa.
¿Qué mujer le diría que no a una expresión como ésa?
Lo miró con recelo.
–No te atrevas a reírte –le dijo mientras abría vacilante la toalla.
Naruto miró sus pechos con ojos hambrientos.
–Puedes estar completamente segura de que la risa es lo último que se me pasa por la mente en estos momentos.
Y entonces, se levantó de la cama y se acercó a la cómoda, donde Hinata guardaba la ropa interior, con los movimientos gráciles de un depredador. Un extraño escalofrío recorrió la espalda de Hinata mientras observaba cómo la mano de Naruto rebuscaba entre sus braguitas hasta encontrar las de seda negra que Sakura le había regalado de broma.
Naruto las sacó y se arrodilló en el suelo delante de ella, con toda la intención de ayudarla a ponérselas. Sin aliento y totalmente entregada a la seducción, Hinata miró sus rizos rubios mientras elevaba una pierna para dejar que él le pasara las braguitas por el pie.
Tras sus manos, que deslizaban la seda ascendiendo por su pierna, sus labios dejaban un reguero de besos que la hicieron estremecerse. Para mayor devastación de todos sus sentidos, abrió las manos y las colocó sobre sus muslos con los dedos totalmente extendidos. Y lo que fue aún peor, una vez las braguitas estuvieron colocadas en su sitio, la acarició levemente entre las piernas antes de apartarse.
A continuación, sacó el sujetador negro a juego.
Como una muñeca sin voluntad propia, dejó que se lo pusiera. Las manos de Naruto rozaron los pezones, mientras abrochaba el enganche delantero; una vez cerrado, las deslizó bajo el satén y la acarició con deleite, erizándole la piel.
Naruto inclinó la cabeza y capturó sus labios. Podía sentir el fuego consumiéndolo, exigiéndole que la poseyera. Exigiéndole que aliviara el dolor de su entrepierna aunque fuese por un instante.
Hinata gimió cuando él profundizó el beso y se dejó llevar por completo. Naruto la alzó en brazos para tenderla sobre la cama. De forma instintiva, ella le rodeó la cintura con las piernas y siseó al sentir los duros abdominales presionando sobre su sexo.
Naruto le pasó las manos por la espalda. La visión de su cuerpo húmedo y desnudo estaba grabada a fuego en su mente. Había llegado a un punto sin retorno cuando un destello de luz cegadora iluminó la habitación.
Con los ojos doloridos por el resplandor, Naruto se separó de ella.
–¿Has sido tú? –le preguntó ella sin aliento, mirándolo arrobada.
Risueño, Naruto negó con la cabeza.
–Ojalá pudiera atribuírmelo, pero estoy bastante seguro de que tiene otro origen.
Echó un vistazo a la habitación y sus ojos se detuvieron sobre la cama. Parpadeó.
No podía ser…
–¿Qué es eso? –preguntó Hinata, girándose para mirar la cama.
–Es mi escudo –contestó naruto, incapaz de creerlo.
Hacía siglos que no veía su escudo. Atónito, lo contempló fijamente. Estaba en el mismo centro de la cama y emitía débiles destellos bajo la luz.
Conocía cada muesca y arañazo que había en él; recordaba cada uno de los golpes que los habían producido.
Temeroso de estar soñando, alargó el brazo para tocar el relieve en bronce de Atenea y su búho.
–¿Y tu espada también?
Naruto le agarró la mano antes de que pudiera tocarla.
–Ésa es la Espada de Cronos. No la toques jamás. Si alguien que no lleva su sangre la toca, su piel quedará marcada para siempre con una terrible quemadura.
–¿En serio? –preguntó, bajándose de la cama para alejarse de la espada.
–En serio.
Hinata miró a la cama con el ceño fruncido.
–¿Qué hacen aquí?
–No lo sé.
–¿Y quién los envía?
–No lo sé.
–Pues no me estás ayudando mucho.
Naruto no pareció captar su sarcasmo. En lugar de darse por aludido, Hinata lo observó contemplar su escudo. Pasaba la mano sobre él como un padre que mira con adoración a un hijo largo tiempo perdido.
Cogió su espada y la depositó en el suelo, debajo de la cama.
–No olvides que está aquí –le dijo muy serio–. Ten mucho cuidado de no tocarla.
Su expresión se volvió más ceñuda al incorporarse. Miró de nuevo el escudo.
–Debe ser obra de mi madre. Sólo ella o uno de sus hijos podrían enviármelos.
–¿Y por qué iba a hacerlo?
Naruto entrecerró los ojos mientras recordaba el resto de la leyenda que rodeaba a su espada.
–Estoy seguro de que ha enviado mi espada por si tengo que enfrentarme con Príapo. La Espada de Cronos también es conocida como la Espada de la Justicia. No acabará con su vida, pero hará que ocupe mi lugar en el libro.
–¿Estás hablando en serio?
Naruto asintió.
–¿Puedo tocar el escudo?
–Claro.
Hinata pasó la mano sobre las incrustaciones doradas y negras que formaban la imagen de Atenea y el búho.
–Es muy bonito –dijo, maravillada.
–Kyrian lo mandó hacer cuando me nombraron General Supremo.
Hinata acarició la inscripción grabada bajo la figura de Atenea.
–¿Qué dice aquí?
–«La muerte antes que el deshonor» –dijo con un nudo en la garganta.
Naruto sonrió con melancolía al recordar a Kyrian junto a él durante las batallas.
–El escudo de Kyrian decía: «El botín para el vencedor». Solía mirarme antes de la lucha, y decir: «Tú te llevas el honor, adelfos16, y yo me quedo con el botín».

