Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
esta muy bueno continualo como dije antes te dare un puntito positivo por cada capitulo ya que no he posteado en todos los cap este es mi modo de darte mi apoyo y motivarte a seguirlo subiendo.
the_best_girlPsicópata del foro - definitivamente no me equivoque,i ♥ NaruHina
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
Capítulo 7
Naruto miró fijamente a Hinata; su mente no paraba de darle vueltas a lo que acababa de decir.¿Sería cierto? ¿Podría atreverse a creerlo? ¿A tener esperanza después de tanto tiempo…?
–¿Tu apellido es Alexander? –repitió, incrédulo.
–Sí –le respondió ella, con una sonrisa alentadora en el rostro.
Cupido observó a su hermano con una mirada severa.
–¿Ya habéis intimado vosotros dos?
–No –contestó Naruto–. Aún no –y pensar que había estado enfadado por eso…
Hinata había evitado que cometiera el tercer error más grande de su vida. En ese momento la besaría. Una sonrisa iluminó el rostro de Cupido.
–Bueno, maldita sea mi suerte… En fin, mejor no nombrar la cuerda en casa del ahorcado… Nunca he conocido a una mujer que pudiese estar cerca de ti más de diez minutos sin arrojarse a…
–Cupido –le cortó Naruto, antes de que soltara un largo discurso acerca del número de mujeres con las que se había acostado–. ¿Tienes algo más que decir que nos sea útil?
–Una cosa más. La fórmula de mamá sólo tendrá éxito si Príapo no lo descubre. Si lo hace, podría evitar que te liberaras con su característica mala sombra.
Naruto apretó los puños ante el recuerdo de algunas de las acciones más repugnantes de su hermano.
Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Príapo le había odiado desde que nació. Y con el paso de los años, su hermano había dado un nuevo significado a la expresión «rivalidad fraternal».
Naruto dio un sorbo a su bebida.
–No lo descubrirá a menos que tú se lo digas.
–A mí no me mires –replicó Cupido–. No soy de los suyos. Me confundes con el primo Dion. Y ahora que lo recuerdo, tengo que reunirme con mis chicos. Planeamos hacer un gran tributo al viejo Baco esta noche –alargó el brazo y dejó la mano con la palma hacia arriba–. Mi arco, si eres tan amable.
Con mucho cuidado, para no pincharse, Naruto lo sacó del bolsillo y se lo devolvió.
En ese momento percibió la extraña mirada de su hermano mayor; una mirada de afecto sincero.
–Estaré cerca por si me necesitas. Sólo tienes que llamarme; por mi nombre, nada de Cupido. Y por favor, deja eso de «bastardo inútil», ¡joder! –le miró con una sonrisa presuntuosa–. Debería haber sabido que eras tú.
Naruto no dijo nada mientras recordaba lo que había sucedido la última vez que tomó la palabra de su hermano, y le pidió ayuda.
Cupido se levantó, miró a Hinata y a Sakura, y sonrió a Naruto.
–Buena suerte con tu intento de obtener la libertad. Que la fuerza de Ares y la sabiduría de Atenea te guíen.
–Y que Hades se encargue de asar tu vieja alma.
Cupido lanzó una carcajada.
–Demasiado tarde. Lo hizo cuando sólo tenía trescientos años y no fue tan horrible. Nos vemos, hermanito.
Naruto no habló mientras Cupido se abría camino hacia la puerta de salida, como cualquier ser humano normal. La camarera les trajo el pedido y él cogió la extraña comida, consistente en un trozo de carne metido en dos rebanadas de pan; pero en realidad no tenía mucha hambre. Había perdido el apetito.
Hinata cubrió la carne con una cosa roja, la tapó con el pan y le dio un bocado. Sakura picoteaba de una ensalada aderezada con la misma salsa.
Alzando la mirada, Hinata se dio cuenta del ceño con que Naruto la observaba mientras comía. Parecía aún más preocupado que antes, y tenía la mandíbula tan tensa que se veía que estaba apretando con fuerza los dientes.
–¿Qué te ocurre? –le preguntó.
Él entrecerró los ojos suspicazmente.
–¿Estás dispuesta realmente a hacer lo que Eros ha dicho?
Hinata dejó la hamburguesa en el plato y se limpió la boca con la servilleta. En realidad, no le gustaba mucho la idea de que Naruto usase su cuerpo para obtener la libertad. Sería una relación de una sola noche, sin compromisos ni promesas.
Naruto se iría en cuanto acabase con ella. No tenía ninguna duda al respecto.
¿Por qué iba a querer quedarse junto a ella un hombre como él, que bien podía tener a cualquier mujer de la tierra comiendo de su mano?
Aun así, no podía condenarlo a seguir viviendo eternamente en un libro. No cuando ella era la llave para liberarlo.
–Cuéntame una cosa –dijo Hinata en voz baja–; quiero saber cómo acabaste metido en el libro; la historia completa. Y qué le ocurrió a tu esposa.
No lo habría creído posible, pero la mandíbula de Naruto se tensó aún más. Estaba intentado esconderse de nuevo.
Pero ella se negó a que huyera. Ya era hora de que entendiera por qué le preocupaba el hecho de acostarse con él.
–Naruto, me estás pidiendo mucho. No tengo demasiada experiencia con los hombres.
Él frunció el ceño.
–¿Eres virgen?
–Ojalá –balbució Hinata.
Naruto vio el dolor en sus ojos mientras le contestaba en un murmullo. Avergonzada, ella miró al suelo.
¡No!, rugió su mente. No era posible que hubiese sufrido lo que estaba imaginando. Una inesperada furia se despertó en su interior ante la mera posibilidad.
–¿Te han violado?
–No –susurró ella–. No… exactamente.
La confusión disipó la ira de Naruto.
–Entonces, ¿qué quieres decir?
–Era joven y estúpida –continuó ella muy despacio.
–El muy cerdo se aprovechó de que sus padres acababan de morir y de que ella estaba muy mal –le contó Sakura con voz áspera–. Era uno de esos sucios embusteros que te sueltan lo de «sólo quiero cuidarte», para aprovecharse y después salir corriendo una vez que lo consiguen.
–¿Te hizo daño? –le preguntó Naruto.
Hinata asintió.
Una nueva oleada de furia lo asaltó. No sabía muy bien por qué le importaba tanto lo que pudiera sucederle a Hinata, pero por alguna razón que no acababa de comprender, así era. Y quería vengarse en su nombre. Vio cómo le temblaba la mano, se la cubrió con la suya, y comenzó a acariciarle suavemente los nudillos con el pulgar.
–Sólo lo hice una vez –confesó Hinata en un murmullo–. Ya sé que la primera vez duele, pero no sabía que fuese así. Y el daño físico no fue el peor; lo más horrible fue el hecho de que no pareció importarle nada mi sufrimiento. Me sentí como si sólo estuviese allí para complacerle, como si ni siquiera fuese una persona.
A Naruto se le hizo un nudo en el estómago. Sabía muy bien a lo que Hinata se refería.
–Esa misma semana –prosiguió ella–, como no me llamaba ni me contestaba, fui a su apartamento para verlo. Era primavera y tenía las ventanas abiertas. Cuando me acerqué… –un sollozo la interrumpió.
–Él y su compañero de piso habían hecho una apuesta para ver cuál de los dos desfloraba más vírgenes ese año –le contó Sakura–. Hinata les escuchó burlarse de ella.
Una furia letal y siniestra lo poseyó. Él había conocido a muchos hombres de esa calaña. Y jamás había podido soportarlos. De hecho, siempre le había dado mucho gusto librar a la tierra de su hedionda presencia.
–Me sentí utilizada; como una estúpida –murmuró Hinata mirándolo. La agonía que reflejaban sus ojos lo abrasó–. No quiero volver a sentirme así –se tapó la cara con una mano, pero no antes de que Naruto captara la humillación en su mirada.
–Lo siento mucho, Hinata –susurró él, abrazándola.
Entonces eso era. Esa era la fuente de sus demonios. La abrazó con fuerza, apoyando la mejilla sobre su cabeza. El suave aroma a flores lo rodeó.
Cómo ansiaba poder consolarla. Y qué culpable se sentía. Él también había usado a Penélope. Los dioses eran testigos de que él le había hecho a su esposa mucho más daño, a fin de cuentas.
Se merecía estar maldito, pensó con amargura.
Se lo había ganado a pulso, y no volvería a hacer daño a Hinata. Era una mujer honesta, con un gran corazón y se negaba a aprovecharse de ella.
–No pasa nada, Hinata –la consoló con ternura, envolviéndola aún más entre sus brazos y acunándola. La besó suavemente en la cabeza–. No te pediré que hagas esto por mí.
Ella alzó la vista muy sorprendida. No podía creer que dijese algo así.
–No puedo dejar de hacerlo.
–Sí que puedes. Simplemente olvídalo –había dolor en su voz. Y una cadencia extraña, algo que le daba una ligera idea del hombre que una vez había sido.
–¿Realmente crees que puedo hacerlo?
–¿Y por qué no? Todos los miembros de mi familia me dieron de lado. Tú ni siquiera me conoces –su mirada se ensombreció al soltarla.
–Naruto…
–Hazme caso, Hinata. No lo merezco –tragó saliva antes de volver a hablar–. Como general, fui implacable en el campo de batalla. Aún puedo ver las miradas horrorizadas de los miles de hombres que murieron bajo mi espada, mientras los hacía pedazos sin el más mínimo asomo de remordimiento –buscó la mirada de Hinata–. ¿Por qué iba alguien como tú a ayudar a alguien como yo?
Hinata recordó cómo Naruto había acunado y consolado al niño, cómo había amenazado a Cupido para evitar que le hiciese daño; y entonces supo por qué. Puede que en su pasado hubiese hecho cosas espantosas, pero no era un ser perverso. Podría haberla violado si hubiese querido. Y en lugar de hacerlo, ese hombre que apenas si había conocido un gesto amable, se había limitado a consolarla.
No, a pesar de todos los crímenes que pudiera haber cometido en el pasado, había bondad en él.
Naruto había sido un hombre de su tiempo. Un general de la Antigüedad, forjado en el fragor de muchas batallas. Un hombre que se había criado en condiciones tan brutales que no podía acabar de imaginárselas.
–¿Y tu esposa? –preguntó Hinata.
Un músculo comenzó a latirle en la mandíbula.
–Le mentí, la traicioné y la engañé, y al final, la maté.
Hinata se tensó ante la inesperada confesión.
–¿Tú la mataste?
–Puede que no fuese yo el que le quitara la vida, pero fui el responsable, después de todo. Si no… –su voz se desvaneció mientras cerraba los ojos con fuerza.
–¿Qué? –preguntó Hinata–. ¿Qué ocurrió?
–Forcé mi destino, y el suyo. Y al final, las Parcas me castigaron.
Hinata no pensaba quedarse así.
–¿Cómo murió?
–Enloqueció cuando descubrió lo que le hice. Lo que Eros había hecho… –Naruto enterró la cara entre las manos mientras los recuerdos lo asaltaban–. Fui un estúpido al creer que Eros podía conseguir que alguien me amara.
Hinata alargó el brazo y le pasó la mano por el rostro. Él la miró. Estaba increíblemente hermosa allí sentada. La ternura de sus ojos no dejaba de sorprenderlo. Ninguna mujer lo había mirado nunca de ese modo.
Ni siquiera Penélope. Siempre había faltado algo cuando su mujer lo miraba, o cuando lo acariciaba.
Su corazón, comprendió con un sobresalto. Hinata estaba en lo cierto. Era muy diferente cuando el corazón no estaba involucrado. Era algo muy sutil, pero siempre había percibido el vacío en las caricias de Penélope, en sus palabras; y eso había hecho que su alma ennegrecida sufriera aún más.
Súbitamente, Cupido se materializó junto a Sakura y miró a Naruto con una tímida sonrisa.
–Olvidé decirte algo.
Naruto dejó escapar un suspiro encolerizado.
–No sé por qué tenéis la costumbre de olvidaros de algo. Y, suele ocurrir, que ese algo es siempre lo más importante. ¿Qué has olvidado esta vez?
Cupido no fue capaz de enfrentar la mirada de su hermano.
–Como muy bien sabes, estás condenado a, digámoslo así, sentirte forzado a complacer a la mujer que te invoque.
Naruto lanzó una rápida mirada a Hinata y su miembro se tensó malévolamente en respuesta.
–Soy muy consciente de ese hecho.
–¿Pero eres consciente de que con cada día que pase sin poseerla, tu cordura irá desapareciendo? Para cuando el mes esté llegando a su fin, serás un loco desesperado por la falta de sexo y la única forma de sanarte será ceder a tus deseos. Si no lo haces, hermano, sufrirás una agonía tan dolorosa que el castigo de Prometeo a tu lado parecerá una estancia en los Campos Elíseos.
Sakura jadeó.
–¿Prometeo no es el dios que supuestamente entregó el fuego a la humanidad? –preguntó Hinata.
–Sí –respondió Cupido.
Hinata miró nerviosa a Naruto.
–¿El que fue encadenado a una roca y condenado a que todos los días un águila se comiese sus entrañas?
–Y a que cada noche se recuperara para que el pájaro pudiera seguir comiendo al día siguiente –acabó Naruto en su lugar. Los dioses sabían cómo castigar a aquellos que los fastidiaban.
Una ira amarga se extendió por sus venas mientras observaba a Cupido.
–Os odio.
Cupido asintió.
–Lo sé. Ojalá no hubiese hecho nunca lo que me pediste. Lo siento mucho. Lo creas o no, mamá y yo estamos muy arrepentidos.
Con las emociones revueltas, Naruto no fue capaz de decir nada. Desolado, lo único que veía era el rostro de Penélope en su mente, y la visión le hacía encogerse de dolor.
Una cosa era que su familia lo castigara a él, pero nunca deberían haber tocado a los que eran inocentes.
Cupido depositó una cajita en la mesa, frente a él.
–Si no quieres abandonar la esperanza, vas a necesitar esto.
–Cuídate de los regalos de los dioses –dijo Naruto amargamente, mientras abría la caja para encontrar dos pares de grilletes de plata y un juego de diminutas llaves, colocadas sobre un lecho de satén azul oscuro. Al instante reconoció el intrincado estilo de su padrastro.
–¿Hefesto?
Su hermano asintió.
–Ni Zeus puede romperlas. Cuando sientas que pierdes el control, te aconsejo que te encadenes a algo realmente sólido y que te mantengas… –esperó un momento mientras miraba fijamente a Hinata– alejado de ella.