16 Adelfos: “Hermano” en griego

Hinata permaneció en silencio al escuchar el extraño tono de su voz. Intentando imaginar su apariencia con el escudo en alto, se acercó un poco más.
–¿Kyrian? ¿El hombre que fue crucificado?
–Sí.
–Lo apreciabas mucho, ¿verdad?
Él sonrió con tristeza.
–Le llevó un tiempo acostumbrarse a mí. Yo tenía veintitrés años cuando su tío lo asignó a mi tropa, después de advertirme concienzudamente de lo que me sucedería si dejaba que Su Alteza fuese herido.
–¿Era un príncipe?
Naruto asintió.
–Y no tenía miedo a nada. Apenas si llegaba a los veinte años y luchaba o se metía en peleas sin estar preparado, sin creer que pudiesen hacerle daño. Me daba la sensación de que cada vez que me daba la vuelta, tenía que sacarlo a rastras de algún extraño contratiempo. Pero resultaba muy difícil no apreciarlo. A pesar de su carácter exaltado, tenía un gran sentido del humor y era completamente leal. –Pasó la mano por el escudo–. Ojalá hubiese estado allí para poder salvarlo de los romanos.
Hinata le acarició el brazo en un gesto comprensivo.
–Estoy segura de que los dos juntos habríais sido capaces de salir de cualquier atolladero.
Los ojos de Naruto se iluminaron al escucharla.
–Cuando nuestros ejércitos marchaban juntos, éramos invencibles. –Tensó la mandíbula al mirarla–. Hubiese sido cuestión de tiempo que Roma fuese nuestra.
–¿Por qué depreciabais tanto al Imperio Romano?
–Juré que destruiría Roma el mismo día que conquistaron Primaria. Kyrian y yo fuimos enviados para ayudarlos en la lucha, pero cuando llegamos era demasiado tarde. Los romanos habían rodeado la ciudad y habían asesinado salvajemente a todas las mujeres y a los niños. Jamás había visto una carnicería semejante. –Su mirada se oscureció–. Estábamos intentando enterrar a los muertos cuando los romanos nos tendieron una emboscada.
Hinata se quedó helada al escucharlo.
–¿Qué ocurrió?
–Derroté a Livio y estaba a punto de matarlo en el momento en que intervino Príapo. Lanzó un rayo a mi caballo y caí en mitad de las tropas romanas. Estaba seguro de iba a morir cuando Kyrian apareció de la nada. Hizo retroceder a Livio hasta que pude ponerme en pie de nuevo. Livio llamó a sus hombres a retirada y desapareció antes de que pudiésemos acabar con él.
Hinata fue consciente de la proximidad de Naruto. Estaba detrás de ella, tan cerca que podía sentir el calor que emanaba de él. Colocó los brazos a ambos lados de su cuerpo, atrapándola entre él y la cama, y se apoyó sobre su espalda.
Ella apretó los dientes ante la ferocidad del deseo que la invadió. Naruto no la estaba tocando, pero sus sentidos estaban tan desbocados como si sus manos la acariciasen. Él inclinó la cabeza y le mordisqueó el cuello.
La sensación de su lengua sobre la piel consiguió que todas sus hormonas cobraran vida. Arqueó la espalda mientras un estremecimiento le recorría los pechos. Si no lo detenía…
–Naruto –balbució; su voz no logró trasmitir la advertencia que pretendía.
–Lo sé –susurró él–. Voy de camino a darme una ducha fría.
Mientras salía de la habitación, Hinata lo escuchó gruñir una palabra en voz baja:
–Solo.
Después de desayunar, Hinata decidió enseñarle a conducir.
–Esto es ridículo –protestó Naruto mientras Hinata aparcaba en el estacionamiento del instituto.
–¡Venga ya! –se burló ella–. ¿No sientes curiosidad?
–No.
–¿Que no?
Naruto suspiró.
–Esta bien, un poco.
–Bueno, entonces imagina las historias sobre la gran bestia de acero que condujiste alrededor de un aparcamiento que podrás contarles a tus hombres cuando regreses a Macedonia.
Naruto la miró perplejo.
–¿Eso significa que estás de acuerdo con que me marche?
No, quiso gritarle. Pero en lugar de eso, suspiró. En el fondo, sabía que jamás podría pedirle que abandonara todo lo que había sido para quedarse con ella.
Naruto de Macedonia era un héroe. Una leyenda.
Jamás podría ser un hombre de carácter tranquilo del siglo veintiuno.
–Sé que no puedo hacer que te quedes conmigo. No eres un cachorrito abandonado que me ha seguido a casa.
Naruto se tensó al escucharla. Tenía razón. Por eso le resultaba tan difícil abandonarla. ¿Cómo podía separarse de la única persona que lo veía como a un hombre?
No sabía por qué quería enseñarlo a conducir pero, de todas formas, notaba que se sentía feliz compartiendo su mundo con él. Y, por alguna razón que no quería analizar demasiado a fondo, le gustaba hacerla feliz.
–Muy bien. Enséñame a dominar a esta bestia.
Hinata salió del coche para que Naruto pudiese sentarse en el asiento del conductor.
Tan pronto como Naruto se sentó, ella hizo una mueca al ver a un hombre, de casi un metro noventa, encogido para poder acomodarse en un asiento dispuesto para una mujer de uno cincuenta y cinco.
–Lo siento, se me ha olvidado mover el asiento.
–No puedo moverme ni respirar, pero no te preocupes, estoy bien.
Ella se rió.
–Hay una palanca bajo el asiento. Tira de ella y podrás moverlo hacia atrás.
Naruto lo intentó, pero el espacio era tan estrecho, que no la alcanzaba.
–Espera, yo lo haré.
Echó la cabeza hacia atrás cuando Hinata se inclinó por encima de su muslo y apretó los pechos sobre su pierna para pasarle el brazo entre las rodillas. Su cuerpo reaccionó de inmediato, endureciéndose y comenzando a arder.
Cuando ella apoyó la mejilla sobre su entrepierna al tirar de la palanca, Naruto pensó que estaba a punto de morir.
–¿Te has dado cuenta de que estás en la posición perfecta para…?
–¡Naruto! –exclamó ella, retrocediendo para ver el abultamiento de sus vaqueros. Su rostro adquirió un brillante tono rojo–. Lo siento.
–Yo también –contestó él en voz baja.
Desafortunadamente, todavía tenía que mover el asiento, así que Naruto se vio forzado a soportar la postura una vez más.
Apretando los dientes, alzó un brazo y se agarró al reposacabezas con fuerza. Era lo único que podía hacer para no ceder a la salvaje lujuria.
–¿Estás bien? –le preguntó ella, una vez colocó el asiento en su sitio y volvió al suyo.
–¡Claro! –contestó él con tono sarcástico–. Teniendo en cuenta que he caminado sobre brasas que resultaron menos dolorosas que lo que está soportando en este momento mi entrepierna, estoy fenomenal.
–Ya te he pedido perdón.
Él la miró fijamente.
Hinata le dio unas palmaditas en el brazo.
–Venga, ¿llegas bien a los pedales?
–Me encantaría llegar hasta los tuyos…
–¡Naruto! –exclamó de nuevo Hinata. Era un hombre verdaderamente libidinoso–. ¿Quieres concentrarte?
–De acuerdo, ya me estoy concentrando.
–En mis pechos, no.
Naruto bajó la mirada hacia el regazo de Hinata.
–Ni ahí tampoco.
Para su sorpresa, hizo un puchero semejante al de un niño enfadado. La expresión era tan extraña en él que Hinata no tuvo más remedio que reírse de nuevo.
–Vale –le dijo ella–. El pedal que está a tu izquierda, es el embrague; el del medio es el freno y el de la derecha, el acelerador. ¿Te acuerdas de lo que te explicado sobre ellos?
–Sí.
–Bien. Ahora, lo primero que tienes que hacer es apretar el embrague y meter la marcha. –Y diciendo esto, colocó la mano sobre la palanca de cambios, situada entre los dos asientos, y le enseñó cómo debía moverla.
–En serio, Hinata. No deberías acariciar eso de esa forma delante de mí. Es una crueldad por tu parte.
–¡Naruto! ¿Te importaría prestar atención? Estoy intentando enseñarte a cambiar de marcha.
Él resopló.
–Ojalá me cambiaras a mí las marchas del mismo modo.
Con un brillo malicioso en los ojos, soltó el embrague antes de la cuenta y el coche se caló.
–Se supone que esto no debería pasar, ¿verdad? –preguntó.
–No, a menos que quieras tener un accidente.
Él suspiró y lo intentó de nuevo.
Una hora más tarde, después que se las hubiera arreglado para dar una vuelta alrededor del estacionamiento sin golpear los postes y sin que el coche se le calara, Hinata se dio por vencida.
–Menos mal que fuiste mejor general que conductor.
–Ja, ja –exclamó él sarcásticamente, pero con un brillo en la mirada que indicó a Hinata que no estaba ofendido–. Lo único que alegaré en mi defensa es que el primer vehículo que conduje fue un carro de guerra.
Hinata le sonrió.
–Bueno, en estas calles no estamos en guerra.
Con una mirada escéptica, él le respondió:
–Yo no diría eso después de haber visto las noticias de la noche. –Apagó el motor–. Creo que dejaré que conduzcas un rato.
–Muy inteligente por tu parte. No puedo permitirme comprar un coche nuevo de ninguna forma.
Salió del coche para cambiar de asiento; pero al cruzarse a la altura del maletero, Naruto la sostuvo para darle un beso tan tórrido que ella acabó mareada. Él le cogió las manos y las sostuvo sobre sus estrechas caderas mientras mordisqueaba sus labios.
¡Santo Dios! Una mujer podía acostumbrarse a eso con mucha facilidad. Mucha, mucha facilidad.
Naruto se separó.
–¿Quieres llevarme a casa para que te mordisquee otras cosas?
Sí, eso era lo que quería. Y por eso no se atrevía. De hecho, el beso la había dejado tan trastornada que no podía ni hablar.
Naruto sonrió ante la mirada extraviada y hambrienta de Hinata. Estaba observando sus labios como si aún pudiese saborearlos. En ese momento, la deseó más que nunca. Deseó poder arrancarle la goma del pelo y dejar que su melena se desparramara sobre su pecho, una vez estuviera tendida sobre él.
Cómo deseaba estar de regreso en su casa donde pudiese quitarle los pantalones cortos y escuchar sus dulces murmullos de placer mientras él le…
–El coche –dijo ella, parpadeando como si despertara de un sueño–. Íbamos a entrar en el coche.
Naruto le dio un pequeño beso en la mejilla.
Una vez dentro del coche y con los cinturones de seguridad abrochados, Hinata lo miró de soslayo.
–¿Sabes una cosa? Creo que hay dos cosas en Nueva Orleáns que deberías experimentar.
–En primer lugar, tengo que poseerte en un…
–¿Es que no vas a parar?
Naruto se aclaró la garganta.
–Está bien. ¿Cuál es tu lista?
–Bourbon Street y la música moderna. Y de una de ellas nos podemos encargar ahora mismo. –Y puso la radio.
Se rió al reconocer Hot Blooded17 de Foreigner. Qué apropiado, dado su pasajero.

17 Hot Blooded: de sangre caliente en inglés.

Naruto lo escuchó, pero no pareció muy impresionado.
Hinata cambió la emisora.
Él frunció el ceño.
–¿Qué has hecho?
–He cambiado de emisora. Lo único que hay que hacer es apretar los botones.
Él jugueteó y cambió de emisora un rato, hasta que encontró Love Hurts18 de Nazareth.

18 Love Hurts: el amor hace daño.

–Vuestra música es interesante.
–¿Te hace añorar la tuya?
–Dado que la mayoría de la música que escuchaba procedía de las trompetas y los tambores que nos acompañaban a la batalla, no. Creo que soy capaz de apreciar esto.
–¿El qué? –preguntó ella juguetona–. ¿La música o el hecho de que el amor hace daño?
El rostro de Naruto adquirió una expresión seria, dejando de lado el humor.
–Puesto que no he conocido nunca lo que es el amor, no sabría decirte si hace daño o no. Pero me imagino que ser amado no debe hacer tanto daño como el no serlo.
El pecho de Hinata se encogió ante sus palabras.
–Entonces –dijo ella cambiando de tema–, ¿qué quieres hacer cuando regreses a tu casa?
–No lo sé.
–Probablemente irás a darle una buena patada en el culo a Escipión, ¿verdad?
Él se rió ante la idea.
–Ya me gustaría.
–¿Por qué? ¿Qué te hizo?
–Se cruzó en mi camino.
Vale, no era eso lo que ella esperaba escuchar.
–Y a ti no te gusta que nadie se cruce en tu camino, ¿cierto?
–¿Te gusta a ti?
Ella sopesó la pregunta antes de responder.
–Supongo que no.
Para cuando llegaron a Bourbon Street, la calle había sido invadida por la multitud típica de un domingo por la tarde. Hinata se abanicó el rostro, luchando contra el intenso calor.
Miró a Naruto, que apenas si sudaba; las gotitas de sudor le conferían un nuevo atractivo. El pelo húmedo se le rizaba alrededor de la cara y con esas gafas oscuras… ¡Ooooh, Señor!
Por supuesto que su atractivo quedaba aún más enfatizado gracias a la camiseta blanca, de mangas cortas, que se le adhería a los hombros y a la tableta de chocolate que tenía por abdominales. Mientras dejaba que su mirada vagara hasta el botón de sus vaqueros, deseó haberle comprado unos más anchos.
Pero dado su seductor modo de andar, que decía mucho acerca de su confianza en sí mismo, Hinata dudaba mucho de que unos vaqueros más anchos pudiesen ocultar tan tremenda sensualidad.
Naruto se detuvo al pasar junto a un club de striptease. A su favor Hinata tuvo que admitir que ni siquiera jadeó al mirar a las mujeres tan escandalosamente vestidas, que se contoneaban tras el cristal, pero su sorpresa fue bastante evidente.
Mirándole como si quisiera devorarlo, una exótica bailarina se mordió el labio inferior y se pasó la lengua por él de forma sugerente, mientras se tocaba los pechos. Le hizo un gesto con un dedo para que entrara al local.
Naruto se dio la vuelta.
–Nunca habías visto algo así, ¿verdad? –preguntó Hinata, intentando disimular el malestar que sentía ante los gestos de la mujer, y el alivio que la invadió al ver la reacción de Naruto.
–Roma –contestó simplemente.
Ella se rió.
–No eran tan decadentes, ¿o sí?
–Te sorprendería saber cuánto. Por lo menos aquí nadie hace una orgía en… –y su voz se perdió al pasar junto a una pareja que se lo estaba montando en una esquina–. Déjalo.
Hinata se rió a carcajadas.
–¡Ooooh Señor! –exclamó una prostituta, al pasar junto a otro club, haciendo un gesto a Naruto–. Entra y te lo hago gratis.
Él meneó la cabeza sin detenerse. Hinata lo cogió de la mano y lo detuvo.
–¿Se comportaban así las mujeres antes de la maldición?
Él asintió.
–Por eso el único amigo que tuve fue Kyrian. Los hombres que conocía no podían aguantar la atención que me prestaban; las mujeres me perseguían allí donde estuviésemos, intentando arrancarme la armadura.
Hinata se detuvo a pensar por un momento.
–Y tú no estás seguro de que todas esas mujeres te amaran, ¿verdad?
La miró con una chispa de diversión.
–El amor y la lujuria no son lo mismo. ¿Cómo puedes amar a alguien a quien no conoces?
–Supongo que tienes razón.
Siguieron caminando por la calle.
–Cuéntame cosas sobre tu amigo. ¿Por qué no le importaba que las mujeres se quedaran con la boca abierta al verte?
Naruto sonrió, mostrando sus hoyuelos.
–Kyrian estaba profundamente enamorado de su esposa, y no le importaba ninguna otra mujer. Jamás me vio como un competidor.
–¿Conociste a su esposa?
Naruto negó con la cabeza.
–Aunque nunca lo hablamos, creo que los dos intuíamos que sería una mala idea.
Hinata percibió el cambio en su rostro. Estaba recordando a Kyrian, seguro.
–Te culpas por lo que le sucedió, ¿verdad?
Él apretó los dientes mientras imaginaba lo que debía haber sentido su amigo al ser capturado por los romanos. Considerando las ganas que habían tenido de atraparlos a ambos, no había duda de lo que lo habían hecho sufrir antes de matarlo.
–Sí –contestó en voz baja–. Sé que tengo la culpa. Si no hubiese despertado la ira de Príapo, habría estado allí para ayudar a Kyrian a luchar contra ellos.
Y sabía con absoluta certeza que la desgracia de Kyrian provenía del hecho de haber sido tan estúpido como para ser su amigo.
Lanzó un suspiro.
–Una vida brillante que no debería haber acabado así. Si tan sólo hubiese aprendido a controlar su osadía, habría llegado a ser un magnífico gobernador –dijo, cogiendo la mano de Hinata y dándole un ligero apretón.
Caminaron en silencio, mientras Hinata intentaba pensar en el modo de animarlo.
Al pasar por la Casa del Vudú de Marie Laveau, ella se detuvo y lo arrastró al interior.
Le explicó los orígenes del vudú mientras recorrían el museo de miniaturas.
–¡Uuuh! –dijo cogiendo un muñeco de vudú de una estantería–. ¿Quieres vestirlo como Príapo y clavarle unos cuantos alfileres?
Naruto se rió.
–¿Por qué no imaginarnos que es Rodney Carmichael?
Hinata suprimió una sonrisa.
–Eso sería muy poco profesional por mi parte, ¿no es cierto?... Pero me resulta muy tentador.
Dejó el muñeco en su sitio y se fijó en el mostrador de cristal, donde estaban colocados los amuletos y la bisutería. Justo en el centro, había un collar de cuentas negras, azules y verdes, trenzadas de un modo tan intrincado que daban la sensación de ser un delgado hilo negro.
–Trae buena suerte a quien lo lleva –le dijo la vendedora al percibir el interés de Hinata–. ¿Le gustaría verlo de cerca?
Hinata asintió.
–¿Funciona?
–¡Sí! Está trenzado siguiendo un poderoso diseño.
Hinata no estaba muy segura de que debiera creérselo; pero entonces recordó que, hacía apenas una semana, jamás habría creído que dos mujeres borrachas pudieran devolver a la vida a un general Macedonio.
Pagó a la mujer y se acercó a Naruto.
–Agáchate –le dijo.
Él la miró con escepticismo.
–¡Vamos! –le acució ella–. Dame el gusto, anda.
La vendedora se rió al ver a Hinata colocarle el amuleto a Naruto en el cuello.
–Ese chico no necesita ningún tipo de suerte para aumentar su encanto. Lo que necesita es un hechizo que disperse la atención de todas esas mujeres que le están mirando el trasero ahora que está agachado.
Hinata miró por encima del hombro de Naruto y observó a tres mujeres que babeaban al mirarle el culo. Por primera vez, sintió un horrible ramalazo de celos.
Pero la sensación se evaporó por completo cuando Naruto le dio un cariñoso beso en la mejilla antes de incorporarse. Con una mirada diabólica, le pasó un brazo alrededor de los hombros en un gesto posesivo.
Al pasar junto a las mujeres, Hinata no pudo suprimir un travieso impulso. Se detuvo junto a ellas y las interpeló.
–Por cierto, desnudo está muchísimo mejor.
–Y tú que no pierdes oportunidad de comprobarlo, cariño –comentó Naruto mientras se ponía las gafas de sol y comenzaba a andar con el brazo aún sobre sus hombros.
Ella le pasó la mano por la cintura y la metió en el bolsillo delantero del pantalón, mientras él la atraía más hacia su cuerpo.
–¿Sabes una cosa? –le susurró al oído–. Si bajases la mano un poquito más, no me importaría en absoluto.
Ella le dio un pequeño apretón, pero dejó la mano donde estaba.
Las miradas de envidia de las mujeres los persiguieron mientras se alejaban caminando por la acera.
Para cenar, Hinata llevó a Naruto a la Marisquería de Mike Anderson. Hizo una mueca al ver que depositaban un plato de ostras para Naruto sobre la mesa.
–¡Puaj! –exclamó ella cuando él se comió una.
Muy ofendido, Naruto resopló.
–Están deliciosas.
–Para nada.
–Eso es porque no sabes cómo tienes que comerlas.
–Claro que sé. Abres la boca y dejas que ese bicho viscoso se deslice por tu garganta.
Naruto bebió un trago de su cerveza.
–Ésa es una forma de comerlas.
–Así acabas de hacerlo tú.
–Cierto, pero ¿no te gustaría probar otro modo?
Ella se mordió el labio, indecisa. Algo en el comportamiento de Naruto le indicaba que podía ser peligroso aceptar su desafío.
–No sé.
–¿Confías en mí?
–No mucho –resopló ella.
Él se encogió de hombros y dio otro trago a la cerveza.
–Tú te lo pierdes.
–¡Vale, está bien! –se rindió ella, demasiado curiosa como para continuar negándose–. Pero si me dan arcadas, recuerda que te lo advertí.
Naruto tiró de la silla de Hinata con los talones hasta colocarla a su lado, tan cerca que sus muslos se rozaban. Se secó las manos en los vaqueros, y cogió la ostra más pequeña.
–Muy bien entonces –le susurró al oído y le pasó el otro brazo por los hombros–. Echa la cabeza hacia atrás.
Hinata obedeció. Él deslizó los dedos por su garganta, causándole una oleada de escalofríos. Ella tragó, sorprendida por la ternura de sus caricias. Sorprendida por lo bien que se sentía con él a su lado.
–Abre la boca –le dijo en voz baja, mientras le rozaba el cuello con la nariz.
Ella volvió a obedecer.
Naruto dejó que la ostra resbalara hasta su boca. Cuando Hinata la tragó y comenzó a bajar por su garganta, Naruto pasó la lengua por su cuello en dirección contraria.
Hinata se estremeció ante la inesperada sensación. Los pezones se le endurecieron y un millón de escalofríos recorrieron su piel. ¡Era increíble! Y por primera vez, no le importó para nada el sabor de la ostra.
–¿Te ha gustado? –le preguntó, juguetón.
Ella no pudo evitar sonreír.
–Eres incorregible.
–Eso intento.
–Y lo consigues a las mil maravillas.
Antes de que Naruto pudiera responder, sonó su teléfono móvil.
–¡Puf! –resopló mientras lo sacaba del bolso. Quienquiera que fuese, ya podía tener algo importante que decirle.
Contestó.
–¿hinata?
Ella se encogió al escuchar la voz de Rodney.
–Señor Carmichael, ¿cómo ha conseguido este número de teléfono?
–Estaba apuntado en tu Rodolex. Vine a tu casa a verte, pero no estás –y suspiró–. Estaba deseando pasar el día contigo. Tenemos una conversación pendiente. Pero no pasa nada. Puedo reunirme contigo, ¿estás en el Barrio Francés con tu amiga la vidente?
El miedo la paralizó.
–¿Cómo conoce a mi amiga?
–Sé muchas cosas de ti, Grace. ¡Mmm! –masculló en voz baja–. Perfumas los cajones de tu ropa interior con popurrí de rosas.
El terror la poseyó por completo y no pudo moverse. Comenzaron a temblarle las manos.
–¿Está en mi casa?
Podía oír cómo abría y cerraba los cajones de su cómoda, a través del teléfono. De repente, el tipo soltó una maldición.
–¡Zorra! –espetó Rodney–. ¿Quién es él? ¿Con quién coño te has estado acostando?
–Eso es…
La comunicación se cortó.
Hinata estaba temblando, tanto que apenas si podía respirar cuando colgó el teléfono.
–¿Qué sucede? –le preguntó Naruto, con el ceño fruncido por la preocupación.
–Rodney está en mi casa –le dijo con voz temblorosa. Marcó de inmediato el número de la policía para notificarlo.
–Nos encontraremos allí –le informó el agente–. No entre en su domicilio hasta que lleguemos.
–No se preocupe, no lo haré.
Naruto le cogió las manos.
–Estás temblando.
–¡No me digas! Resulta que tengo a un psicópata metido en mi casa, olfateando mi lencería e insultándome. ¿Por qué iba a temblar?
Sus ojos de azul profundo la tranquilizaron con una mirada protectora. Le apretó las manos suavemente.
–Sabes que no voy a permitir que te haga daño.
–Te lo agradezco mucho, Naruto. Pero este hombre está…
–Muerto si se acerca a ti. Sabes que no te abandonaré.
–Por lo menos no hasta la próxima luna llena.
Naruto apartó la mirada y ella asimiló la verdad.
–No pasa nada –dijo ella con valentía–. Puedo hacerme cargo de esto, de verdad. He estado sola durante años. Ésta no es la primera vez que un cliente me acosa. Y dudo mucho que vaya a ser el último.
Los ojos de Naruto lanzaron llamaradas azules cuando la miró.
–¿Cuántos de tus pacientes te han acosado?
–No es tu problema, sino el mío.
Naruto siguió mirándola como si estuviese a punto de estrangularla.
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Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 864190 OOOOOOh por dios, yo tambien quiero que me deen de comer asi Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 427950 ...hahahahaha...
y ese Rodney acosando a HInata e______e mmm que horror.
pero bueeeeeeeeeeeno espspero sus pots XDDDD..
nos leemos la proxima.
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Mensaje por Gabriela alejandra Dom Mayo 08, 2011 4:30 pm