Naruto tomó aire. Podría reírse ante la ironía, pero ni siquiera era capaz de reunir fuerzas. De una u otra manera, en cada invocación, siempre acababa encadenado a algo.
–Eso es inhumano –balbució Hinata.
Cupido le dedicó una mirada feroz.
–Nena, hazme caso; si no lo encadenas, lo lamentarás.
–¿Cuánto tiempo tardará? –preguntó Naruto.
Él se encogió de hombros.
–No lo sé. Depende mucho de ti y del autocontrol del que dispongas –espetó Cupido–. Conociéndote, es bastante posible que ni siquiera las necesites.
Naruto cerró la caja. Podía ser muy fuerte, pero no tenía el optimismo de su hermano. Lo había perdido hacía mucho, lenta y dolorosamente.
Eros le palmeó la espalda.
–Buena suerte.
Naruto no dijo nada mientras su hermano se alejaba. Miraba fijamente la caja mientras las palabras de Cupido resonaban en su cabeza. Si algo había aprendido a lo largo de los siglos, era a dejar que las Parcas se salieran con la suya.
Era una estupidez pensar que tenía la oportunidad de ser libre. Era su penitencia y debía aceptarla. Era un esclavo, y un esclavo seguiría siendo.
–¿Naruto? –le llamó Hinata–. ¿Qué te pasa?
–No podemos hacerlo. Llévame a casa, Hinata. Llévame a casa y déjame que te haga el amor. Vamos a olvidarlo antes de que alguien, seguramente tú, salga herido.
–Pero ésta es tu oportunidad de ser libre. Podría ser la única que tengas. ¿Has sido convocado antes por alguna mujer que llevara el nombre de Alejandro?
–No.
–Entonces, debemos hacerlo.
–No lo entiendes –le dijo entre dientes–. Si lo que Eros dice es cierto, para cuando llegue esa noche, no seré yo mismo.
–¿Y quién serás?
–Un monstruo.
Hinata le miró con escepticismo.
–No creo que pudieras serlo.
Él la observó, furioso.
–Tú no tienes ni idea de lo que soy capaz de hacer. Cuando la locura de los dioses se abate sobre alguien, no hay manera de encontrar ayuda, ni esperanza de hallarla –el estómago se le contrajo con un nudo–. No deberías haberme convocado, Hinata –concluyó, alargando el brazo para coger su vaso.
–¿Te has parado a pensar que quizás todo esto estaba predestinado? –preguntó ella súbitamente–. Quizás fui yo la que te invocó porque estaba dispuesto que yo te liberara.
Naruto contempló a Sakura a través de la mesa.
–Me convocaste porque Sakura te engañó. Lo único que quería era que tuvieras unas cuantas noches placenteras para que pudieras olvidarlo todo y buscases a un hombre decente, sin temor a que pudiera hacerte daño.
–Pero es posible que…
–No hay peros que valgan, Hinata. No estaba predestinado.
Ella bajó la mirada hasta su muñeca. Acercó la mano y acarició la inscripción en griego que ascendía por la cara interna del brazo.
–¡Qué bonito! –exclamó–. ¿Es un tatuaje?
–No.
–¿Y qué es? –insistió.
–Príapo lo grabó a fuego –respondió él, ignorando la pregunta.
Sakura se incorporó un poco y le echó un vistazo.
–Dice: «Maldito seas por toda la eternidad y más allá».
Hinata dejó la mano sobre la inscripción y miró a Naruto a los ojos.
–No puedo imaginar todo lo que has debido sufrir durante tanto tiempo. Y más me cuesta entender que fuese tu propio hermano quien te hiciese algo así.
–Como dijo Cupido, sabía que no debía tocar a una de las vírgenes de Príapo.
–¿Y por qué lo hiciste entonces?
–Porque fui un estúpido.
Hinata rechinó los dientes; tenía unas ganas horribles de estrangularlo. ¿Por qué nunca contestaba a lo que se le preguntaba?
–¿Y qué te hizo…?
–No me apetece hablar del tema –le espetó.
Ella le soltó el brazo.
–¿Alguna vez has dejado que alguien se te acerque, Naruto? Apuesto a que siempre has sido uno de esos tipos que no abren su corazón porque no confían en nadie. Uno de ésos que preferirían que les cortasen la lengua antes de que alguien descubriera que no son seres insensibles, sino todo lo contrario. ¿Te comportaste así con Penélope?
Naruto apartó la mirada mientras los recuerdos le embargaban.
Recuerdos de una infancia plagada de hambre y privaciones.
Recuerdos de noches agónicas deseando…
–Sí –respondió sencillamente–. Siempre estuve solo.
Hinata sufría por él. Pero no podía permitir que se conformara.
De algún modo tenía que encontrar la forma de llegar hasta su corazón. De animarle a que luchara por romper la maldición.
Debía haber algún modo de hacerle luchar.
Y en ese momento juró encontrarlo.
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Bueno bueno, Hola que tal chicas, XD ya les puse el siguiente capi, uf,
pero lo que no pueden hacer es perderse el capitulo 8 O,O , santa madre
de los changos que esta uf, me dio hemorraguia nasal, XD, e_e apto para
mayores de 18 , eeeh bueno yo teng 17, asi que mejor para +16
hahahaha, O,o uuf q encerio esta muy hot, XD bueno a mi si, me encanto este
naruto (YO QUIERO UNO ), no se ustedes huhuhuhu , ya me diran si les gusta este naruto travieso hahahaha, no se pierdad el siguiente capitulo, para eso dejenme sus pots hahahahaha bueno, bueno igual lo subire por que uf....esta
Última edición por Reika_chan el Vie Abr 15, 2011 12:43 pm, editado 1 vez
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
muy buen capi...
espero q naruto entienda lo q le dice hinata....
espero q naruto entienda lo q le dice hinata....
naome_uchihaTemporal - entrenando en lo mas profundo del bosque
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06/04/2011
SASUSAKU, NARUHINA
INOSAI, SHIKATEMA, NEJITEN, ITADEI, PAINKON, ICHIRUKI.
12º endieng de naruto shippuden
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
hurra si que bueno me encanta el fic, la historia es buena como dijiste Sherrilyn Kenyon tiene una imaginacion, pero te agradezco que lo adaptaras al naruhina y por tomarte toda esa molestia.
conti...
conti...
the_best_girlPsicópata del foro - definitivamente no me equivoque,i ♥ NaruHina
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
muy buena la historia cada vez se pone mas interesante conti
kathleen1100Rutinario - cartagena
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la promesa perdida sasusaku y naruhina
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
Y no saben lo prometido es deuda , ahora uno de mis capitulos favoritos :roll:no piensen que soy pervertida, bueno talvez un poquito , en fin gracias por sus comentarios, y que bueno que la historia les halla gustado tanto como a mi, felicitemos a la escritora .
Ahora si, les dejo para que disfruten de este capitulo, , espero les guste tanto como a mi.
–Has estado muy callado –le dijo ella mientras se detenía en un semáforo en rojo.
Observó cómo la mirada de Naruto seguía el movimiento de los automóviles que pasaban junto a ellos. Parecía perdido, como alguien que se debatiera en el límite entre la fantasía y la realidad.
–No sé qué decir –respondió tras una breve pausa.
–Dime cómo te sientes.
–¿Sobre qué?
Hinata se rió.
–Definitivamente, eres un hombre –le dijo–. ¿Sabes? Las sesiones con los hombres son las más difíciles. Llegan y pagan ciento veinticinco dólares para no decir prácticamente nada. Jamás lograré entenderlo.
Naruto bajó la vista hasta su regazo, y ella observó el modo en que acariciaba distraídamente su anillo con el pulgar.
–Dijiste que eras una sexóloga, ¿qué es eso exactamente?
El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en el tráfico.
–Tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo a las personas que tienen problemas con sus parejas. Mujeres que tienen miedo de tener relaciones íntimas con los hombres, o mujeres a las que les gustan los hombres un poco más de la cuenta.
–¿Ninfómanas?
Hinata asintió.
–He conocido a unas cuantas.
–Apuesto a que sí.
–¿Y los hombres? –preguntó él.
–No son fáciles de ayudar. Como ya te he dicho, no suelen hablar mucho. Tengo un par de pacientes que sufren de miedo escénico…
–¿Y eso qué es?
–Algo que estoy completamente segura que tú no padecerías jamás –le contestó, pensando en la continua y arrogante persecución a la que él le sometía. Se aclaró la garganta y se lo explicó–. Son hombres que tienen miedo de que sus compañeras se rían de ellos cuando están en la cama.
–¡Ah!
–También tengo un par que abusan verbalmente de sus parejas, y otros dos que quieren cambiarse de sexo…
–¿Se puede hacer eso? –preguntó Naruto, totalmente pasmado.
–¡Claro! –respondió Hinata con un gesto de la mano–. Te sorprendería saber de lo que son capaces los médicos hoy en día.
Tomó una curva y se adentraron en su vecindario.
Naruto permaneció callado tanto rato que estaba a punto de enseñarle lo que era la radio cuando, de repente, él preguntó:
–¿Por qué quieres ayudarlos?
–No lo sé –le respondió con franqueza–. Supongo que se remonta a mi infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me querían mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era profesor de historia y mi madre ama de casa…
–¿Qué es un ama de casa?
–Una mujer que se queda en casa y hace las cosas típicas de las madres. En el fondo, nunca me trataron como a una niña, por eso, cuando estaba cerca de otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué decir. Me asustaba tanto que me ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a llevarme a un psicólogo y, después de un tiempo, mejoré bastante.
–Excepto con los hombres.
–Ésa es una historia totalmente diferente –le dijo, suspirando–. De adolescente era una chica desgarbada, y los chicos del instituto no se acercaban a mí, a menos que quisieran burlarse.
–¿Burlarse de ti?, ¿por qué?
Hinata se encogió de hombros con un gesto indiferente. Por lo menos, esos viejos recuerdos habían dejado de molestarla. Finalmente los había superado.
–Porque estaba plana, tenía orejas de soplillo y un montón de pecas.
–¿Que estabas plana?
–No tenía pecho.
Hinata hubiese jurado que podía sentir el calor que desprendía la mirada de Naruto mientras inspeccionaba sus pechos.
Mirándolo de reojo, confirmó sus sospechas. De hecho, la estaba observando como si se hubiese quitado la camisa y estuviera en mitad de…
–Tus pechos son muy bonitos.
–Gracias –le respondió con torpeza, aunque curiosamente se sentía halagada por un cumplido tan poco convencional–. ¿Y tú?
–Yo no tengo pechos.
Lo dijo con un tono tan inexpresivo y serio que Hinata no pudo evitar estallar en carcajadas.
–No era eso a lo que me refería, y lo sabes muy bien. ¿Cómo fue tu adolescencia?
–Ya te lo he dicho.
Ella le miró furiosa.
–En serio.
–En serio, luchaba, comía, bebía, me acostaba con mujeres y me bañaba. Normalmente, en ese orden.
–Todavía tenemos problemas con esto de la falta de confianza, ¿no? –preguntó ella de forma retórica.
Asumiendo su papel de psicóloga, cambió a un tema que a él le resultara más fácil.
–¿Por qué no me cuentas qué sentiste la primera vez que participaste en una batalla?
–No sentí nada.
–¿No estabas asustado?
–¿De qué?
–De morir, o de que te hirieran.
–No.
La sinceridad de su sencilla respuesta consiguió desconcertarla.
–¿Y cómo es que no tenías miedo?
–No tienes miedo a morir cuando no tienes nada por lo que seguir viviendo.
Impresionada por sus palabras, Hinata tomó el camino de entrada a su casa.
Decidiendo que sería mejor dejar un tema tan serio por el momento, bajó del coche y abrió el maletero.
Naruto cogió las bolsas y la siguió hasta la casa.
Se dirigieron a la planta alta. Hinata sacó sus cómodos vaqueros del vestidor e hizo sitio en los cajones para poder guardar la ropa nueva de Naruto.
–Veamos –dijo, arrugando las bolsas vacías para arrojarlas a la papelera de mimbre, colocada junto al armario–. Es viernes por la noche. ¿Qué te gustaría hacer? ¿Te apetece una noche tranquila o prefieres dar una vuelta por la ciudad?
Su hambrienta mirada la recorrió de la cabeza a los pies, haciendo que ardiera al instante.
–Ya conoces mi respuesta.
–Vale. Un voto a favor de arrojarse al cuello de la doctora, y otro en contra. ¿Alguna otra alternativa?
–¿Qué tal una noche tranquila en casa, entonces?
–De acuerdo –respondió Hinata, mientras se acercaba a la mesita de noche para coger el teléfono–. Déjame que compruebe los mensajes y después prepararemos la cena.
Naruto siguió colocando su ropa, mientras ella llamaba al servicio de contestador y hablaba con ellos.
Acababa de doblar la última prenda cuando percibió una nota de alarma en la voz de Hinata.
–¿Dijo qué quería?
Naruto se giró para poder observarla. Tenía los ojos ligeramente dilatados, y sujetaba el teléfono con demasiada fuerza.
–¿Por qué le dio mi número de teléfono? –preguntó enfadada–. Mis pacientes jamás deben saber mi número privado. ¿Puedo hablar con su superior?
Naruto se acercó a ella.
–¿Algo va mal?
Hinata alzó la mano, indicándole que permaneciera en silencio para poder escuchar lo que la otra persona le estaba diciendo.
–Muy bien –dijo tras una larga espera–. Tendré que cambiar el número de nuevo. Gracias –colgó el teléfono, frunciendo el ceño por la preocupación.
–¿Qué ha pasado? –le preguntó él.
Hinata resopló irritada mientras se frotaba el cuello.
–La compañía acaba de contratar a esta chica y, como es nueva, le dio mi número privado a uno de mis pacientes.
Hablaba tan rápido que a Naruto le costaba trabajo seguirla.
–Bueno, en realidad, no es mi paciente –prosiguió sin detenerse–. Jamás habría aceptado a un hombre así, pero Luanne, la doctora Jenkins, no es tan selectiva. La semana pasada tuvo que marcharse de la ciudad a toda prisa, por una emergencia familiar. Así es que Beth y yo tuvimos que repartirnos sus pacientes para atenderlos mientras ella está fuera. Aún así, no quise quedarme con este hombre tan horripilante, pero Beth no pasa consulta los viernes, y él tiene que acudir los miércoles y los viernes debido al régimen de libertad condicional.