estuvo super chido gracias x la contii

ese Rodney me da medio
pero si toca a hinata se las va ha ver con naruto

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aaaaaa
ya quiero saber que pasara con el
esperoo subas pronto la
contii


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Mensaje por the_best_girl Dom Mayo 08, 2011 9:40 pm

me encanto este capitulo, creo que es uno de mis favoritos, es que naruto es tan lindo enamorado
y hinta celosa ja ja ja es invaluable, la parte de la leccion de conduccion simplemente me encanto y ese rodney creo que lo odio, que bueno que esta naruto para proteger a hinata.

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Mensaje por naome_uchiha Lun Mayo 09, 2011 5:04 am

Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 261274 me encanta la parte de la comida..... Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 97689
Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 632887 ese rodney no para de acosarleeeeee Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 184801
Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 969765 espero q naruto lo agarre y lo Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 728819
espero contiiiiiiiiiiiiiiiiiiii Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 461190
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Mensaje por Hina_Neko Lun Mayo 23, 2011 11:42 am

Esta muy padre esta historiaaaa!!!! Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 325184
acabo de leer este capituloo y maldito Rodney Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 728819 a mi tambien me daria miedo
pero bueno
me ha gustado mucho y senti mucha lastima de Naruto todo lo q tuvo q pasar me dieron ganas de abrazarlo
espero la continuacion pronto Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 450236
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Mensaje por bpain Mar Mayo 24, 2011 10:13 am

[i] CONTIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII DE UNA VEZ YA ME ESTOY IMPACIENTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
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Mensaje por wolfita15 Miér Jun 08, 2011 1:25 pm

porfavor te ruego pongas la conti plesesssssss..... Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 322921 Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 788514 Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 930267 Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 822353 Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 606951
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Mensaje por bpain Vie Jun 10, 2011 8:41 am

PUTA MADRE DE UNA VEZ LA CONTIIIIIIIIIIIIIIIIII Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 705226
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Mensaje por wolfita15 Vie Jun 10, 2011 9:10 am

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PUTA MADRE DE UNA VEZ LA CONTIIIIIIIIIIIIIIIIII Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 705226
concuerdo quiero la conti ya no aguanto Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 234485
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Mensaje por Reika_chan Jue Jun 16, 2011 2:22 pm

LES VOY A PEDIR PACIENCA Rolling Eyes es me mantiene ocupada el cole y ahora tengo que matar tooooodas repito tooooooooodas mis neuronas para hacer un one.shot sasunaru Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 113356 , pero les traigo la adaptacion una ves termine mis examenes. Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 427950
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Mensaje por Melina de Naruto,♥ Sáb Jun 25, 2011 3:50 am

CONTI! porfavor
esta tan GENiAL! Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 13475
Naruto estan ARDiENtE Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 592355
Sigue asi ,es SUPER!♥️
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Parejas NaruHina!♥️,Sasusakuc:,
Sobre todo el NaruHina es una pareja realmente inigualable Es geniaal
Ya qiero qe naruto se qede con Hinata
AMO EL NARUHiNA!♥️
fAN NaruHina 4EVER♥️
Animes Favoritos Naruto Shippuden♥️
Special A♥️______♥️

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Mensaje por Savannah Lun Jul 18, 2011 4:23 pm

Bueno, me he leído todos los capítulos en una sola noche, la historia es fantástica, de verdad. Sherrilyn Kenyon es sencillamente espectacular en lo que hace, y bueno, gracias a ti me has dado a conocer esta novela que es muy buena. La adaptación que has hecho es buena, pero te aconsejo que te fijes mejor cuando la transcribas, porque varias veces se te han escapado los nombres verdaderos de los personajes.
Luego de decirte eso, creo que no tengo nada más que decirte. Ah si, que he aprendido bastante de Historia de la Antigua Grecia, ¿no lo crees? Jajajaja.
Sólo te ruego que pongas continuación lo más antes posible!
Saludos.
Savannah
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Mensaje por naruhinalove14 Dom Jul 24, 2011 7:36 am

Tienes una nueva lectora esta demasiado buena Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 261274 xfa no me dejes picada trae la cont xfa Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 728819 q sino me vuelvo locaaaaa!!!!
Sigue asi vas muy bien Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 758770
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Parejas Amo Naruhina es mi favorita!!!!
Animes Favoritos Naruto Shippuden, Full Metal Alchemist, Inuyasha, etc aunque ahora no me acuerdo de otros
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Último doujin leído Feliz Navidad


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Mensaje por keicy kullen Lun Jul 25, 2011 5:22 am

lindo la conti por faa

okkk}
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okkkk}
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Estado ummm amo los fanfics

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Último doujin leído hinata una akatsuki


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Mensaje por gabrielita-chan Miér Ago 10, 2011 1:49 am

waaaaaa!!!!! waaaaaa!!!!!! WAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!

o por dios!! Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 864190 que genial que digo genial genialisimo!!!!! chulo de presioso que te quedo el fan fic Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 758770 me encanto de verdad que lo ame em alusine y me adentre como si lo viviera en carne propia todabia tengo la carne chinita chinita por esas "situaciones comprometedoras"[/u] deverdad que me recontra urge que pongas la conti TE LUCISTE ENSERIO!! Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 97689

SAYO!!!! matane^^
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Mensaje por Reika_chan Jue Ago 11, 2011 2:02 pm

Eh, demonios, sip, ya se que me tarde, que me desapareci, y que acabo de regresar de mi camino al sendero de la luz *risa*, ya ok, lo bueno de todo es que... ok lo bueno es el capitulo no, y pues ya me pueden linchar *carcajada*


Capítulo 12



Llegaron a casa al mismo tiempo que la policía.
El joven y musculoso agente miró con suspicacia a Naruto.
–¿Quién es?
–Un amigo –le contestó Hinata
El policía alargó la mano hacia ella.
–De acuerdo, déme las llaves y déjenos echar un vistazo.
El agente Reynolds se quedará con ustedes aquí fuera hasta que lo revisemos
todo.
Hinata le entregó obedientemente el juego de llaves.
Comenzó a mordisquearse las uñas mientras observaba cómo
el policía entraba a su hogar.
Por favor, que Rodney Carmichael esté dentro todavía.
Pero no estaba. El policía salió poco después meneando la
cabeza.

–¡Joder! –exclamó Hinata en voz baja.