Hinata lo miró con el pánico reflejado en sus pálidos ojos grises.
–Pero yo no quise atenderlo, y el supervisor de su caso me juró que no habría ningún problema. Dijo que el tipo no representaba una amenaza para nadie.
Naruto sentía que le palpitaba la cabeza por la cantidad de información que Hinata estaba soltando, y que él era incapaz de comprender en su mayor parte.
–¿Eso es un problema?
–Es un poquito espeluznante –dijo con las manos temblorosas–. Es un acosador. Acaban de darle el alta de un hospital psiquiátrico.
–¿Un acosador? ¿Un hospital psiquiátrico? ¿Qué es eso?
Al escuchar la explicación, Naruto no pudo evitar quedarse con la boca abierta.
–¿Permitís que estas personas se muevan a su antojo?
–Bueno, sí. La idea es ayudarlos.
Naruto estaba horrorizado. ¿Qué clase de mundo era ése en el que los hombres se negaban a proteger a sus mujeres y niños de la depravación?
–En mi época, no permitíamos que personas así se acercaran a nuestras familias. Nos asegurábamos de que no andaran sueltos por nuestras calles.
–¡Bienvenido al siglo veintiuno! –exclamó Hinata con amargura–. Aquí hacemos las cosas de un modo… distinto.
Naruto movió la cabeza, ensimismado, mientras pensaba en todas las cosas de ésta época que le resultaban extrañas. No podía entender a esta gente, ni su modo de vida.
–No encajo en este mundo –masculló.
–Naruto…
Se alejó cuando vio que Hinata se acercaba a él.
–Hinata, sabes que es así. Supongamos que rompemos la maldición; ¿de qué me va a servir? ¿Qué se supone que voy a hacer aquí? No puedo leer tu idioma, no sé conducir y no tengo posibilidades de trabajar. Hay demasiadas cosas que no entiendo. Me siento perdido…
Ella se estremeció ante la evidente angustia que Naruto intentaba ocultar con todas sus fuerzas.
–Sólo estás un poco agobiado. Pero lo haremos pasito a pasito. Te enseñaré a conducir y a leer. Y con respecto al trabajo… sé que eres capaz de hacer muchas cosas.
–¿Como qué?
–No lo sé. Además de ser un soldado, ¿a qué otra cosa te dedicabas en Macedonia?
–Era un general, Hinata. Lo único que sé hacer es dirigir a un antiguo ejército en una batalla. Nada más.
Hinata tomó su cara entre las manos y lo miró con dureza.
–No te atrevas a abandonar ahora. Me has dicho que no tenías miedo a luchar, ¿cómo puedes asustarte por esto?
–No lo sé, pero me asusta.
Algo extraño ocurrió entonces; Hinata percibió que Naruto le había permitido acercarse. No de forma muy íntima, pero por la expresión de su rostro se daba cuenta de que estaba admitiendo su vulnerabilidad ante ella. Y, en el fondo, sabía que no era el tipo de hombre que admite fácilmente ese hecho.
–Yo te ayudaré.
La duda que reflejaban los ojos azules hizo que se le revolviera el estómago.
–¿Por qué?
–Porque somos amigos –le respondió con ternura, mientras le acariciaba la mejilla con el pulgar–. ¿No fue eso lo que le dijiste a Cupido?
–Ya escuchaste su respuesta. No tengo amigos.
–Ahora sí.
Él se inclinó y la besó en la frente, atrayéndola hacia su cuerpo para darle un fuerte abrazo. El cálido aroma del sándalo la inundó mientras escuchaba cómo el corazón de Naruto latía frenéticamente bajo su mejilla rodeada por sus bíceps tostados por el sol. Fue un gesto tan tierno que a Hinata le llegó al alma.
–De acuerdo, Hinata –le dijo en voz baja–. Lo intentaremos. Pero prométeme que no dejarás que te haga daño.
Ella lo miró ceñuda.
–Estoy hablando en serio. Una vez que me pongas los grilletes, no me sueltes bajo ninguna circunstancia. Júralo.
–Pero…
–¡Júralo! –insistió él con brusquedad.
–Muy bien. Si no puedes controlarte, no te liberaré. Pero yo también quiero que me prometas una cosa.
Él se apartó un poco y la miró con escepticismo. No obstante, siguió abrazándola.
–¿Qué?
Hinata apoyó las manos sobre sus fuertes bíceps y sintió cómo la piel de Naruto se erizaba bajo su contacto. Él bajó la mirada hacia sus manos, con una de las expresiones más tiernas que ella había visto nunca.
–Prométeme que no vas a desistir –le dijo–, que vas a intentar acabar con la maldición.
La miró con una sonrisa extraña.
–Está bien. Lo intentaré.
–Y lo lograrás.
Naruto sonrió al escuchar su comentario.
–Tienes el optimismo de una niña.
Hinata le devolvió la sonrisa.
–Como Peter Pan.
–¿Peter qué?
Ella se alejó de sus brazos de mala gana. Tomándolo de la mano, lo llevó hasta la puerta del dormitorio.
–Acompáñame, esclavo macedonio mío, y te contaré quiénes son Peter Pan y los Niños Perdidos.
–Entonces, ¿ese chico nunca se hizo mayor? –preguntó Naruto mientras preparaban la cena.
Hinata estaba muy sorprendida, ya que él no se había quejado cuando le pidió que se encargara de la ensalada. Parecía bastante acostumbrado a usar cuchillos para cortar comida.
Sin muchas ganas de investigar aquella pequeña peculiaridad, se concentró en la salsa para los tallarines.
–No. Regresó a la isla con Campanilla.
–Interesante.
Hinata metió una cuchara en la salsa y, poniendo una mano debajo para que no goteara, se la acercó a Naruto para que la probase, después de haberla enfriado.
–Dime qué te parece.
Él se inclinó, abrió la boca y dejó que Hinata le diera a probar la salsa.
Ella observó cómo la saboreaba.
–Está deliciosa.
–¿Demasiada sal quizás?
–No, está perfecta.
Ella sonrió alegremente.
–Ten –le dijo él, ofreciéndole un trozo de queso.
Hinata abrió la boca, pero él no se lo dio; aprovechándose de las circunstancias, se adueñó de sus labios para besarla a conciencia.
¡Cielo santo! Una lengua con tal capacidad de movimiento debería ser inmortalizada con un monumento, o encontrar el modo de conservarla para la posteridad. Semejante tesoro no podía desaparecer. Y esos labios…
Mmm, Hinata no quería pararse a pensar en esos deliciosos labios y en lo que eran capaces de hacer.
Naruto la sujetó por la cintura apretándola contra sus caderas, justo sobre el lugar donde su miembro se tensaba bajo los vaqueros. ¡Por amor de Dios!, este hombre estaba maravillosamente dotado y Hinata comenzó a temblar ante la idea de que desplegara todos sus encantos sexuales para ella.
¿Sería capaz de sobrevivir a algo así?
Sentía cómo Naruto se tensaba y cómo su respiración comenzaba a alterarse. Estaba dejándose arrastrar por la pasión, y Hinata empezaba a temer que, si no lo detenía en ese momento, ninguno de los dos iba a ser capaz de parar después.
Aunque no le apetecía nada separarse de él, dio un paso atrás, deshaciendo el tórrido abrazo.
–Naruto, compórtate.
Jadeando, observó la lucha que sostenía consigo mismo mientras la devoraba con los ojos.
–Sería mucho más sencillo comportarse si no fueses tan jodidamente deseable.
El comentario fue tan inesperado que ella se rió con ganas.
–Lo siento –le dijo, captando el gesto irritado de Naruto–. Al contrario de lo que te ocurre a ti, yo no estoy acostumbrada a que me digan cosas como ésa. El mayor cumplido que me han hecho nunca, fue el de un chico llamado Rick Glysdale. El día de la graduación, vino a recogerme a casa, me miró de arriba abajo y dijo: « ¡Joder!, te has arreglado más de lo que esperaba».
Naruto resopló.
–Me preocupan los hombres de esta época, Hinata. Todos parecen ser unos completos imbéciles.
Riéndose de nuevo, ella le dio un ligero beso en la mejilla y se acercó a la olla para sacar la pasta del agua antes de que se pasara.
Mientras echaba los tallarines en el escurridor, se acordó del pan.
–¿Puedes echarle un vistazo a las baguettes?
Naruto se acercó al horno y se inclinó, ofreciéndole a Hinata una suculenta visión de su parte trasera. Ella se mordió el labio inferior, mientras se esforzaba por no acercarse y pasar la mano por ese firme y prieto trasero.
–Están a punto de quemarse.
–¡Ay, mierda! ¿Puedes sacarlas? –le preguntó, intentando no derramar el agua que estaba hirviendo.
–Claro –Naruto cogió el trapo de la encimera, y comenzó a sacar el pan. De repente, soltó un juramento que llamó la atención de Hinata.
Ella se giró y vio que el trapo estaba ardiendo.
–¡Allí! –exclamó, quitándose de en medio–. Échalo al fregadero.
Él lo hizo, pero al pasar por su lado, le rozó la mano con el trapo y Hinata siseó de dolor.
–¿Te he quemado? –le preguntó.
–Un poco.
Naruto hizo una mueca al cogerle la mano para examinarle la quemadura.
–Lo siento –le dijo, un momento antes de llevarse el dedo de Hinata a la boca.
Atónita, no fue capaz de moverse mientras Naruto pasaba la lengua por la sensibilizada piel de su dedo. A pesar de la quemazón de la herida, la sensación era muy agradable. Muy, muy agradable.
–Eso no le viene bien a la quemadura –susurró.
Con el dedo aún en la boca, Naruto le dedicó una sonrisa traviesa y alargó el brazo para abrir el grifo, que estaba a su espalda. Hizo un círculo completo con la lengua alrededor del dedo una vez más antes de abrir la boca y colocarlo bajo el chorro de agua fría.
Sosteniéndole el brazo para que el agua aliviara el escozor de la quemadura, se acercó a la planta de aloe, que estaba en alféizar de la ventana, y cortó un trozo.
–¿Conoces las propiedades del aloe? –le preguntó ella.
–Sus propiedades curativas se conocían mucho antes de que yo naciera –respondió él.
Cuando frotó el dedo con la viscosa savia de la planta, Hinata sintió que un escalofrío le recorría la espalda y se le hacía un nudo en el estómago.
–¿Te sientes mejor?
Ella asintió con la cabeza.
Con la ternura y el deseo reflejados en los ojos, Naruto contempló sus labios como si aún pudiese percibir su sabor.
–Creo que, a partir de ahora, dejaré que seas tú la que se encargue del horno –le dijo.
–Probablemente sea lo mejor.
Hinata se apartó de él y sacó las baguettes, que aún eran comestibles.
Sirvió los platos y precedió a Naruto hasta la sala de estar, donde se sentaron a comer en el suelo, delante del sofá, mientras veían Matrix.
–Me encanta esta película –dijo ella cuando empezaba la película.
Naruto colocó el plato sobre la mesita de café y se acercó a Hinata.
–¿Siempre comes en el suelo? –le preguntó antes de llevarse un trozo de pan a la boca.
Fascinada por la armonía de sus movimientos, Hinata observó atentamente cómo la mandíbula de Naruto se tensaba al masticar.
¿No había ninguna parte de su cuerpo por la que no se le hiciese la boca agua? Comenzaba a entender por qué el resto de sus invocadoras lo habían utilizado.
La idea de mantenerlo encerrado en una habitación durante un mes estaba empezando a resultarle muy tentadora.
Y además tenían aquellos grilletes…
–Bueno –dijo alejando su mente de aquella maravillosa y bronceada piel, y de lo bien que se vería si Naruto estuviese totalmente desnudo y desparramado sobre su colchón–, está la mesa del comedor, pero puesto que la mayoría de las noches estoy sola, prefiero tomarme un tazón de sopa en el sofá.
Naruto giró de forma magistral el tenedor sobre la cuchara, hasta que los tallarines estuvieron perfectamente enrollados.
–Necesitas a alguien que cuide de ti –le dijo antes de llevarse el tenedor a la boca.
Hinata se encogió de hombros.
–Yo me cuido sola.
–No es lo mismo.
Hinata lo miró ceñuda. Había algo en su voz que le indicaba que no lo decía desde el punto de vista machista. Naruto hablaba desde el corazón y basándose en su propia experiencia.
–Supongo que todos necesitamos alguien que nos cuide, ¿verdad? –susurró ella.
Él giró la cabeza para ver la televisión, pero no antes de que Hinata captara el destello del deseo en sus ojos. Ella lo observó mientras permanecía unos minutos atento a la película. Aun distraído, comía de forma impecable. Hinata estaba toda cubierta de manchas de salsa, y él ni siquiera había dejado caer una sola gota.
–Enséñame cómo haces eso –le dijo.
Naruto la miró con curiosidad.
–¿El qué?
–Lo que haces con la cuchara. Me estás poniendo de los nervios. No consigo que mis tallarines acaben enrollados en el tenedor; se quedan todos sueltos y me pongo perdida.
–Claro, y no queremos que nos rodeen un montón de tallarines gigantes que lo dejen todo hecho un asco, ¿verdad?
Hinata se rió porque sabía que no hablaba precisamente de los tallarines.
–A ver, ¿cómo lo haces?
Naruto tomó un sorbo de vino y dejó la copa a un lado.
–Veamos, así me resultará más fácil enseñártelo.
Y se deslizó entre el sofá y Hinata.
–Naruto… –le advirtió ella.
–Sólo voy a enseñarte lo que quieres.
–Hum… –exclamó dubitativa. De todos modos, no podía evitar sentir su proximidad le calara hasta los huesos, hasta el alma. La calidez del pecho de Naruto se extendió por su espalda cuando la rodeó con sus maravillosos brazos.
Al sentarse tras ella, él dobló las rodillas, de modo que quedaron a cada lado de su cuerpo y cuando se inclinó hacia delante, Hinata notó su erección presionándole en la cadera. Esta vez no se sorprendió. Curiosamente, estaba empezando a acostumbrase.
Sentía el poder y la fuerza de Naruto mientras su cuerpo fibroso y esbelto se acomodaba tras ella, dejándola sin aliento y muy insegura.
Unos sentimientos extraños e intensos comenzaron a extenderse en su interior, jamás le había ocurrido algo así. ¿Qué tenía Naruto que le hacía sentirse tan protegida y feliz?
Si se trataba de la maldición, deberían cambiarle el nombre, porque no había nada malévolo en las sensaciones que la embargaban.