El agente Reynolds la acompañó hasta la casa y Naruto los
siguió un poco rezagado.

–Necesitamos que entre y eche un vistazo para ver si
falta algo.

–¿Ha hecho algún estropicio? –preguntó ella.

–Sólo en los dormitorios.

Con el corazón en un puño, Hinata entró en su casa y
subió las escaleras para ir a su habitación.

Naruto la siguió y observó cómo se mantenía rígida y
distante. Tenía el rostro tan pálido que las pecas resultaban mucho más evidentes. Podría matar al tipo que le había hecho esto. Ninguna mujer debería pasar tanto miedo, especialmente en su propio hogar.
Cuando llegaron al piso superior, Naruto vio que la puerta de la habitación del final del pasillo estaba entreabierta. Hinata corrió hacia allí.
–¡No! –jadeó.

Se apresuró a seguirla.

Naruto comenzó a verlo todo rojo al contemplar el sufrimiento
que reflejaba el rostro de Hinata. Podía sentir su dolor en el corazón como si fuese el suyo propio.

Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas mientras
observaba el desorden. El colchón estaba tirado en el suelo, las sábanas desgarradas, los cajones abiertos y su contenido esparcido, como si Céfiro hubiera pasado por allí en mitad de un arranque de mal humor.

Naruto le colocó las manos sobre los hombros para reconfortarla.

–¿Cómo ha podido hacerle esto a su habitación? –preguntó
Hinata.


–¿De quién es esta habitación? –Preguntó el agente Reynolds–. Creía que vivía sola.

–Y lo hago. Ésta era la habitación de mis padres. Murieron hace tiempo –miró a uno y otro lado, incrédula. Una cosa era que fuese
tras ella, pero ¿por qué había hecho esto?


Contempló la ropa esparcida por el suelo; ropa que le traía a la memoria tantos recuerdos maravillosos… Las camisas que su padre
llevaba al trabajo; el jersey favorito de su madre y que ella siempre le pedía prestado; los pendientes que su padre había regalado a su madre en su último aniversario de boda. Todo estaba desparramado por la habitación, como si no tuviese valor alguno.

Pero para ella eran objetos muy valiosos. Era lo único que le quedaba de ellos. El dolor le desgarraba el corazón.

–¿Cómo ha podido hacerlo? –preguntó, mientras la rabia se abría paso en su interior.

Naruto la atrajo hacia sus brazos y la sostuvo con fuerza.

–No pasa nada, Hinata –murmuró sobre su pelo.

Pero sí que pasaba. Hinata dudaba poder superar aquello alguna vez. No podía dejar de pensar en las manos de ese animal tocando la ropa de su madre o desgarrando las sábanas. ¡Cómo se había atrevido!

Naruto miró al agente de policía.

–No se preocupe –dijo el hombre–, encontraremos al tipo.

–¿Y después qué? –preguntó Naruto.

–Eso tendrá que decidirlo un tribunal.

Naruto lo miró de arriba abajo y soltó un gruñido,
asqueado. Tribunales. No entendía cómo un tribunal moderno podía permitir que un animal así estuviese suelto.

–Sé que todo esto es duro –comentó el agente–. Pero necesitamos que compruebe si se ha llevado algo, doctora Alexander.
Ella asintió.
A Naruto le sorprendió el coraje que demostró al desprenderse de su abrazo y limpiarse las lágrimas. Comenzó a inspeccionar todo
aquel desastre. Él se arrodilló a su lado; quería estar cerca por si lo necesitaba de nuevo.

Después de comprobarlo todo concienzudamente, Hinata
cruzó los brazos sobre el pecho y lanzó una rápida mirada al agente.


–No falta nada –le dijo, y salió de la habitación para ir a la suya.


Entró en ella con mucha aprensión. Un rápido vistazo le
indicó que su dormitorio había sufrido los mismos daños que el de sus padres.
Había registrado meticulosamente tanto la ropa de Naruto como la suya. Toda la
lencería estaba tirada por el suelo, había desgarrado las sábanas y el colchón
estaba ladeado.


Ojalá Rodney hubiese encontrado la espada de Naruto bajo
la cama y hubiese cometido el error de tocarla. Eso sí que habría sido una
justa recompensa.


Pero no la había visto. De hecho, el escudo aún seguía
apoyado sobre la pared, junto a la cama, donde él lo dejó.


Hinata se sentía casi violada al contemplar toda su ropa
esparcida por la habitación; como si las manos de Rodney hubiesen tocado su
cuerpo.


En ese momento, vio la puerta del vestidor ligeramente
abierta. Estaba muerta de miedo mientras se acercaba para abrirla y mirar en el
interior. Entonces se sintió como si el tipo le hubiese arrancado el corazón y
lo hubiese aplastado.


–Mis libros –murmuró.


Naruto cruzó la habitación para ver lo que Hinata estaba
mirando. Se quedó sin respiración al llegar junto a ella.


Todos los libros habían sido destrozados.


–Mis libros no –balbució, cayendo de rodillas.


Le temblaba la mano al pasarla sobre las hojas de los
libros que su padre había escrito. Eran irremplazables. Jamás podría abrirlos
de nuevo y escuchar su voz hablándole desde el pasado. No podría abrir Belleza
Negra y oír a su madre mientras se lo leía.


Todo había desaparecido.


Rodney Carmichael acababa de matar de nuevo a sus padres.



Hinata se fijó entonces en lo que quedaba de su ejemplar
de La Ilíada. Los ojos se le llenaron de


lágrimas al recordar la expresión de Naruto mientras
pasaba sus páginas. Las horas que habían pasado juntos mientras ella lo leía.
Habían sido unos momentos muy especiales, mágicos; los dos tumbados frente al
sofá, perdidos en la historia, como si hubiesen estado en un reino privado,
sólo de ellos dos. Su propio paraíso.


–Los ha destrozado todos –murmuró–. ¡Dios! Ha debido
pasar horas aquí.


–Señora, sólo son…


Naruto agarró al agente Reynolds por el brazo y lo sacó
de la habitación.


–Para ella son mucho más que simples libros –le dijo
entre dientes–. No se atreva a burlarse de su dolor.


–¡Vaya! –exclamó el hombre avergonzado–. Lo siento.


Naruto volvió junto a Hinata.


Sollozaba incontrolablemente mientras pasaba las manos
sobre las hojas sueltas.


–¿Por qué lo ha hecho?


Él la levantó, la sacó del vestidor y la acostó en la
cama. Ella no lo soltó. Se aferraba a él con tanta fuerza que a Naruto le
costaba trabajo respirar, y lloraba como si el corazón estuviese rompiéndosele
a pedazos.


En ese momento, Naruto quiso matar al hombre que le había
hecho esto.


Sonó el teléfono.


Hinata gritó y forcejeó para incorporarse.


–Shh –le dijo Naruto, mientras le limpiaba las lágrimas y
la sostenía, impidiendo que se moviera–. No pasa nada. Estoy aquí, contigo.


El agente Reynolds le pasó el teléfono.


–Conteste, por si es él.


Naruto miró con furia al hombre. ¿Cómo podía ser tan
insensible? ¿Cómo podía pedirle que hablara con ese perro rabioso?


–Hola, Sakura –saludó Hinata, y volvió a estallar en
lágrimas mientras le contaba a su amiga lo que había sucedido.


La mente de Naruto bullía al pensar en el hombre que
había invadido la casa de Hinata y la había herido tan profundamente. Lo que
más le preocupaba era que el tipo sabía dónde golpear. Conocía a Hinata. Sabía
lo que era importante para ella.


Y eso le hacía mucho más peligroso de lo que la policía
sospechaba.


Ella colgó el teléfono.


–Siento mucho haber perdido el control –dijo, limpiándose
las lágrimas–. Ha sido un día muy largo.


–Sí, señora, lo entendemos.


Naruto observó cómo se recomponía; Hinata tenía una
fuerza de voluntad que muy pocos hombres poseían.


Acompañó al policía por el resto de la casa.


–No debe haber visto este libro –dijo uno de los agentes
con el libro de Naruto en la mano, ofreciéndoselo a ella.


Naruto lo cogió de las manos de Hinata. Al contrario que
el agente, él no estaba tan seguro. Si el bastardo había intentado romperlo, se
habría llevado una desagradable sorpresa.


No podía ser destruido. Él mismo había intentado hacerlo
en incontables ocasiones a lo largo de los siglos. Pero ni siquiera el fuego
hacía mella en él. El libro le hizo recordar las palabras de Hinata.


Él se iría en unos cuantos días y ella se quedaría sola,
sin nadie que la protegiera. Y esa idea lo


enfermaba.


Los agentes se marcharon en el mismo instante que Sakura
llegaba en su coche. Salió del Jeep acompañada de un hombre alto y moreno que
llevaba el brazo en un cabestrillo. Sakura prácticamente corrió hasta la
puerta.


–¿Estás bien? –le preguntó a Hinata mientras la abrazaba
con fuerza.


–Sí –le contestó ella. Miró sobre su hombro y entonces
saludó al hombre–. Hola Sasuke.


–Hola Hinata. Hemos venido a echarte una mano.


Ella le presentó a Naruto y los cuatro entraron en la
casa.


Naruto detuvo a Sakura tan pronto como estuvieron dentro,
y la llevó aparte.


–¿Puedes mantenerla un rato aquí abajo?


–¿Por qué?


–Tengo que ocuparme de algo.


Sakura frunció el ceño.


–Claro, no hay problema.


Esperó hasta que Sakura y su marido sentaron a Hinata en
el sofá. Entonces, fue a la cocina, cogió un par de bolsas de basura y se
encaminó al vestidor.


Tan rápido como pudo, comenzó a ordenar todo aquel
desastre para que Hinata no tuviera que verlo de nuevo. Pero con cada trozo de
papel que tocaba, su ira crecía.


Una y otra vez acudía a su mente la tierna expresión de
Hinata mientras buscaba un libro entre toda su colección. Si cerraba los ojos
podía ver su pelo desparramado sobre su pecho mientras leía.


En ese momento, quiso la sangre de este tipo.


–¡Joder! –exclamó Sasuke desde la puerta–. ¿Esto lo ha
hecho él?


–Sí.


–Tío, menudo psicópata.


Naruto no dijo nada y continuó arrojando los papeles a la
bolsa. Su alma gritaba, clamando venganza. Lo que sentía hacia Príapo era una
leve sombra de lo que en esos momentos pasaba por su mente.


Una cosa era hacerle daño a él. Pero herir a Hinata…


Ya podían tener las Parcas compasión de ese tipo, porque
él no pensaba tener ninguna.


–¿Llevas mucho saliendo con Hinata?


–No.


–Eso me parecía. Sakura no te ha mencionado, pero
pensándolo bien, tampoco se ha mostrado tan preocupada porque Hinata se quedara
sola desde su cumpleaños. Supongo que os conocisteis entonces.


–Sí.


–Sí, no, sí. No eres muy hablador, ¿verdad?


–No.


–Vale, lo he cogido. Hasta luego.


Naruto se detuvo cuando encontró la cubierta de Peter
Pan. La cogió y apretó los dientes. El dolor lo asaltó de nuevo. Ese libro era
el preferido de Hinata


Lo apretó con fuerza un instante y después lo arrojó a la
bolsa con el resto.


Hinata no fue consciente del tiempo que pasó sentada en
el sofá, sin moverse. Sólo sabía que se encontraba muy mal. El golpe de Rodney
había sido muy fuerte.


Sakura le trajo una taza de chocolate caliente.


Ella intentó beber, pero le temblaban tanto las manos que
tuvo miedo de derramarlo y lo dejó a un lado.


–Supongo que necesito limpiarlo todo.


–Ya lo está haciendo Naruto –le dijo Sasuke, que estaba
sentado en el sillón haciendo zapping.


Hinata frunció el ceño.


–¿Qué?, ¿desde cuando?


–Hace poco estaba arriba, recogiéndolo todo en el
vestidor.


Boquiabierta por la sorpresa, Hinata subió en su
búsqueda.


Naruto estaba en la habitación de sus padres. Desde la
puerta, observó cómo acaba de poner orden y se enderezaba. Dobló los pantalones
de su padre de un modo que haría que Martha Stewart
hiciese una mueca de dolor, los colocó en el cajón y lo cerró.


La ternura la invadió ante la imagen del que fuera un
legendario general ordenando su casa para evitar que ella sufriera. Su
delicadeza le llegó al corazón.


Naruto alzó los ojos y descubrió a Hinata. La honda
preocupación que reflejaban sus ojos azules la reconfortó.


–Gracias –dijo ella.


Él se encogió de hombros.


–No tenía otra cosa que hacer. –Aunque lo dijo con un
tono despreocupado, algo en su actitud traicionaba su pretendida indiferencia.


–Aún así, te lo agradezco mucho –le dijo ella mientras
entraba y miraba todo el trabajo que había hecho. Con el corazón en la
garganta, colocó las manos sobre la cama de caoba–. Ésta era la cama de mi
abuela –le dijo–. Todavía escucho la voz de mi madre cuando me contaba cómo mi
abuelo la hizo para ella. Era carpintero.


Con la mandíbula tensa, Naruto contempló la mano de
Hinata.


–Es duro, ¿verdad?


–¿Qué?


–Dejar que los seres amados se vayan.


Hinata sabía que Naruto hablaba desde el fondo de su
corazón. El corazón de un padre que añoraba a sus hijos.


Aunque la pesadilla ya no le persiguiese por las noches,
ella le oía susurrar sus nombres, y se preguntaba si era consciente de la
frecuencia con la que soñaba con ellos. Se preguntaba cuántas veces al día
pensaba en ellos y sufría por su muerte.


–Sí –le contestó en voz baja–, pero tú lo sabes mejor que
yo, ¿no es cierto?


Naruto no contestó.


Hinata dejó que su mirada vagara por la habitación.


–Supongo que ya va siendo hora de seguir adelante, pero
te juro que aún puedo escucharlos, sentirlos.


–Es su amor lo que percibes. Aún está dentro de ti.


–¿Sabes? creo que tienes razón.


–¡Eh! –gritó Sakura desde la puerta, interrumpiéndolos–.
Sasuke está encargando una pizza, ¿os apetece comer algo?


–Sí –contestó Hinata.


–¿Y tú? –le preguntó Sakura a Naruto.


Naruto sonrió a Hinata.


–Me encantaría comer pizza.


Hinata soltó una carcajada al recordar cómo Naruto le
había pedido pizza la noche que lo invocaron.


–Vale –dijo Sakura–, pizza para todos.


Naruto le dio a Hinata los anillos de su madre.


–Los encontré en el suelo.


Se acercó a la cómoda para guardarlos, pero se detuvo. En
lugar de eso, se los colocó en la mano derecha y, por primera vez después de
unos cuantos años, se sintió reconfortada al verlos.


Al salir de la habitación, Naruto cerró la puerta.


–No –le dijo Hinata–, déjala abierta.


–¿Estás segura?


Ella asintió.


Cuando entraron en su dormitorio, vio que Naruto también
lo había ordenado. Pero al contemplar las estanterías que habían guardado sus
libros, ahora vacías, se le rompió de nuevo el corazón.


En esta ocasión no protestó cuando Naruto cerró la
puerta.


Horas más tarde y después de haber comido, Hinata pudo
convencer a Sakura y a Sasuke de que se fueran.


–Estoy bien, de verdad –les aseguró por enésima vez en la
puerta. Agradecida por la presencia de Naruto, colocó la mano sobre su brazo–.
Además, tengo a Naruto.


Sakura la miró con severidad.


–Si necesitas algo, me llamas.


–Lo haré.


Sin sentirse segura del todo, Hinata cerró la puerta
principal y subió a la habitación. Naruto la siguió.


Se tumbaron en la cama, uno junto al otro.


–Me siento tan vulnerable… –susurró.


Él le acarició el pelo.


–Lo sé. Cierra los ojos y duerme tranquila. Estoy aquí.
Yo te mantendré a salvo.


La rodeó con sus brazos y ella suspiró, reconfortada.
Nadie la había consolado nunca como él lo hacía.


Tardó horas en dormirse. Cuando lo hizo, estaba rendida.


Se despertó con un silencioso grito.


–Estoy aquí, Hinata.


Escuchó la voz de Naruto a su lado y se calmó al
instante.


–Gracias a Dios que eres tú –murmuró–. Tenía una
pesadilla.


Naruto depositó un ligero beso en su hombro.


–Lo sé.


Ella le dio un apretón en la mano antes de salir de la
cama y prepararse para ir al trabajo.


Cuando intentó vestirse, le temblaban tanto las manos que
no fue capaz de abotonarse la camisa.


–Déjame a mí –se ofreció Naruto, apartándole las manos
para poder hacerlo él–. No tienes por qué estar asustada, Hinata. No dejaré que
ese tipo te haga nada.


–Lo sé. Sé que la policía lo atrapará y, entonces, todo
habrá acabado.


Él no contestó, y siguió ayudándola a colocarse la ropa.


Una vez estuvieron preparados, Hinata condujo hasta la
consulta, situada en el centro de la ciudad. Tenía un nudo tan grande en el
estómago que le costaba respirar. Pero no podía encerrarse. No iba a dejar que
Rodney controlara su vida. Ella era la que llevaba las riendas y nadie iba a
cambiar eso. No sin luchar.


No obstante, estaba muy agradecida por la presencia de
Naruto. La reconfortaba de tal modo que no quería pensar demasiado a fondo en
el porqué.


–¿Cómo se llama esto? –preguntó Naruto cuando entraron al
antiguo ascensor del edificio de finales de siglo.


Ella le enseñó cómo tirar para cerrar la puerta y, de
inmediato, percibió la incomodidad de Naruto al quedarse encerrados.


–Es un ascensor –le explicó Hinata–. Aprietas estos
botones y subes a la planta que quieres. Yo trabajo en el último piso, que es
el octavo. –Y apretó el botón de diseño antiguo.


Naruto se puso aún más nervioso cuando comenzaron a
ascender.


–¿Es seguro?


Ella alzó una ceja y lo miró con curiosidad.


–No me puedo creer que el hombre que se enfrentaba sin
miedo a los ejércitos romanos esté ahora asustado de un simple ascensor.


Naruto le dedicó una mirada irritada.


–Sé lo que son los romanos, pero esto me resulta
desconocido


Hinata le rodeó el brazo con el suyo.


–No es muy complicado. –Señaló a la trampilla del techo–.
Sobre esa puertecilla hay unos cables que suben y bajan la cabina, y también
hay un teléfono –dijo, señalando el intercomunicador situado bajo los botones–.
Si el ascensor se queda atascado, lo único que hay que hacer es apretar el
botón del teléfono y, el equipo de emergencia acudirá de inmediato.