–Muy bien –le dijo Naruto, y su aliento le rozó la oreja haciendo que una descarga eléctrica la traspasara. Al instante, le cogió las manos y los dos juntos sostuvieron los cubiertos.
Cerró los ojos, mientras aspiraba el dulce aroma a flores que desprendía el cabello de Hinata. Estaba empleando toda su fuerza de voluntad para concentrarse en la tarea de enseñarle a comer tallarines, y olvidarse de lo mucho que deseaba hacerle el amor.
Ella deslizó provocativamente los dedos entre los suyos, intensificando de ese modo las sensaciones que su piel cálida y suave producían en Naruto. Un nuevo tipo de desesperación se adueñó de él. Una que no era capaz de nombrar. Sabía lo que quería de ella, y no se trataba sólo de su cuerpo.
Pero no se atrevía a pensar en eso.
No se atrevía a tener esperanzas.
Hinata no estaba a su alcance. Su corazón se lo decía, y su alma. Ni todo el anhelo del mundo podría cambiar un hecho esencial: no se merecía una mujer como ella.
Jamás lo había merecido…
Abrió los ojos y le mostró el modo de usar la cuchara para ayudarse a enrollar los tallarines en el tenedor.
–¿Ves? –murmuró, acercándole el tenedor a los labios–. Es sencillo.
Ella abrió la boca y Naruto introdujo con cuidado el tenedor. Mientras lo sacaba, deslizándolo entre sus labios, sintió que experimentaba una nueva forma de tortura.
El corazón le latía a un ritmo frenético y salvaje, y su sentido común le decía que se alejara de ella.
Pero no podía. Llevaba tanto tiempo sin compañía. Tanto tiempo sin tener un amigo…
No podía dejarla ahora. No sabía cómo hacerlo.
Así que siguió dándole de comer.
Hinata se reclinó entre sus brazos. Apartó las manos de las suyas y dejó que él tomara el control. Mientras masticaba los tallarines, cogió un trozo de pan y se lo ofreció a Naruto. Él le mordisqueó los dedos al ponérselo en la boca.
Hinata sonrió y le acarició el mentón mientras masticaba. ¡Uf! La forma en que se tensaba ese músculo bajo su mano… le encantaba cómo se movía su cuerpo, cómo se relajaban y se contraían sus músculos, por muy pequeño que fuese el esfuerzo.
Una mujer jamás podría cansarse de mirarlo.
Tomó un sorbo de vino y, mientras tanto, Naruto le robó unos cuantos tallarines.
–¡Oye, tú! –le dijo bromeando–. Eso es mío.
Sus celestiales ojos azules resplandecieron al sonreír, y le ofreció de nuevo el tenedor para que siguiera comiendo.
Mientras masticaba, Hinata le acercó la copa de vino a los labios.
Desafortunadamente, no calculó bien y la alejó demasiado pronto, con lo que el vino se derramó por su barbilla y cayó sobre la camisa.
–¡Lo siento! –exclamó, limpiándole la barbilla con los dedos. Su incipiente barba le raspaba la piel–. ¡Jesús! ¡La que he formado!
A él no pareció molestarle en absoluto. Le cogió la mano y se dedicó a lamer el vino que caía por sus dedos.
Hinata dejó escapar un gemido. Naruto le lamía los dedos y los mordisqueaba con mucha suavidad, y ella se estremecía de la cabeza a los pies.
Uno a uno, los fue limpiando meticulosamente. Y cuando acabó, le alzó la barbilla y capturó sus labios.
Pero no fue el beso exigente y fiero al que ella estaba acostumbrada. El que utilizaba para seducirla y devorarla.
Éste fue suave y tranquilo. Tierno. Los labios de Naruto eran delicados pero exigentes.
Entonces se alejó.
–¿Aún tienes hambre? –le preguntó.
–Sí –balbució Hinata, sin referirse a la comida, sino a los apetitos que su cuerpo estaba experimentando junto a él.
Naruto le ofreció más tallarines.
Cuando ella le acercó la copa nuevamente para calmar su sed, Naruto le cubrió la mano con la suya mientras la observaba con ojos risueños.
Así siguieron, dándose de comer y deleitándose en su mutua compañía, hasta el final de la película. Naruto pareció muy interesado en las luchas finales.
–Vuestras armas son fascinantes –comentó.
–Supongo que para un general deben serlo.
Él la miró de reojo y siguió atento a la película.
–¿Qué es lo que más te gusta de Matrix?
–Las alegorías.
Él asintió.
–Tiene influencias de Platón.
–¿Conoces a Platón? –le preguntó sorprendida.
–Lo estudié cuando era joven.
–¿En serio?
No pareció divertido por la conversación.
–Se las arreglaban para enseñarnos unas cuantas cosas entre paliza y paliza.
–No estás hablando en serio, Naruto.
–Ya.
Una vez acabó la película, la ayudó a recoger la cocina.
Cuando ella cargaba el lavavajillas, sonó el teléfono.
–No tardaré nada –le dijo mientras corría hacia la salita para contestar.
–Hinata, ¿eres tú?
Se quedó helada al escuchar la voz de Rodnay Carmichael.
–Hola, señor Carmichael –lo saludó fríamente.
En ese momento, habría matado a Luanne por marcharse de la ciudad.
Tan sólo había tenido una sesión con Rodney, el miércoles, pero había sido suficiente para hacer que deseara contratar a un detective privado que buscase a Luanne y la trajera de vuelta.
El tipo le daba escalofríos.
–¿Dónde estuviste hoy, Hinata? No estarás enferma, ¿verdad? Podría llevarte…
–¿No le cambió Lisa su cita?
–Sí, pero estaba pensando que podíam…
–Mire, señor Carmichael, no atiendo a mis pacientes en casa. Le veré a la hora de su sesión. ¿De acuerdo?
La línea se quedó en silencio.
–¿Hinata?
Ella saltó y chilló al escuchar la voz de Naruto a su espalda.
Él la observaba con curiosidad, con una expresión que muy bien podría haber encontrado divertida si no hubiese estado tan aterrorizada.
–¿Estás bien? –le preguntó él.
–Sí, lo siento –dijo, colgando el teléfono–. Era ese paciente del que te hablé. Rodney Carmichael.
Me saca de quicio.
–¿Qué?
–Que me pone muy nerviosa –por primera vez, agradecía muchísimo la presencia de Naruto. De no estar él, se habría ido a casa de Sakura y Sasuke, en busca de su hospitalidad durante el fin de semana–. Venga –le dijo mientras apagaba la luz de la cocina–. ¿Nos vamos arriba y empiezo a enseñarte a leer?
Naruto negó con la cabeza.
–No abandonas, ¿verdad?
–No.
–Muy bien –le respondió, siguiéndola escaleras arriba–. Acepto que me des clases si te pones la negligé roj…
–No, no y no –dijo ella, deteniéndose en mitad de la escalera y girándose para mirarlo–. Me temo que eso no va a ser posible.
Él se acercó y acarició el pelo que le caía sobre el hombro.
–¿No sabes que necesito una musa que me anime a aprender? ¿Y qué mejor musa que tú vestida con…?
Hinata le colocó los dedos sobre los labios para impedir que siguiera hablando.
–Si me pongo eso, dudo mucho que vayas a aprender algo que no sepas ya.
Él le mordisqueó los dedos.
–Prometo comportarme bien.
Sabiendo que era una idea pésima, dejó que la convenciera.
–Será mejor que te comportes –le advirtió, mirándole por encima del hombro mientras acababa de subir los escalones.
Hinata entró en el enorme vestidor que su padre había convertido en biblioteca años atrás, y rebuscó en los estantes hasta encontrar su viejo cuento de Peter Pan.
Naruto rebuscó en sus cajones hasta encontrar el deplorable atuendo.
Intercambiaron objetos en el centro de la habitación. Hinata corrió hacia el cuarto de baño y se cambió de ropa pero, tan pronto como se contempló en el espejo, con la diáfana prenda roja, fue incapaz de moverse. ¡Puaj! Si Naruto la veía con esas pintas saldría dando alaridos de la habitación.
Incapaz de soportar la humillación de verlo decepcionado por su cuerpo, se quitó la negligé y se puso su sencilla camisola rosa. Se envolvió en su grueso albornoz antes de regresar a la habitación.
Naruto meneó la cabeza.
–¿Por qué te has puesto eso?
–Mira, no soy idiota. No tengo el tipo de cuerpo que hace que los hombres babeen.
–¿Qué estás intentando decirme?, ¿que eres un hombre?
Ella frunció el ceño ante su lógica.
–No.
–¿Entonces cómo sabes que tu cuerpo no despierta el deseo de un hombre?
–Porque no soy ciega. ¿Vale? Los hombres no babean por mí del mismo modo que las mujeres hacen contigo. ¡Maldita sea!, me considero afortunada cuando se dan cuenta de que soy una mujer.
–Hinata –masculló, levantándose. Se puso en pie y se detuvo a los pies de la cama–. Ven aquí –le ordenó.
Ella obedeció.
Naruto la colocó exactamente enfrente del espejo de cuerpo entero.
–¿Qué ves? –le preguntó.
–A ti.
Él le sonrió.
Inclinándose, apoyó la barbilla sobre el hombro de Hinata.
–¿Qué ves cuando te miras?
–Veo a alguien que necesita perder de seis a nueve kilos y comprarse un cargamento de crema antimanchas para hacer desaparecer las pecas.
A él no pareció hacerle gracia.
Le pasó las manos por la cintura, hasta la parte delantera del albornoz, donde descansaba el nudo del cinturón.
–Déjame que te diga lo que yo veo –ronroneó justo sobre su oreja, mientras colocaba las manos sobre el cinturón, sin abrirlo–. Veo un hermoso cabello, oscuro como la noche. Suave y abundante. Tienes el cabello ideal para que caiga en cascada sobre el vientre desnudo de un hombre, para enterrar la cara en él y aspirar su aroma.
Hinata empezó a temblar.
–Tienes un rostro con forma de corazón, semejante al de un pequeño diablillo, con labios llenos y sensuales que piden a gritos ser besados. Y con respecto a tus pecas, son fascinantes. Añaden un toque juvenil a tu encanto que te hace única e irresistible.
No sonaba tan mal dicho por él.
Le desabrochó el albornoz e hizo una mueca ante la visión de la camisola rosa. Abriéndolo del todo, siguió hablando.
–¿Qué tenemos aquí? –masculló, devorándola con los ojos.
Antes de poder pensar siquiera en protestar, Naruto le bajó el albornoz por los brazos y lo dejó caer al suelo, a sus pies. Volvió a apoyar la barbilla en su hombro mientras sus ojos la contemplaban a través del espejo.
Le alzó la camisola.
–Naruto –dijo ella, cogiéndole la mano.
Sus miradas se encontraron en el espejo. Hinata no pudo moverse, ya que la pasión y la ternura que se reflejaban en los ojos de Naruto la sumieron en un estado de trance.
–Quiero verte, Hinata –le dijo en un tono que dejaba a las claras que no admitiría un no por respuesta.
Antes de poder volver a pensar con claridad, él le quitó la camisola y pasó sus manos sobre la piel desnuda de su estómago.
–Tus pechos no son pequeños –susurró, incorporándose tras ella–. Tienen el tamaño perfecto para la mano de un hombre –y para demostrar su afirmación, acercó las manos y los cubrió con ellas.
–Naruto –balbució Hinata con un gemido y el cuerpo abrasado–. Recuerda tu promesa.
–Me estoy comportando bien –respondió él con voz ronca.
Apoyándose sobre sus duros pectorales, Hinata observó sin aliento en el espejo cómo Naruto dejaba sus pechos y le acariciaba las costillas, descendiendo hasta las caderas y una vez allí, metía las manos bajo el elástico de sus braguitas.
–Tienes un cuerpo hermoso, Hinata –le dijo mientras le acariciaba el pubis.
Por primera vez en toda su vida, lo creyó. Naruto le mordisqueó el cuello mientras sus manos jugueteaban con los rizos oscuros de su entrepierna.
–Naruto –lloriqueó, sabiendo que si no lo detenía ahora no sería capaz de hacerlo más tarde.
–¡Shh! –le dijo al oído–. Ya te tengo.
Y, entonces, separó los tiernos pliegues de su cuerpo y acarició su sexo.
Hinata gimió, consumida por la pasión. Naruto capturó sus labios y la besó plena y profundamente.
De forma instintiva, se dio la vuelta entre sus brazos para saborearlo mejor.
La levantó del suelo, sin abandonar sus labios, mientras la llevaba hasta la cama. De algún modo, se las arregló para acomodarla sobre el colchón y tumbarse sobre ella sin dejar de besarla.
Ciertamente tenía un gran talento.
Y ¡uf!, Hinata se sentía arder con sus caricias. Con su aroma escandalosamente sensual. Con la sensación de su cuerpo tendido junto a ella. Comenzó a temblar de pies a cabeza mientras él le separaba los muslos con las rodillas y se colocaba, aún vestido, sobre ella.
Sentir su peso era algo maravilloso. Su cuerpo duro y viril, mientras restregaba sus esbeltas caderas contra ella. Aun a través de los vaqueros, podía sentir su erección presionando sobre su entrepierna. Como si estuviesen atraídas por un imán, sus caderas se alzaron acompasándose al movimiento de Naruto.
–Eso es, Hinata –murmuró sobre sus labios, mientras seguía rozando su miembro hinchado contra ella, de un modo tan magistral que Hinata supo que ya habría llegado al clímax si estuviese dentro de ella–. Siente mis caricias. Siente mi deseo por ti, sólo por ti. No luches contra él.
Hinata volvió a gemir cuando Naruto abandonó sus labios y dejó un abrasador reguero de besos por su garganta, hasta llegar a sus pechos, que comenzó a succionar con suavidad.
Hinata deliraba de placer mientras enterraba las manos en los rizos rubios de Naruto.
Él atormentó implacablemente sus pechos con la lengua.
Todo su cuerpo temblaba por el tremendo esfuerzo que le suponía mantenerse vestido. Quería introducirse en ella con tanta desesperación que su cordura se desvanecía poco a poco.
Con cada envite de sus caderas contra las de Hinata, le daban ganas de gritar por la agonía del deseo insatisfecho. Era la tortura más deliciosa que jamás había experimentado.
Y todo empeoró al sentir a Hinata deslizar las manos por su espalda, e introducirlas en sus bolsillos traseros para acercarlo aún más, apretándolo con fuerza.
Naruto se estremeció ante la sensación.