Los ojos de Naruto se oscurecieron.


–¿Y suele quedarse atascado con mucha frecuencia?


–La verdad, no. Llevo trabajando en este edificio cuatro
años y no ha sucedido ni una sola vez.


–Y si no estabas dentro, ¿cómo lo sabes?


–Los ascensores tienen una alarma que se activa si se
quedan atascados. Confía en mí, si nos quedamos encerrados aquí dentro alguien
nos oirá.


Naruto dejó vagar su mirada alrededor del reducido
espacio y, por la luz que había en sus ojos Hinata supo las malvadas ideas que
le pasaban por la cabeza.


–¿Puedes hacer que se detenga a propósito?


Ella se rió a carcajadas.


–Sí, pero no quiero que me pillen en flagrante delicto en
el trabajo.


Él inclinó la cabeza y depositó un leve beso en su
mejilla.


–Pero ser pillado en flagrante delicto en el trabajo
puede ser muy divertido.


Hinata lo abrazó con fuerza. ¿Qué había en él que le
hacía sentirse feliz? Sin importar lo que ocurriera, Naruto siempre conseguía
que las cosas fueran mucho más divertidas. Más brillantes.


–Eres malo –le dijo, y se apartó de él de mala gana.


–Cierto, pero te encanta.


Ella volvió a reírse.


–Tienes toda la razón. Me encanta que seas malo.


Las puertas se abrieron y Hinata se encaminó hacia su
consulta, situada muy cerca del ascensor. Naruto la siguió.


Lisa los miró cuando entraron y abrió los ojos de par en
par. Sus labios dibujaron una amplia sonrisa al contemplar a Naruto.


–Doctora Hinata –dijo, jugueteando con un mechón rubio de
sus cabellos–, su novio es una bomba.


Meneando la cabeza, Hinata los presentó y, después, le
enseño a Naruto su consulta. Él se quedó de pie, observando a través de los
ventanales mientras Hinata encendía el ordenador y dejaba el bolso en el cajón
de su escritorio.


Ella se detuvo al percibir que Naruto la miraba
fijamente.


–¿De verdad vas a pasarte todo el día aquí?


Él se encogió de hombros.


–No tengo nada mejor que hacer.


–Te vas a aburrir.


–Te aseguro que estoy más que acostumbrado al
aburrimiento.


Lo malo era que Hinata lo sabía. Colocó una mano sobre su
mejilla al imaginárselo dentro del libro, solo, encerrado en la más completa
oscuridad.


Se puso de puntillas y lo besó con ternura.


–Gracias por acompañarme hoy. No creo que hubiera podido
estar aquí de no ser por ti.


Él mordisqueó sus labios.


–Es un placer.


Lisa la llamó por el intercomunicador.


–Doctora Hinata, su cita de las ocho está aquí.


–Esperaré fuera –le dijo Naruto.


Hinata le dio un apretón en la mano antes de dejar que se
marchara.


Durante la siguiente hora, no fue capaz de concentrarse
en su paciente. Sus pensamientos volaban al hombre que la aguardaba fuera, y no
paraban de dar vueltas a lo mucho que significaba para ella.


Y a lo aborrecible que encontraba el hecho de que se
marchara.


Tan pronto como acabó la sesión, acompañó a su paciente a
la puerta.


Lisa estaba enseñando a Naruto a hacer solitarios en el
ordenador.


–Doctora Hinata –le dijo–, ¿sabe que Naruto no había
jugado antes al solitario?


Hinata intercambió una sonrisa chispeante con Naruto.


–¿En serio?


Lisa se apartó de Naruto para echar un vistazo a la
agenda.


–Por cierto, su cita de las tres ha sido cancelada. Y la
de las nueve ha llamado para decir que llegará unos minutos tarde.


–De acuerdo. –Hinata señaló a la puerta con el pulgar–.
Mientras jugáis, voy un momento al coche. Olvidé mi Palm Pilot.


Naruto alzó la mirada.


–Yo iré.


Hinata negó con la cabeza.


–Yo puedo hacerlo.


Sin contestarle, él rodeó el escritorio de Lisa y
extendió la mano para que Hinata le diera las llaves.


–Yo iré –dijo con un tono que no admitía réplicas.


Como no tenía ganas de discutir, le dio las llaves.


–Está bajo mi asiento.


–Vale, no tardaré nada.


Hinata le hizo un saludo militar.


Con gesto de pocos amigos, salió de la oficina y se
encaminó hacia el ascensor, al final del pasillo.


Iba a apretar el botón cuando se detuvo. ¡Por los
dioses!, cómo odiaba esa cosa estrecha y cuadrada.


Y la idea de estar allí dentro, solo…


Echó un vistazo a su alrededor y vio las escaleras. Sin
dudarlo ni un instante, se dirigió hacia ellas.


Hinata estaba intentando encontrar el informe de Rachel
en su maletín, pero cayó en la cuenta de que había dejado un par de
archivadores en el asiento trasero del coche.


–¿Dónde tengo hoy la cabeza? –se reprendió. Pero no hizo
falta que pensara mucho la respuesta. Sus pensamientos estaban divididos entre
dos hombres que habían alterado su vida por completo.


Enfadada consigo misma por no ser capaz de concentrarse,
cogió el maletín y salió de la consulta, detrás de Naruto.


–¿Dónde va, Doctora? –le preguntó Lisa.


–Me he dejado unos cuantos informes en el coche. No
tardo.


Lisa asintió.


Hinata se acercó al ascensor. Aún estaba rebuscando en el
maletín en busca de los archivos cuando se abrieron las puertas.


Sin prestar mucha atención, entró en al ascensor y, de
forma automática, apretó el botón de la planta baja.


Justo cuando las puertas se cerraron, se percató de que
no estaba sola.


Rodney Carmichael estaba justo enfrente, mirándola
fijamente.


–¿Me vas a decir quién es él?


Hinata se quedó helada mientras la invadían el terror y
la furia. ¡Sentía deseos de despedazarlo! Pero aunque su altura fuese escasa
para ser un hombre, aún le sacaba una cabeza.


Y era muy inestable.


Ocultando el pánico, ella le habló con calma


–¿Qué hace usted aquí?


Él hizo un mohín.


–No me has contestado. Quiero saber de quién era la ropa
que había en tu casa.


–Eso no es de su incumbencia.


–¡No digas tonterías! –chilló.


Se balanceaba al borde de la locura y lo último que
Hinata necesitaba era que él se hundiera en el abismo mientras estuvieran
encerrados en el ascensor.


–Todo lo que te rodea es asunto mío.


Hinata intentó hacerse con el control de la situación.


–Escúcheme, señor Carmichael. No le conozco de nada, y
usted no me conoce a mí. No entiendo por qué se ha obsesionado conmigo, pero
quiero que esta situación llegue a su fin.


Él apretó el botón que detenía el ascensor.


–Ahora, me vas a escuchar, Hinata. Estamos hechos el uno
para el otro. Lo sabes igual que yo.


–Muy bien –le contestó ella, intentando apaciguarlo–.
Vamos a discutir esto en mi consulta. –Y apretó el botón para que el ascensor
comenzara a moverse de nuevo.


Él volvió a detenerlo.


–Hablaremos aquí.


Hinata tomó una profunda bocanada de aire; las manos
empezaban a temblarle. Tenía que salir de allí sin enfadarlo aún más.


–Estaríamos mucho más cómodos en mi consulta.


En esta ocasión, cuando ella fue a apretar el botón él le
cogió la mano.


–¿Por qué no hablas conmigo? –le preguntó él.


–Estamos hablando –contestó Hinata mientras se aproximaba
lentamente al intercomunicador.


–Apuesto a que hablas con él, ¿verdad? Apuesto a que
pasas horas riendo y haciendo Dios sabe qué cosas con él. Dime quién es.


–Señor Carmichael…


–¡Rodney! –gritó–. ¡Maldita sea! Me llamo Rodney.


–Vale, Rodney. Vamos a…


–Apuesto a que te ha puesto sus sucias manos encima,
¿verdad? –le preguntó mientras la aprisionaba en el rincón, de espaldas al
teléfono–. ¿Cuántas veces te has acostado con él desde que me conociste, eh?


Hinata se estremeció ante la salvaje mirada de aquellos
ojos, pequeños y brillantes. Estaba perdiendo el control de su mente.


Hinata intentó agarrar el auricular pero, antes de poder
acercárselo a la oreja, él lo agarró.


–¿Qué coño estás haciendo? –le preguntó él.


–Necesitas ayuda.


Rodney estrelló el auricular contra el panel de botones.


–No necesito ninguna ayuda. Sólo necesito que hables
conmigo. ¿Es que no me oyes? ¡Sólo necesito que hables conmigo! –gritó,
mientras estrellaba el teléfono contra el panel, enfatizando cada palabra con
un golpe.


Aterrorizada, Hinata contempló cómo el auricular se hacía
pedazos. Rodney comenzó a tirarse del pelo.


–Te ha besado, lo sé. –Repetía una y otra vez la misma
frase, mientras se arrancaba el pelo a tirones.


¡Santo Dios! Estaba atrapada con un loco.


Y no había salida.


Naruto regresó a la consulta de Hinata con el Palm Pilot.



–¿Dónde está Hinata? –le preguntó a Lisa al no
encontrarla en su escritorio.