–¡Sí, oh, sí! –jadeaba Hinata cuando él aumentó el ritmo de sus embestidas.
Naruto sintió que todo le daba vueltas. Tenía que hundirse en ella. Y si no podía hacerlo de una manera, por todos los templos de Atenas que lo haría de otra.
Se apartó de ella y se movió hacia abajo, pasando los labios por su estómago y besándole las caderas mientras le quitaba las braguitas.
Hinata temblaba de pies a cabeza al sentir el poder que él ostentaba en ese momento.
–Por favor –le suplicó, incapaz de soportarlo más.
Le apartó los muslos con los codos. Hinata se lo permitió sin protestar. Colocó las manos bajo ella y le elevó las caderas hasta que le pasó las piernas por encima de sus hombros.
Los ojos se le abrieron de par en par en el mismo instante en que Naruto la tomó en la boca.
Hinata enterró las manos en el cabello de él y echó la cabeza hacia atrás, siseando de placer ante las caricias tan íntimas que la lengua de Naruto le prodigaba. Jamás había experimentado algo así. Una y otra vez, penetrándola con la lengua implacablemente, él la lamía, la atormentaba, hurgaba en su interior hasta dejarla sin aliento, exhausta.
Naruto cerró los ojos y gruñó cuando probó su sabor. Y disfrutó de la sensación. Los murmullos de placer que escapaban de la garganta de Hinata resonaban en sus oídos. Percibía cómo ella reaccionaba ante cada caricia sensual de su lengua, cuidadosamente ejecutada. De hecho, sentía como le temblaban los muslos y las nalgas, como se estremecían contra sus hombros y sus mejillas.
Hinata se retorcía de modo muy erótico en respuesta a sus caricias.
Con la respiración entrecortada, Naruto quiso mostrarle exactamente lo que se había estado perdiendo. Cuando saliera de la habitación esa noche, Hinata no volvería a encogerse de temor ante sus caricias.
Ella gimoteó cuando movió la mano despacio para introducir el pulgar en su vagina, mientras continuaba lamiéndola.
–¡Naruto! –jadeó con un involuntario estremecimiento de su cuerpo.
Él movió el dedo y la lengua aún más rápido, más profundo, aumentando la presión mientras giraba y giraba. Hinata sentía que la cabeza le daba vueltas por el roce de la barba de Naruto en sus muslos, en su sexo.
Y, cuando pensaba que ya no podría soportarlo más, alcanzó el clímax de forma tan violenta que echó la cabeza hacia atrás y gritó mientras su cuerpo se convulsionaba por las continuas oleadas de placer.
Pero Naruto no se detuvo, siguió prodigándole caricias hasta que tuvo otro nuevo orgasmo, casi seguido al primero.
La tercera vez que le ocurrió pensó que moriría.
Débil, y totalmente saciada, sacudía la cabeza a uno y otro lado, sobre la almohada, mientras él continuaba su implacable asalto.
–Naruto, por favor –le suplicó mientras su cuerpo seguía experimentando continuos espasmos por sus caricias–. No puedo más.
Sólo entonces, él se apartó.
Hinata se sentía palpitar desde la cabeza hasta los pies, y respiraba entrecortadamente. Jamás había conocido un placer tan intenso.
Naruto trazó una senda de besos desde sus muslos hasta su garganta, y allí se quedó.
–Dime la verdad, Hinata –le dijo al oído–. ¿Has sentido algo así antes?
–No –susurró ella con honestidad; dudaba que muchas mujeres hubiesen conocido algo semejante a lo que ella acababa de experimentar. Quizás no hubiese ninguna–. No tenía ni idea de que pudiese ser así.
Con una mirada hambrienta, Naruto la contempló como si quisiese devorarla.
Ella sintió la presión de su erección sobre la cadera y cayó en la cuenta que él no había llegado al orgasmo. Había mantenido su promesa.
Con el corazón latiéndole frenético ante el descubrimiento, quiso proporcionarle lo mismo que ella acababa de vivir. O al menos, algo que se le aproximara.
Bajando la mano, comenzó a desabrocharle los pantalones.
Naruto le cogió la mano y se la llevó a los labios para besarle la palma con mucha ternura.
–Tu intención es buena, pero no te molestes.
–Naruto –le dijo en tono de reproche–. Sé que es muy doloroso para un hombre si no se…
–No puedo –insistió él, interrumpiéndola de nuevo.
Hinata lo miró ceñuda.
–¿Que no puedes qué?
–Tener un orgasmo.
Hinata abrió la boca, atónita. ¿Estaría diciendo la verdad? De todos modos, sus ojos tenían una expresión mortalmente seria.
–Es parte de la maldición –le explicó él–. Puedo darte placer, pero si me tocas justo ahora, sólo conseguirás hacerme más daño.
Sufriendo por él, le acarició la mejilla.
–Entonces, ¿por qué…?
–Porque quería hacerlo.
No lo creía. No. Apartó la mano de su rostro y miró hacia otro lado.
–Querrás decir porque tenías que hacerlo. Por la maldición también, ¿no es cierto?
Él la cogió por la barbilla y la obligó a mirarle a los ojos.
–No. Estoy luchando contra la maldición, si no fuese así, estaría dentro de ti ahora mismo.
–No lo entiendo.
–Yo tampoco –le confesó mirándola a los ojos, como si buscase en ella la respuesta–. Acuéstate conmigo –susurró–. Por favor.
Hinata hizo una mueca de dolor ante el sufrimiento que destilaba aquella sencilla petición. Su pobre Naruto. ¿Qué le habían hecho? ¿Cómo podían hacerle eso a alguien como él?
Naruto cogió el libro y se lo dio a Hinata.
–Léeme.
Ella abrió el cuento mientras él colocaba las almohadas en el cabecero de la cama.
Se estiró en el colchón e hizo que Hinata se tumbara a su lado. Sin decir una sola palabra, tiró de la manta y la rodeó en un tierno gesto con su brazo.
El olor a sándalo la asaltó de nuevo, mientras comenzaba a leerle la historia de Wendy y Peter Pan.
Estuvieron así durante una hora.
–Me encanta tu voz. Tu forma de hablar –le dijo mientras Hinata se detenía para pasar una página.
Ella sonrió.
–Debo decir lo mismo de ti. Tienes la voz más cautivadora que he escuchado jamás.
Naruto le quitó el libro de las manos y lo dejó sobre la mesita de noche. Hinata alzó la mirada hasta sus ojos. El deseo los hacía más brillantes, y la contemplaba con un anhelo que la dejó sin respiración.
Entonces, para su asombro, la besó suavemente en la punta de la nariz.
Alargó el brazo, cogió el mando a distancia y bajó las luces hasta dejar la habitación en penumbra. Hinata no sabía qué decir mientras él se acurrucaba tras ella y la abrazaba por la espalda.
Naruto le apartó el pelo de la cara y apoyó la cabeza en la almohada, al lado de la suya.
–Me encanta tu olor –le susurró, abrazándola con fuerza.
–Gracias –respondió ella en un murmullo.
No estaba segura, pero le daba la impresión de que Naruto sonreía.
Se acurrucó aún más, acercándose a la calidez de su cuerpo, pero los vaqueros le rasparon las piernas.
–¿No estás incómodo vestido? ¿No deberías cambiarte de ropa?
–No –contestó tranquilamente–. De este modo, sé que mi cucharilla permanecerá alejada de tu…
–Ni se te ocurra decirlo –dijo con una carcajada–. No te ofendas, pero tu hermano es asqueroso.
–Sabía que había una razón para que me gustaras tanto.
Hinata le quitó el mando a distancia de las manos.
–Buenas noches, Naruto.
–Buenas noches, cariño.
Hinata apagó la luz.
Al instante, notó cómo Naruto se tensaba. Su respiración se convirtió en un jadeo entrecortado y se apartó de ella.
–¿Naruto?
Él no contestó.
Preocupada, Hinata encendió la luz para poder verle. Se abrazaba con fuerza el torso, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tenía la frente cubierta de sudor y una mirada aterrada y salvaje mientras se esforzaba por respirar.
–¿Naruto?
Él observó la habitación como si acabara de despertar de una pesadilla espantosa. Hinata vio cómo alzaba un brazo y colocaba la mano en la pared, para asegurarse que todo era real, no una alucinación.
Se humedeció los labios, se pasó la mano por el pecho y tragó saliva.
Y entonces, Hinata lo entendió.
La oscuridad. Por eso no había apagado las luces, sino que había bajado la intensidad.
–Lo siento Naruto, no lo sabía.
Él seguía sin hablar.
Hinata lo abrazó, sorprendida de que un hombre tan fuerte buscase consuelo en ella como si no pudiese hacer otra cosa. Naruto apoyó la cabeza sobre sus pechos.
Con los dientes apretados, Hinata sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Y en ese instante supo que jamás le dejaría regresar a ese libro. Nunca.
De algún modo, romperían la maldición. Y, cuando todo hubiese acabado, esperaba que Naruto pudiese vengarse del responsable de su sufrimiento.
-----------------------------------------------------------------
y, que tal, les gusto tanto como a mi ,pobre naruto yo te salvare, eh, bueno Hinata te salvara, y como ven las cosas estan mas interesantes,¿Que opinan ustedes? ,en fin nos leemos en el proximo capitulo.
Bay bay.
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
ahhh.. me encanto la parte del espejo.. me que de sin ...
pobre naruto.. espero q se controle.. jejejej
espero el contiiiiiiiiiiiii...............
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naome_uchihaTemporal - entrenando en lo mas profundo del bosque
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06/04/2011
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
tenias razon reika_chan tam,bien ha sido mi capitulo faavorito y no presisamente por la parte pervertida, el es tan tierno me mueero por leer el proximo capitulo.
Conti please.
PD: me encantaron las imagenes de naruto.
Conti please.
PD: me encantaron las imagenes de naruto.
the_best_girlPsicópata del foro - definitivamente no me equivoque,i ♥ NaruHina
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21/11/2010
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
si, es tan tierno, que quiero abrazarlo XD na, ya pobre de Naruto va a sufri mucho. El proximo capitulo Naruto nos contara su trajica historia , aahi pobre de mi naruto, ya la leeran.
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
espero que no le pase nada malo a mi narutin
conti
conti
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la promesa perdida sasusaku y naruhina
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
gabriela alejandra deja de hacer tanto doble, triple y cuadruple post ._. eso no esta permitido
y segundo
Reika_chan tiene el permiso de la autora para hacer la adaptación? porque sino esto se consideraria plagio y voy a tener que cerrar el fic
y segundo
Reika_chan tiene el permiso de la autora para hacer la adaptación? porque sino esto se consideraria plagio y voy a tener que cerrar el fic
NatzabelSin vida social - Nat nunca te olvidaremos ♥
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18/07/2010
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
¿Enserio?, pero yo donde voy a encontrar la autorización de
la escritora, como si tuviera tiempo, es que ella ES UNA ESCRITORA DE VERDAD,
ni idea de dónde encontrarla e.e no
tengo la autorización, esto me pone mal, pero comprendo que estás haciendo tu
trabajo
Entonces la cerraras ¿verdad?, siendo sincera no pensé que
me crearían esta clase problema, pero tenía que a verme hecho la idea no.
Creí que no le aria daño a nadie que hiciera una adaptación
porque yo ya había visto esta historia en ortos foros (que por cierto también eran
adaptaciones y no decía que la escritora les diera permiso), y pensé que yo podría
hacerlo también, pero si no está permitido lo entenderé y si tienes que
cerrarlo pues adelante
Pd: PONDRE SU Biografía AL COMIENZO DE LA HISTORIA Y ASI TODAS/OS CONOCERAN A SHERRILYN KENYON.
PARA SABER.
Un poco de Biografía de Sherrilyn
Kenyon
Sherrilyn Kenyon
Seudónimos: Kinley MacGregor
Otros nombres: Kinley MacGregor
País: Estados Unidos
Nacimiento: Columbus, 1965
Web Oficial: Ver (esta en ingles XD)
También conocida como Kinley MacGregor, Sherrilyn Kenyon
es una de las más famosas escritoras dentro del género del romance
paranormal. Es autora de siete sagas de libros y también es guionista de
comics adaptados por Marvel y también con estilo Manga.
Su estilo es original e irónico. Su saga de los Cazadores oscuros ha sido todo un fenómeno superventas.
libros y obras de Sherrilyn Kenyon
El fantasma de la noche
Mentiras susurrdas
Aquerón
Atrapando un sueño
La luna de la medianoche
El diablo puede llorar
El cazador de sue ños
El guerrero: La hermandad de la espada III
Disfruta de la noche
El juego de la noche
El retorno del guerrero. La Hermandad de la Espada II
Bailando con el diablo
El abrazo de la noche
Caballero oscuro. La Hermandad de la Espada I
la escritora, como si tuviera tiempo, es que ella ES UNA ESCRITORA DE VERDAD,
ni idea de dónde encontrarla e.e no
tengo la autorización, esto me pone mal, pero comprendo que estás haciendo tu
trabajo
Entonces la cerraras ¿verdad?, siendo sincera no pensé que
me crearían esta clase problema, pero tenía que a verme hecho la idea no.
Creí que no le aria daño a nadie que hiciera una adaptación
porque yo ya había visto esta historia en ortos foros (que por cierto también eran
adaptaciones y no decía que la escritora les diera permiso), y pensé que yo podría
hacerlo también, pero si no está permitido lo entenderé y si tienes que
cerrarlo pues adelante
Pd: PONDRE SU Biografía AL COMIENZO DE LA HISTORIA Y ASI TODAS/OS CONOCERAN A SHERRILYN KENYON.
PARA SABER.
Un poco de Biografía de Sherrilyn
Kenyon
Sherrilyn Kenyon
Seudónimos: Kinley MacGregor
Otros nombres: Kinley MacGregor
País: Estados Unidos
Nacimiento: Columbus, 1965
Web Oficial: Ver (esta en ingles XD)
También conocida como Kinley MacGregor, Sherrilyn Kenyon
es una de las más famosas escritoras dentro del género del romance
paranormal. Es autora de siete sagas de libros y también es guionista de
comics adaptados por Marvel y también con estilo Manga.
Su estilo es original e irónico. Su saga de los Cazadores oscuros ha sido todo un fenómeno superventas.
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Última edición por Reika_chan el Dom Abr 17, 2011 5:31 pm, editado 3 veces
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
noo xq si esta super...
yo queria saber como teminaaaaaaaaa
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
bueno de nuevo
PERDON POR LOS POST DE MAS
Reika-chan
Desde mi punto de vista yo no creo que sea justo que te cancelen tu fic
no tienes la culpa que la autora del tema no te de la autorizacion por que niciquiera sabes donde esta.Solo queria hacerte saber que no estas sola (HAY PERSONAS QUE TE COMPRENDEN Y ESPERO LA ADMINISTRACION SEA UNA DE ELLAS) y que yo como dije anteriormente SOY TU FAN al igual que la de la autora original de la historia.Espero NO cancelen tu fic por que de verdad tu adaptacion esta interesante.
P.D.
Espero no meterme en mas problemas con la administracion jejeje
Gabriela alejandraTemporal - Jugando Twisted Meta!!!!
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26/02/2011
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
ya veo, creo que el problema es que no especificaste quien era la chica en esta caso la mujer, ya se quien es; creo que seria mejor si en el primer post poner un link a su biografía; me parece que así es mejor; porque yo solo vine a cumplir mi trabajo me notificaron de este fic por los doble, triples y cuádruples pues que hacían y de paso me dijeron que si se podía hacer una adaptación y pues si es una escritora de fic la de la historia original si hay que pedirle permiso pero en este caso que es un escritora real, que escribe libros y es reconocida internacionalmente no, pero opino que deberías dar los créditos mejor o hacerla conocer más, porque ni la persona que me lo notifico ni yo teníamos idea de quien era; por lo tanto ya sabiendo que es la autora de donde te basaste pues no se te puede cerrar el fic ya que es casi imposible pedirle una autorización debido a que es una escritora de talla internacional y reconocida según leí.
PD: nadie tendrá problemas con la administración mientras no incumpla las normas establecidas en el foro
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18/07/2010
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
Ok, estoy de acuerdo, entonces tengo un poco de culpa por no
especificar, me disculpo la próxima que se me ocurra hacer una adaptación pondré
todo lo necesarios para no tener otro problema como este.
Una vez más me disculpo por lo ocurrido, y entiendo
perfectamente que ustedes solo hacen su trabajo, gracias por el consejo y el
aviso lo tender en cuenta para evitarme
problemas.
Gracias.
especificar, me disculpo la próxima que se me ocurra hacer una adaptación pondré
todo lo necesarios para no tener otro problema como este.
Una vez más me disculpo por lo ocurrido, y entiendo
perfectamente que ustedes solo hacen su trabajo, gracias por el consejo y el
aviso lo tender en cuenta para evitarme
problemas.
Gracias.
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
Bueno haciendo un lado todo este mal entendido
espero pronto subas la contii
porfavor no nos dejes con la duda
Gabriela alejandraTemporal - Jugando Twisted Meta!!!!
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
me parece lamentable llegar a esta clase de mal entendidos en mi caso en mingun momento vi nada malo con la adaptacion de reika_chan porque obviamente decia adaptacion y tenia el nombre de la autora original,ademas de que todo el credito era para sherrilyn kenyon y no para ella, o por lo menos eso vi en sus post. lo primero que hize fue buscar informacion sobre la autora original antes de leer la historia para estar al tanto, creo que en estos casos lo mejor seria tener a mano la informacion exacta antes de tomar cualquier medida restrictiva.
lo que mas me gusta de este foro es que las cosas se arreglan pacificamente y rapido sin llegar a algo serio, creo que con todo arreglado esero ver la continuacion rapido.
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21/11/2010
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Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
Bueno primeramente ¡Hola!,
me disculpo por la demora creo que me tarde en subir el capitulo hahaha, dejen me decirles que
este definitivamente es otro de mis capítulos
preferido, Naruto no se merece nada de lo que le paso sif, sif
e.e y todo por la culpa de Príapo $”&$&”#$%&, Naruto es tan lindo y
lo hicieron sufrir tanto, ah bueno ya sabrán a que me refiero cuando lo lean.
Pd: Como se darán cuenta tuve unos inconvenientes con el
temas de la autorización, pero, ya todo está arreglado, les deje la biografía
de la autora para que pueda dan conocerla mejor XD (esta al comienzo), ah le había
dicho a the_best_girl
que pondría dos capítulos de seguido por mi demora,
pero ya ven no lo hice, pues verán que estaba a mitad de la adaptación cuando
se fue la luz, e,e y no lo había guardado, entonces tuve que empezar de nuevo
una vez que ya estaba la luz, no les voy a mentir y decir bla bla bla, la cosa
es que ya no tenía ánimos de escribir, pero les prometo que para la próxima pongo
2 capítulos de seguido (inner: bueno e_e si es que estas de ánimo no, es que
eres tan perezosa -Yo: sssh cállate e,e)
Capítulo 9
La sensación de su cuerpo, envolviéndola, la hacía palpitar de deseo.
Y su olor…
Lo que más le apetecía en esos momentos era darse la vuelta y enterrar la nariz en el aroma cálido y amaderado de su piel. Nadie la había hecho sentirse así jamás. Tan querida, tan segura.
Tan deseable.
Y se preguntaba cómo era posible, teniendo en cuenta que apenas se conocían. Naruto llegaba a una parte de su interior que iba más allá del mero deseo físico.
Era tan fuerte, tan autoritario… Y tan divertido. La hacía reír y le encogía el corazón.
Alargó el brazo y pasó los dedos con suavidad por la mano que tenía colocada justo bajo su barbilla. Tenía unas manos preciosas. Largas y ahusadas. Aun relajadas durante el sueño, su fuerza era innegable. Y la magia que obraban en su cuerpo…
Un milagro.
Pasó el pulgar por su anillo de general y comenzó a preguntarse cómo habría sido Naruto entonces. A menos que la maldición hubiese alterado su apariencia física, no parecía ser muy mayor, no aparentaba más de treinta.
¿Cómo podría haber liderado un ejército a una edad tan temprana? Pero claro, Alejandro Magno apenas si tenía edad para afeitarse cuando comenzó sus campañas.
Naruto debía haber tenido una apariencia magnífica en el campo de batalla. Hinata cerró los ojos e intentó imaginárselo a caballo, cargando contra sus enemigos. Podía ver una vívida imagen del general vestido con la armadura y con la espada en alto mientras luchaba cuerpo a cuerpo con los romanos.
–¿Gaara?
Hinata se tensó al escuchar el murmullo. Naruto estaba dormido.
Giró sobre el colchón y lo miró.
–¿Naruto?
Él adoptó una postura rígida y comenzó a hablar en una confusa mezcla de inglés y griego clásico.
–¡No! ¡Okhee! ¡Okhee! ¡No! –y se incorporó hasta quedar sentado en la cama.
Hinata no podía saber si estaba dormido o despierto.
Le tocó el brazo instintivamente y, lanzando una maldición, él la agarró con fuerza y tiró de ella hasta ponerla sobre sus muslos. Después volvió a arrojarla a la cama, con una mirada salvaje y los labios fruncidos.
–¡Maldito seas! –gruñó.
–Naruto –jadeó Hinata, luchando por liberarse mientras él la agarraba con más fuerza por el brazo–. ¡Soy yo, Hinata!
–¿Hinata? –repitió con el ceño fruncido, intentando enfocar la mirada.
Se apartó de ella parpadeando. Alzó las manos y las observó como si fuesen dos apéndices extraños que no hubiese visto jamás. Después clavó los ojos en Hinata.
–¿Te he hecho daño?
–No, estoy bien. ¿Y tú?
Él no contestó.
–¿Naruto? –dijo mientras le tocaba.
Se alejó de ella como si se apartase de una criatura venenosa.
–Estoy bien. Era un mal sueño.
–¿Un mal sueño o un mal recuerdo?
–Un mal recuerdo que me persigue en sueños –murmuró con la voz cargada de dolor, y se levantó–. Debería dormir en otro sitio.
Hinata lo cogió por el brazo antes de que pudiera marcharse y lo acercó de vuelta a la cama.
–¿Eso es lo que siempre hiciste en el pasado?
Él asintió.
–¿Le has contado tus pesadillas a alguien?
Naruto la miró horrorizado. ¿Por quién lo había tomado?
¿Por un niño llorón que necesitaba a su madre?
Siempre había guardado la angustia en su interior. Como le habían enseñado. Sólo durante las horas de sueño los recuerdos podían traspasar las barreras que él mismo había erigido. Sólo cuando dormía era débil.
En el libro no había nadie que pudiera resultar herido cuando le asaltaba la pesadilla. Pero una vez liberado de su confinamiento, sabía que no era muy inteligente dormir al lado de alguien que podía acabar inadvertidamente herido mientras estaba atrapado en el sueño.
Podría matarla de forma accidental.
Y esa idea lo aterrorizaba.
–No –susurró–. No se lo he contado nunca a nadie
–Entonces, cuéntamelo a mí.
–No –respondió con firmeza–. No quiero volver a vivirlo.
–Si lo revives cada vez que sueñas, ¿cuál es la diferencia? Déjame entrar en tus sueños, Naruto. Déjame ayudarte.
¿Podría hacerlo? ¿Podría tener esperanza?
Sabes que no.
Pero aún así…
Quería purgar los demonios. Quería dormir una noche completa libre del tormento, con un sueño tranquilo.
–Cuéntamelo –insistió suavemente.
Hinata percibía su renuencia mientras se unía a ella en la cama. Permaneció sentado en el borde, con la cabeza entre las manos.
–Ya me has preguntado qué hice para que me maldijeran. Lo hicieron porque traicioné al único hermano que jamás he conocido. La única familia que he tenido en la vida.
La angustia de su voz caló muy hondo en Hinata. Deseaba desesperadamente acariciarle la espalda, para reconfortarlo, pero no se atrevió por si él volvía a apartarse de nuevo.
–¿Qué hiciste?
Naruto se mesó el cabello y dejó enterrado el puño en él. Con la mandíbula más rígida que el acero y la mirada fija en la alfombra contestó:
–Permití que la envidia me envenenase.
–¿Cómo?
Permaneció callado un rato antes de volver a hablar.
–Conocí a Gaara poco después de que mi madrastra me enviase a vivir a los barracones.
Hinata apenas si recordaba una conversación con Sakura en la que le explicaba que los barracones espartanos eran los lugares donde se obligaba a vivir a los niños, alejados de sus hogares y de sus familias. Siempre se los había imaginado como una especie de internado.
–¿Cuántos años tenías?
–Siete.
Incapaz de imaginar que la obligaran a apartarse de sus padres a esa edad, Hinata jadeó.
–No había nada de raro en la decisión –dijo él sin mirarla–. Y era grande para mi edad. Además, la vida en los barracones era infinitamente mejor que la que llevaba junto a mi madrastra.
Hinata percibía el veneno que destilaba su voz y se preguntó cómo habría sido la mujer.
–¿Entonces, Gaara vivía contigo en los barracones?
–Sí –murmuró él–. Cada barracón estaba dividido en grupos, y cada uno elegía a un líder. Gaara era el líder de mi grupo.
–¿Qué hacían esos grupos?
–Éramos una especie de unidad militar. Estudiábamos, limpiábamos nuestro barracón, pero sobre todo, nos las apañábamos entre todos para poder sobrevivir.
Hinata se sobresaltó ante esa palabra tan dura.
–¿Sobrevivir a qué?
–Al estilo de vida espartano –contestó Naruto con voz áspera–. No sé si conoces algo sobre las costumbres de la gente de mi padre, pero no vivían con los lujos habituales del resto de los griegos.
–Los espartanos sólo querían una cosa de sus hijos: que nos convirtiéramos en la fuerza militar más impresionante del mundo antiguo. Para prepararnos, nos enseñaban a sobrevivir con las necesidades más básicas. Nos daban una sola túnica que debíamos conservar durante todo un año, y si se estropeaba, la perdíamos, o acababa por quedarnos pequeña, nos quedábamos sin ella. Teníamos que hacernos nuestra propia cama. Y una vez que llegábamos a la pubertad, no se nos permitía llevar ningún tipo de calzado.
Se rió con amargura.
–Aún puedo recordar cómo me dolían los pies durante el invierno. Teníamos prohibido encender fuego, y tampoco podíamos taparnos con una manta, así es que nos envolvíamos los pies con harapos para evitar que se nos congelaran durante la noche. Por la mañana sacábamos los cadáveres de los chicos que habían muerto de frío.
Hinata se encogió de espanto ante el mundo que Naruto describía. Intentaba imaginarse cómo debía haber sido vivir así. Peor aún, recordó el berrinche que pilló a los trece años porque se encaprichó de unos zapatos de ochenta dólares que, según su madre, eran demasiado para ella; y a la misma edad, Naruto habría estado buscando harapos. La injusticia de aquello la hacía pedazos.
–Sólo erais niños.
–Jamás fui un niño –le contestó con sencillez–. Pero eso no era todo, lo peor era que apenas nos daban de comer. Estábamos obligados a robar o a morir de hambre.
–¿Y los padres lo permitían?
Él la miró por encima del hombro; sus ojos tenían una expresión irónica.
–Lo consideraban un deber cívico. Y, puesto que mi padre era el stratgoi de Esparta, la mayoría de los profesores y de los chicos me despreciaron desde el primer momento. Me daban mucha menos comida que al resto.
–¿Qué era tu padre? –le preguntó, no acababa de comprender el término griego que Naruto había empleado.
–El general supremo, si lo prefieres –inspiró profundamente y continuó–. A causa de su posición, y de su reputación de hombre cruel, yo era un paria para mi grupo. Mientras ellos se unían para poder robar comida, a mí me dejaban de lado, y tenía que ingeniármelas para sobrevivir. Un día, pescaron a Jasón robando comida. Cuando regresaron a los barracones iban a castigarlo. Así es que di un paso al frente y me eché toda la culpa.
–¿Por qué?
Naruto se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
–Estaba tan débil por la paliza anterior que pensé que no viviría si le daban otra.
–¿Y por qué le habían golpeado antes?
–Era el modo de empezar el día. Tan pronto como nos sacaban a rastras de las camas, nos daban una buena tunda.
Hinata hizo una mueca de dolor.
–Entonces, ¿por qué dejaste que te pegaran en su lugar, si tú también estabas herido?
–Siendo el hijo de una diosa, aguantaba las palizas más duras.
Ella cerró los ojos mientras recordaba las palabras que Selena había dicho esa misma tarde. Esta vez, no pudo resistir el impulso de acercarse a él. Le puso la mano sobre el bíceps. Naruto no se apartó. Al contrario, le cubrió la mano con la suya y le dio un ligero apretón.