–¿No se ha encontrado con ella? Salió unos minutos
después que usted. Iba a su coche.


Naruto frunció el ceño.


–¿Está segura?


–Claro. Dijo que se había dejado unos informes o algo.


Antes de poder preguntarle cualquier otra cosa, una
atractiva mujer afroamericana vestida con un conservador traje negro y con un
maletín en la mano, entró a la oficina.


Se detuvo en la puerta y se quitó un zapato con un
puntapié, para frotarse el talón.


–Definitivamente, hoy es lunes –le dijo a Lisa–. Sólo me
faltaba tener que subir ocho pisos por la escalera porque el ascensor se ha
quedado atascado. Y ahora, ¿qué maravillosas noticias tienes para mí?


–Hola, doctora Beth –la saludó Lisa alegremente, mientras
pasaba la mano sobre el libro de citas–. Su cita de las nueve es Rodney
Carmichael.


Narutro se quedó paralizado.


–Oh, no. Espere –dijo Lisa–. Esa cita es de la doctora
Hinata. La suya…


–¿Ha dicho Rodney Carmichael? –le preguntó a la
secretaria.


–Sí. Llamó para cambiar la cita.


Naruto no esperó a que Lisa terminara de hablar. Arrojó
el Palm Pilot sobre el escritorio y salió corriendo de la oficina hacia el
ascensor. Con el corazón latiendo desbocado, sólo podía pensar en llegar hasta Hinata
lo más rápido posible.


Fue entonces cuando comprendió que el ruido que había
estado escuchando era una alarma.


Un escalofrío de terror le recorrió la espalda al
comprender lo que había sucedido. Rodney había detenido el ascensor con Hinata
dentro. Estaba seguro.


De repente, se escuchó un grito sofocado tras las puertas
cerradas del ascensor.


Con la visión nublada por la furia y el miedo, tiró de
las puertas hasta abrirlas.


Y se quedó helado.


No se veía el ascensor. Sólo un abismo negro, muy
parecido al libro. Peor aún, bajar por allí sería como descender hacia su
infierno. Un infierno oscuro, asfixiante y estrecho.


Luchó para poder respirar y superar el miedo.


En su corazón, sabía que Hinata estaba allí abajo. Sola
con un loco y sin nadie que la ayudara.


Apretando los dientes, dio un paso hacia atrás y tomó
impulsó para alcanzar de un salto los cables.


Hinata apartó a Rodney con un violento empujón.


–¡No voy a compartirte con nadie! –gruñó él, agarrándola
de nuevo por el brazo–. Eres mía.


–No pertenezco a nadie –le contestó ella, propinándole un
rodillazo en la entrepierna.


El hombre cayó de rodillas al suelo.


Desesperada, Hinata intentó subir por las barras
laterales para poder alcanzar la trampilla del techo. Si pudiese llegar hasta
allí…


Rodney la agarró por la cintura y la estrelló de espaldas
contra el rincón.


Con el rostro contraído por la furia, colocó los brazos a
ambos lados de Hinata.


–¡Dime cómo se llama el hombre que ha estado dentro de
ti, Hinata! Dímelo para que sepa a quién tengo que matar.


Con una escalofriante mirada en sus ojos vacíos, comenzó
a arañarse el rostro y el cuello hasta hacerse sangrar.


–¿No sabes que eres mi mujer? Vamos a estar juntos. Sé
cómo cuidar de ti. Sé lo que necesitas.


¡Soy mucho mejor que él!


Hinata se agachó, para alejarse un poco de él, se quitó
los zapatos de tacón y los cogió. No es que fuesen las mejores armas, pero eran
mejor que nada.


–¡Quiero saber con quién has estado! –chilló él.


En el mismo instante en que Rodney daba un paso hacia atrás,
la trampilla se abrió. Hinata miró hacia arriba.


Naruto se tiró desde el hueco y cayó agachado como un
sigiloso depredador. Lo rodeaba un aura de peligrosa tranquilidad, pero la
expresión de sus ojos era aún más terrorífica. Iluminados por la ira del
infierno, estaban clavados en Rodney con mortal determinación, y lanzaban
fuego.


Se puso en pie lentamente, hasta enderezarse del todo.


Rodney se quedó paralizado al ser consciente de la altura
de Naruto.


–¿Quién coño eres tú?


–El hombre con el que ella ha estado.


Rodney abrió la boca por la sorpresa.


Naruto miró escuetamente a Hinata para asegurarse de que
se encontraba sana y salva, y volvió su atención de nuevo a Rodney, lanzando un
rugido.


Aplastó al tipo contra la pared con tanta fuerza que
Hinata pensó que habían dejado una señal en los paneles de madera.


Naruto lo agarró por la camisa y volvió a golpearlo
contra la pared.


Cuando habló, la frialdad de su voz hizo que Hinata se
estremeciera.


–Es una pena que no seas lo suficientemente grande para
poder matarte, porque quiero verte muerto –le dijo apretando los puños–. Pero
pequeño o no, si vuelvo a encontrarte cerca de Hinata otra vez o haces que
derrame una sola lágrima más, no habrá fuerza en este mundo ni en el más allá
que me impida hacerte trizas. ¿Lo has entendido?


Rodney luchó inútilmente para zafarse de los puños de
Naruto.


–¡Es mía! Te mataré antes de que te interpongas entre
nosotros.


Naruto ladeó la cabeza como si no pudiese creer lo que
acababa de oír.


–¿Estás loco?


Rodney lanzó una patada al vientre de Naruto.


Él le dio un puñetazo en la mandíbula con los ojos ensombrecidos.
Rodney cayó desmadejado al suelo.


Mientras Naruto se agachaba junto al tipo, Hinata suspiró
aliviada. Todo había acabado.


–Es mejor que te mantengas inconsciente –lo amenazó
Naruto.


Se enderezó y abrazó a Hinata hasta casi aplastarla.


–¿Estás bien, Hinata?


Ella no podía respirar pero, en ese momento, no le
importaba.


–Sí, ¿y tú?


–Mejor, ahora que sé que estás bien.


Unos minutos después, la policía consiguió abrir las
puertas del ascensor y Hinata vio que habían quedado atrapados entre dos pisos.



Naruto la alzó por la cintura y ella agarró la mano que
le tendía un policía para ayudarla a llegar hasta el suelo.


Una vez estuvo fuera del ascensor, frunció el ceño
mientras observaba a los tres agentes que


estaban ayudando a Naruto sacar el cuerpo inconsciente de
Rodney.


–¿Cómo supieron que estábamos ahí?


El agente de más edad retrocedió un paso y dejó que los
otros dos hombres alzaran a Rodney para sacarlo.


–La operadora del servicio de emergencias nos llamó. Dijo
que parecía haber una guerra en el ascensor.


–Y lo fue –le contestó ella, nerviosa.


–¿A quién esposamos?


–Al que está inconsciente.


Mientras Hinata esperaba que Naruto llegara a su lado,
observó la oscuridad que reinaba en el hueco del ascensor, por donde él había
bajado para llegar hasta ella. Era un espacio muy reducido.


Recordó la mirada en el rostro de Naruto, la noche que
apagó la luz. Y la expresión alterada que tenía poco antes, cuando subieron a
su consulta.


Aún así, había venido a rescatarla.


Abrumada, sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.



Ha sido capaz de pasar por eso para protegerme.


Tan pronto como salió del ascensor, Hinata lo abrazó con
fuerza.


Naruto temblaba a causa de la fuerza de las emociones que
sentía. Estaba tan aliviado al verla sana y salva… La cogió por la cintura y la
besó.


–¡No!


Naruto la soltó en el mismo instante que Rodney se zafaba
de una patada del policía. Las esposas le colgaban de una de las muñecas
mientras se hacía con la pistola del agente y apuntaba.


Acostumbrado a reaccionar en mitad de una batalla, Naruto
agarró a Hinata y la empujó hacia la izquierda en el instante en que Rodney
disparaba.


El disparo pasó rozándolos, y fue seguido por otros dos
más. Otro de los agentes, el de más edad, había disparado a Rodney.


Hinata intentó acercarse, pero Naruto se lo impidió.


La mantuvo pegada a él, con el rostro enterrado en su
pecho, mientras observaba cómo Rodney moría.


–No mires, Hinata –susurró–. Hay ciertos recuerdos que no
necesitas conservar.


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Mensaje por naruhinalove14 Jue Ago 11, 2011 2:37 pm

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Mensaje por Narumy Vie Ago 12, 2011 10:46 am

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Mensaje por Narumy Vie Ago 12, 2011 10:47 am

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Mensaje por elihinata Sáb Ago 13, 2011 8:00 am

hello chicas!... bueno nose si hay chicos la verdada jeje Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 730327
bueno, al caso (no esque los chicos no me caigan bien, solo me da pereza mirar jeje)

me encantó la serie... la escritora es una perver Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 496781 pero una perver que escribe genial Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 592355
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y ...y... quiero una... zapato

pd: lose soy rara Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 16746 pero no tengo remedio Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 897138 a decir verdad me gusta ser rara Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 450236
jeje bye me voy antes de que me arresten por espam Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 38465
nos vemos luego Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 905629

CONTI PLEASE! TE ESTA QUEDANDO GENIAL! Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA ) - Página 3 982655
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Mensaje por Shawty Mar Ago 23, 2011 12:48 pm

Wow, la historia está fantástica! Por favor síguela!
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