–Desde ese día en adelante, Gaara me consideró su hermano, e hizo que los demás me aceptaran. Aunque mi madre y mi padre tenían otros hijos, nunca había tenido un hermano antes.
Ella sonrió.
–¿Qué ocurrió después?
El bíceps se contrajo bajo su mano.
–Decidimos aunar fuerzas para conseguir lo que necesitábamos. Él distraía a la gente y yo robaba; así, si nos pillaban, yo me llevaba los golpes.
¿Por qué? Tenía Hinata en la punta de la lengua, pero se la mordió. En el fondo, conocía la respuesta: Naruto estaba protegiendo a su hermano.
–El tiempo fue pasando –continuó él–, y noté que su padre salía furtivamente del pueblo para observarlo de lejos. El amor y el orgullo en su rostro eran algo indescriptible. Su madre hacía lo mismo. Se suponía que debíamos apañárnoslas para conseguir comida, pero algunos días, Gaara encontraba cosas que sus padres le habían dejado. Pan fresco, langosta asada, una jarra de leche… y a veces, dinero.
–Qué tierno.
–Sí, lo era; pero cada vez que me daba cuenta de lo que hacían por él, la realidad me destrozaba. Quería que mis padres sintieran lo mismo por mí. Habría dado gustoso mi vida porque mi padre me mirara una sola vez sin odio; o porque mi madre se preocupara por mí lo justo para venir a verme. Lo más cerca que he estado nunca de ella fue en su templo de Thimaria. Solía pasar horas contemplando su estatua, y preguntándome si era así realmente. Preguntándome si pensaba alguna vez en mí.
Hinata se sentó tras él, lo abrazó por la cintura y puso la barbilla sobre su hombro.
–¿Nunca viste a tu madre cuando eras pequeño?
Él le rodeó los brazos con los suyos y echó la cabeza hacia atrás, hasta dejarla reposar sobre el hombro de Hinata. Ella sonrió ante el gesto. Aunque estuviese tenso y nervioso, le estaba confiando cosas que jamás había compartido con otra persona.
Y saberlo le proporcionaba una sensación de increíble intimidad.
–No la he visto nunca –confesó en voz baja–. Me enviaba a otros, pero ella jamás se ha presentado ante mí. Sin importar lo mucho que le implorara, siempre se negaba. Después de un tiempo, dejé de pedírselo. Y al final, también dejé de entrar en sus templos.
Hinata le plantó un beso tierno en el hombro. ¿Cómo podía su madre haberlo ignorado? ¿Cómo podía ser capaz una madre de no atender el ruego de un hijo?
Pensaba en sus propios padres. En el amor y la ternura que le habían prodigado. Y, por primera vez, después de tantos años, se dijo que sus sentimientos con respecto a su trágica muerte estaban totalmente equivocados. Siempre había pensado que habría sido mucho mejor no conocer su cariño para no perderlo de modo tan cruel.
Pero no era así. Aunque los recuerdos de su infancia y de sus padres eran agridulces, la reconfortaban.
Naruto no había conocido nunca la ternura de un abrazo. La seguridad de saber que, hiciese lo que hiciese, sus padres siempre estarían allí.
No podía imaginar cómo habría sido crecer del modo que él lo hizo.
–Pero tenías a Gaara –le susurró, preguntándose si habría sido suficiente para él.
–Sí. Tras la muerte de mi padre, cuando yo tenía catorce años, Gaara fue lo bastante amable como para dejarme ir a su casa cuando nos daban permiso. Fue en una de esas visitas cuando vi por primera vez a Penélope.
Hinata sintió una pequeña punzada de celos al escuchar el nombre de su esposa.
98
–Era tan hermosa… –murmuró él– y estaba prometida a Gaara.
Hinata se quedó paralizada ante sus palabras.
¡Oh! La cosa no iba bien.
–Peor aún –le dijo acariciándole el brazo con suavidad–, estaba enamorada de él. Cada vez que íbamos de permiso, se arrojaba en brazos de Gaara para besarlo. Le decía lo mucho que significaba para ella. Cuando nos marchábamos, le pedía en voz baja que tuviese cuidado, y le dejaba comida para que la encontrase.
Naruto se detuvo mientras recordaba la imagen de Gaara cuando volvía a los barracones con los regalos de Penélope.
«Algún día te casarás, Naruto» decía su amigo mientras hacía gala de los obsequios «pero jamás tendrás una esposa como la mía para calentarte la cama.»
Aunque su amigo no lo dijese, Naruto conocía el motivo de que hablara así. Ningún padre responsable entregaría a su hija en matrimonio a un hombre desheredado, sin familia que lo reconociese.
Cada vez que su amigo pronunciaba esas palabras, su alma se hacía pedazos. Había ocasiones en las que sospechaba que Gaara echaba sal en sus heridas debido a los celos. Penélope lo miraba más de la cuenta cuando pensaba que su prometido no lo notaba. Puede que él tuviese su corazón, pero al igual que el resto de las mujeres, ella se lo comía con los ojos cada vez que estaba cerca.
Por ese motivo Gaara dejó de invitarlo a su casa. Y que le prohibieran regresar al único hogar que había conocido, acabó por destrozarlo.
–Debería haber dejado que se casaran –siguió Naruto, mientras pasaba el brazo por la cabeza de Hinata y enterraba el rostro en su cuello para inhalar el dulce aroma de su piel–. Entonces lo sabía, pero no podía soportarlo. Año tras año, vería cómo ella lo amaba. Vería cómo su familia lo adoraba, mientras yo no tenía un hogar donde acudir.
–¿Por qué? –preguntó Hinata–. Has dicho que tenías hermanos, ¿no te habrían dejado quedarte con ellos?
Él negó con la cabeza.
–Los hijos de mi padre me odiaban a muerte. Su madre me habría permitido quedarme con ellos, pero me negaba a pagar el precio que pedía a cambio. No tenía nada en aquellos días, excepto mi dignidad.
–Ahora también la tienes –murmuró ella, abrazándolo con más fuerza por la cintura–. He sido testigo de ella.
Soltándola, dejó pasar sus palabras y tensó la mandíbula.
–¿Qué le ocurrió a Gaara? –siguió Hinata. Quería que siguiera hablando mientras estuviese de humor–. ¿Murió en combate?
Él soltó una amarga carcajada.
–No. Cuando fuimos lo suficientemente mayores para unirnos al ejército, lo mantuve a salvo en el campo de batalla. Había prometido a Penélope y a su familia que no permitiría que le ocurriese nada.
Hinata sintió el corazón de Naruto latiendo con rapidez bajo sus brazos.
–Según pasaban los años, pronunciaban mi nombre con temor y respeto. Mis victorias se convertían en leyenda, y se contaban una y otra vez. Cuando regresaba a Thimaria, acababa durmiendo en la calle, o en la cama de cualquier mujer que me abriese la puerta para pasar la noche. De ese modo pasaba el tiempo hasta que regresaba a la batalla.
A Hinata le escocían los ojos por las lágrimas; la voz de Naruto estaba cargada de dolor. ¿Cómo podían haberlo tratado así?
–¿Qué pasó para que cambiaran las cosas? –le preguntó.
Él suspiró.
–Una noche, mientras buscaba un lugar para dormir, me tropecé con ellos dos en la calle. Estaban abrazándose como dos enamorados. Me disculpé rápidamente pero, al alejarme, escuché a Gaara hablando con Penélope.
Todo su cuerpo se puso rígido entre los brazos de Hinata y el corazón comenzó a latirle con más rapidez.
–¿Qué dijo? –le urgió Hinata.
Los ojos de Naruto adoptaron una mirada sombría.
–Ella le preguntó que por qué nunca me quedaba en casa de mis hermanos. Gaara se rió y le contestó: «Nadie quiere a Naruto. Es el hijo de Afrodita, la Diosa del Amor, y ni siquiera ella soporta estar cerca de él. »
Hinata fue incapaz de respirar mientras escuchaba las crueles palabras. Se imaginó cómo debió sentirse Naruto al oírlas.
Él tomó aire con brusquedad.
–Le había guardado las espaldas más veces de las que podía recordar. Me habían herido en batalla en incontables ocasiones por protegerlo, incluyendo una vez en la que una lanza me atravesó el costado. Y allí estaba él, burlándose de mí. No pude soportar la injusticia. Había creído que éramos hermanos. Y supongo que, al final, lo fuimos, ya que me trató del mismo modo que el resto de mi familia. Yo siempre había sido un hijastro bastardo. Solo y repudiado. No entendía por qué él tenía tantas personas que lo querían y yo no tenía a nadie.
–Herido y enfadado por sus palabras, hice lo que jamás debería haber hecho: invocar a Eros.
Hinata podía imaginarse fácilmente lo que había ocurrido.
–Hizo que Penélope se enamorara de ti.
Él asintió.
–Disparó a Gaara con una flecha de plomo que mató su amor por Penélope, y a ella le disparó con una de oro para que se enamorara de mí. Se suponía que todo debía acabar ahí pero…
Meciéndolo con suavidad entre sus brazos, Hinata aguardó a que encontrase las palabras exactas.
–Tardé dos años en convencer a su padre para que le permitiera casarse con un bastardo desheredado, sin influencias familiares. Para entonces, mi leyenda había aumentado y había sido ascendido. Finalmente logré acumular riquezas suficientes para hacer que Penélope viviese como una reina. Y, en lo que se refería a ella, no reparé en gastos. Teníamos jardines, esclavos y todo lo que se le antojaba. Le di libertad e independencia, como jamás tuvo ninguna otra mujer de la época.
–¿Pero no era suficiente?
Él negó con la cabeza.
–Yo necesitaba algo más y sabía que le ocurría algo. Aun antes de que Eros interviniese, siempre fue excesivamente vehemente. Dependía de Gaara de un modo prohibido para las espartanas y, en una ocasión en que fue herido, se afeitó totalmente la cabeza como muestra de su dolor.
» Más tarde, una vez Eros disparó sus flechas, Penélope pasaba por largos periodos de depresión, o de furia. Yo hacía todo lo que podía por ella, e intentaba que fuese feliz.
Hinata le acarició el pelo mientras lo escuchaba.
–Decía que me quería, pero yo percibía que no se interesaba por mí del mismo modo que lo había hecho por Gaara. Me entregaba su cuerpo de forma generosa, pero no había verdadera pasión en sus caricias. Lo supe desde la primera vez que la besé. Intenté engañarme a mí mismo, diciéndome que no importaba. Muy pocos hombres, en aquel entonces, hallaban el amor en el matrimonio. Además, me ausentaba durante meses, a veces, incluso años, mientras dirigía mi ejército. Pero al final, supongo que me parezco demasiado a mi madre, porque siempre anhelé más.
Hinata sufría enormemente por él.
–Y entonces llegó el día en que Eros también me traicionó.
–¿Te traicionó?, ¿cómo? –preguntó ansiosa, sabiendo que ése era el origen de la maldición.
–Él y Príapo estuvieron bebiendo la noche posterior a que yo matara a Livio. Eros, borracho, le contó lo que había hecho por mí. Tan pronto como Príapo escuchó la historia, supo cómo vengarse.
–Fue al Inframundo y cogió agua de la Laguna de la Memoria para ofrecérsela a Gaara. Y en cuanto tocó sus labios, recordó su amor por Penélope. Príapo le contó lo que yo había hecho y le entregó más agua para que se la diera a beber a ella.
Naruto sentía cómo sus labios articulaban las palabras, pero perdió el control de la narración. En lugar de intentar pensar en lo que iba a contar, cerró los ojos y revivió aquél aciago día.
Acababa de entrar en la casa procedente de los establos, cuando vio a Penélope y a Gaara en el atrio. Besándose.
Atónito, se detuvo a mitad de camino, mientras una oleada de nerviosismo se apoderaba de él al comprobar la pasión de aquel abrazo.
Hasta que Gaara alzó la mirada y lo vio en la puerta.
En el instante en que sus ojos se encontraron, Gaara curvó los labios.
–¡Ladrón despreciable! Príapo me contó tu traición. ¿Cómo pudiste?
Con el rostro desfigurado por el odio, Penélope se abalanzó sobre Naruto y lo abofeteó.
–Asqueroso bastardo, te mataría por lo que has hecho.
–Yo lo mataré –gritó Gaara mientras desenvainaba su espada.
Naruto intentó apartar a Penélope, pero ella se negó.
–¡Por todos los dioses! He dado a luz a tus hijos –dijo mientras intentaba arañarle la cara.
Naruto la sostuvo por las muñecas.
–Penélope, yo…
–¡No me toques! –le gritó zafándose de sus manos–. Me das asco. ¿Crees que una mujer decente iba a quererte a la luz del día? Eres despreciable. Repulsivo. Se apartó de él y se acercó a Gaara.
–Córtale la cabeza. Quiero bañarme en su sangre hasta borrar el rastro de su olor en mi piel.
Gaara blandió la espada.
Naruto dio un salto hacia atrás, poniéndose fuera del alcance del arma.
De forma instintiva, buscó su propia espada, pero se detuvo. Lo último que deseaba era derramar la sangre de Jasón.
–No quiero luchar contigo.
–¿Que no? ¡Violaste a mi mujer y le hiciste llevar tu simiente, cuando deberían haber sido mis hijos a los que diese a luz! Te recibí en mi hogar con los brazos abiertos. Te di una cama cuando nadie te quería cerca, ¿y así me pagas?
Naruto lo miró con incredulidad.
–¿Te pago? ¿Tienes la más mínima idea de las ocasiones en las que te he salvado la vida durante las batallas? ¿De cuantas palizas me han dado en tu lugar? ¿Puedes siquiera contarlas? Y te atreviste a burlarte de mí.
Gaara se rió cruelmente.
–Todos, excepto Kyrian, se burlaban de ti, idiota. De hecho, era el único que te defendía, con tanto empeño que a veces me hacía plantearme qué haríais juntos cuando estabais a solas.
Suprimiendo la ira que le habría dejado totalmente expuesto y vulnerable al ataque de Gaara, se agachó para esquivar la siguiente estocada.
–Déjalo, Gaara. No me obligues a hacer algo de lo que los dos nos arrepentiríamos más tarde.
–De lo único que me arrepiento es de haber dado cabida a un ladrón en mi casa –bramó Gaara con ira, alzando la espada de nuevo.
Naruto intentó agacharse, pero Penélope se acercó hasta él por detrás y le propinó un empujón.
La espada de Gaara le dio en las costillas. Siseando de dolor, Naruto sacó su propia espada y la blandió de tal modo que habría dejado a su amigo sin cabeza si le hubiese alcanzado.
Gaara intentó alcanzarlo, pero Naruto se limitó a defenderse mientras intentaba alejar a Penélope del alcance de las espadas.
–No lo hagas, Gaara. Sabes que tu habilidad con la espada es inferior a la mía.
Su amigo intensificó el ataque.
–No voy a dejar que sigas con ella, de ningún modo.
Los siguientes segundos se sucedieron con inusual rapidez, pero aún así, Naruto veía pasar la imagen por su cabeza con diáfana nitidez.
Penélope lo agarró del brazo libre al mismo tiempo que Gaara atacaba. La espada no hirió a Naruto de milagro tras el empujón que le dio su esposa. Totalmente desequilibrado, intentó liberarse de Penélope, pero con ella en medio, lo que consiguió fue tropezarse hacia delante, a la vez que Gaara avanzaba hacia ellos.
En el instante en que chocaron, sintió cómo su espada se hundía en el cuerpo de su amigo.
–¡No! –gritó Naruto, extrayendo la hoja del vientre de Gaara mientras Penélope dejaba escapar un atormentado chillido de angustia.
Lentamente, Gaara cayó al suelo.
Arrodillándose, Naruto arrojó su espada a un lado y cogió a su amigo.
–¡Dioses del Olimpo!, ¿qué habéis hecho?
Escupiendo sangre y tosiendo, Gaara le lanzó una mirada acusadora.
–Yo no hice nada. Fuiste tú el que me traicionó. Éramos hermanos y me robaste el corazón.
Gaara tragó dolorosamente mientras sus pálidos ojos atravesaban a Naruto.
–Jamás tuviste nada que no robaras antes.
Naruto comenzó a temblar, consumido por la culpa y la agonía. Jamás había tenido intención de que sucediera algo así. Nunca había querido que alguien saliese herido, y menos aún Gaara. Lo único que deseaba era alguien que le amara. Sólo quería un hogar donde fuese bienvenido.
Pero Gaara tenía razón. Él era el único culpable. De todo.
Los chillidos de Penélope resonaban en sus oídos. Lo agarró del pelo y comenzó a tirar con todas sus fuerzas. Con una mirada salvaje, sacó la daga que Naruto llevaba en el cinturón.
–¡Te quiero muerto! ¡Muerto!
Le hundió la daga en el brazo, y volvió a sacarla para atacar de nuevo. Él la agarró a tiempo.
Con un fuerte tirón, se deshizo de él y se apartó.
–No –le dijo con una mirada desencajada–. Quiero que sufras. Me quitaste lo que más quería. Ahora yo haré lo mismo contigo –y salió corriendo.
Abrumado por el dolor y la furia, Naruto no pudo moverse mientras veía como la vida abandonaba el cuerpo de su amigo.
Entonces, las palabras de su esposa se filtraron entre la neblina que confundía su mente.
–¡No! –rugió mientras se ponía en pie–. ¡No lo hagas!
Llegó a la puerta de los aposentos de Penélope a tiempo para escuchar los gritos de los niños. Con el corazón en un puño, intentó abrirla pero ella la había atrancado desde dentro.
Cuando logró abrirla, era demasiado tarde.
Demasiado tarde…
Naruto se llevó las manos a la cara, presionándose con fuerza los ojos, mientras el horror de lo sucedido aquel día lo inundaba de nuevo; pero ahora sentía las caricias de Hinata en la espalda, y se sentía reconfortado.
Jamás sería capaz de olvidar la imagen de sus hijos, el miedo en el corazón. La agonía más absoluta.
Lo único que había amado en el mundo eran sus hijos.
Y sólo ellos lo habían amado.
¿Por qué? ¿Por qué tuvieron que sufrir a causa de sus errores? ¿Por qué tuvo Príapo que torturarlo haciendo que ellos sufrieran?
¿Y cómo pudo permitir Afrodita que todo aquello sucediese? Una cosa era que no le hiciese caso a él, pero dejar que sus hijos murieran…
Por eso fue aquel día a su templo. Había planeado matar a Príapo. Arrancarle la cabeza de los hombros y clavarla en una lanza.
–¿Qué ocurrió? –le preguntó Hinata, devolviéndolo al presente.
–Cuando entré en la habitación era demasiado tarde –dijo con la garganta casi cerrada por el dolor–. Nuestros hijos estaban muertos; su propia madre los había asesinado. Penélope se había abierto las muñecas y yacía junto a ellos. Llamé a un médico para que intentara detener la hemorragia –entonces hizo una pausa–. Mientras exhalaba su último aliento, me escupió a la cara.
Hinata cerró los ojos, consumida por el dolor de Naruto. Era peor de lo que había imaginado.
¡Santo Dios! ¿Cómo había sobrevivido?
Había escuchado numerosos relatos de tragedias a lo largo de su vida, pero ninguno podía compararse con lo que Naruto había sufrido. Y lo pasó él solo, sin nadie que lo ayudara. Sin nadie que lo amara.
–Lo siento tanto –susurró ella acariciándole el pecho para consolarlo.
–Aún no puedo creer que estén muertos –murmuró él con la voz rota de dolor–. Me preguntaste qué hacía mientras estaba en el libro. Recordar las caras de mis hijos; de mi hijo y de mi hija. Recordar sus bracitos alrededor de mi cuello. Recordar cómo salían corriendo a mi encuentro cada vez que regresaba a casa, después de una campaña. Y revivir cada uno de los momentos de ese día, deseando haber hecho algo para salvarlos.
Hinata parpadeó para alejar las lágrimas. No era de extrañar que jamás hubiese hablado a nadie de eso.
Naruto tomó una profunda bocanada de aire.
–Los dioses ni siquiera me conceden caer en la locura para poder escapar a mis recuerdos. No se me permite semejante alivio.
Después de esas palabras, no volvió a hablar. Se limitó a quedarse inmóvil entre los brazos de Hinata.
Sorprendida por su fortaleza, estuvo sentada tras él durante horas, abrazándolo. No sabía qué más podía hacer.
Por primera vez en años, sus habilidades de psicóloga le fallaron por completo.
Cuando se despertó, la luz del sol entraba a raudales por las ventanas. Tardó todo un minuto en recordar lo acontecido la noche anterior.
Se sentó en la cama e intentó tocar a Naruto, pero estaba sola.
–¿Naruto? –lo llamó.
Nadie contestó.
Echando a un lado el edredón, se levantó y se vistió deprisa.
–¿Naruto? –volvió a llamarlo, mientras bajaba las escaleras.
Nada. Ni un sonido, aparte de los latidos frenéticos de su corazón.
El pánico comenzó a abrirse paso en su cabeza. ¿Le habría sucedido algo?
Entró corriendo en la sala de estar; el libro estaba sobre la mesita de café. Pasando las páginas con rapidez, vio que la hoja donde había estado el dibujo de Naruto seguía en blanco. Aliviada por el hecho de que no hubiese regresado al libro, continuó registrando la casa.
¿Dónde estaba?
Fue a la cocina y notó que la puerta trasera estaba entreabierta. Frunció el ceño, extrañada, y la abrió del todo para salir al porche.
Echó una ojeada al patio hasta que vio a los niños de los vecinos sentados en el césped, justo al lado de los setos que separaban ambas casas. Pero lo que más le extrañó fue observar a Naruto sentado con ellos, enseñándoles un juego con piedras y palitos.
Los dos niños y una de las niñas estaban sentados a su lado, escuchando atentamente, mientras su hermana pequeña –de tan sólo dos años– gateaba entre ellos.
Hinata sonrió ante la apacible estampa. La calidez la invadió de repente, y se preguntó si Naruto se habría visto así con sus propios hijos.
Abandonó el porche y caminó hacia ellos. Bobby era el mayor de los niños, con nueve años; después venía Tommy, con ocho y Katie que acababa de cumplir seis. Sus padres se habían mudado al vecindario hacía ya diez años, recién casados y, aunque tenían una buena relación, jamás habían pasado de ser más que amigables vecinos.
–Entonces, ¿qué ocurrió? –preguntó Bobby, cuando llegó el turno de Naruto.
–Bueno, el ejército estaba atrapado –continuó Naruto, moviendo una de las piedras con un palo–, traicionado por uno de los suyos: un joven hoplita15 que había vendido a sus compañeros porque quería convertirse en centurión romano.
15 Hoplita: Soldado griego de infantería. (N. de la T.)
–Eran los mejores –le interrumpió Bobby.
Naruto hizo una mueca burlona.
–No eran nada comparados con los espartanos.
–¡Arriba Esparta! –gritó Tommy–. Así anima nuestra mascota del colegio.
Bobby le dio un empujón a su hermano, y lo golpeó en la cabeza.
–Estás interrumpiendo la historia.
–No debes golpear a tu hermano jamás –le dio Naruto con brusquedad pero, aún así, con cierta ternura–. Se supone que los hermanos deben protegerse, no hacerse daño.
La ironía de sus palabras le encogió el corazón. Era una pena que nadie hubiese enseñado a sus hermanos esa lección.
–Lo siento –se disculpó Bobby–. ¿Qué pasó después?
Antes de que Naruto pudiese contestarle, el bebé se cayó y desparramó los palitos y las piedras. Los chicos comenzaron a gritarle, pero Julián los tranquilizó mientras levantaba a Allison y la ponía de nuevo en pie.
Acarició levemente la nariz de la pequeña y la hizo reír. Después regresó al juego.
Mientras le llegaba el turno a Bobby para mover la piedra, Naruto retomó la historia donde la había dejado.
–El general macedonio observó las colinas que lo rodeaban; estaban encerrados. Los romanos los habían acorralado. No había modo de flanquearlos, ni de retroceder.
–¿Se rindieron? –preguntó Bobby.
–Nunca –contestó Naruto con convicción–. La muerte antes que el deshonor.
Hizo una pausa mientras las palabras reverberaban en su cabeza. Era la inscripción que adornaba su escudo. Como general, había vivido honrando ese lema.
Como esclavo, hacía mucho que lo había olvidado.
Los chicos se acercaron un poco más.
–¿Murieron? –preguntó Katie.
–Algunos sí –respondió Naruto, intentando alejar los recuerdos que afluían a su mente. Recuerdos de un hombre que, una vez, fue el dueño de su propio destino–. Pero no antes de hacer huir a los romanos.
–¿Cómo? –preguntaron los niños, ansiosos.
Esta vez, Naruto cogió al bebé antes de que volviese a interrumpirlos.
–A ver –comenzó Naruto mientras le daba a Allison su pelota roja. La niña se sentó sobre la rodilla que tenía doblada, y él la sujetó pasándole una mano por la cintura–. Mientras cabalgaban hacia ellos, el general macedonio sorprendió a los romanos, que esperaban que él reuniese a sus hombres en posición de falange, lo cual les hubiese convertido en una presa fácil para los arqueros y la caballería. En lugar de hacer lo previsible, el general ordenó a sus hombres que se dispersaran y apuntaran con las lanzas a los caballos, para romper las líneas de la caballería romana.
–¿Y funcionó? –preguntó Tommy.
Incluso Hinata estaba interesada en la historia. Naruto asintió.
–Los romanos no se esperaban ese movimiento táctico en un ejército entrenado. Completamente desprevenidas, las tropas romanas se dispersaron.
–¿Y el general macedonio?
–Soltó un poderoso grito de guerra mientras cabalgaba en su caballo Mania, atravesando el campo hasta llegar a la colina donde los generales romanos se estaban replegando. Ellos se dieron la vuelta para enfrentarlo, pero no fue muy inteligente por su parte. Con la furia que sentía en el corazón, debida a la traición que había sufrido, cargó sobre ellos y sólo dejó a un superviviente.
–¿Por qué? –preguntó Bobby.
–Quería que entregase un mensaje.
–¿Cuál? –inquirió Tommy.
Naruto sonrió ante las ávidas preguntas.
–El general hizo jirones el estandarte romano y después usó un trozo para ayudar al romano a vendarse las heridas. Con una sonrisa letal, miró fijamente al hombre y le dijo: «Roma delenda est», Roma está destruida. Y, entonces, envió al general romano de vuelta a su casa, encadenado, para que entregara el mensaje al Senado Romano.
–¡Guau! –exclamó Bobby, impresionado–. Ojalá fueses mi profesor de historia en el colegio. Así aprobaría la asignatura seguro.
Naruto alborotó el cabello negro del niño.
–Si te hace sentir mejor, a mí no me interesaba nada el tema a tu edad. Lo único que quería era hacer travesuras.
–¡Hola, señorita Hinata! –la saludó Tommy cuando por fin se dio cuenta de su presencia–. ¿Ha escuchado la historia del señor Naruto? Dice que los romanos eran tipos malos.
Naruto miró a Hinata, que estaba a unos metros de distancia, y ella le sonrió.
–Estoy segura de que él lo sabe.
–¿Puede arreglar mi muñeca? –le pidió Katie, ofreciéndosela.
Naruto soltó a Allison y cogió la muñeca. Le puso el brazo en su sitio y se la devolvió.
–Gracias –le dijo Katie mientras se arrojaba a su cuello y le daba un fuerte abrazo.
El anhelo que reflejó el rostro de Naruto hizo que a Hinata le diera un pinchazo el corazón. Sabía que en ese momento, él estaba viendo la cara de su propia hija al mirar a Katie.
–De nada, pequeña –le contestó con voz ronca, alejándose de ella.
–¿Katie, Tommy, Bobby? ¿Qué estáis haciendo ahí?
Hinata alzó la mirada mientras Emily rodeaba la casa.
–No estaréis molestando a la señorita Hinata, ¿verdad?
–No, para nada –le respondió Hinata. Emily no pareció escucharla porque siguió regañando a los niños.
–¿Y qué está haciendo Allison aquí? Se suponía que debía estar en el patio trasero.
–¡Oye mamá! –gritó Bobby acercándose a ella a la carrera–. ¿Sabes jugar a Parcelon? El señor Naruto nos ha enseñado.
Hinata se rió a carcajadas mientras los cinco regresaban al jardín delantero, con Bobby hablando sin parar. Naruto tenía los ojos cerrados y parecía estar saboreando el sonido de las voces infantiles.
–Eres todo un cuenta cuentos –le dijo Hinata cuando se le acercó.
–No creas.
–En serio –le contestó ella con énfasis–. ¿Sabes? Me has hecho pensar. Bobby tiene razón, serías un maestro estupendo.
Naruto le sonrió satisfecho.
–De general a maestro. ¿Por qué no cambiarme el nombre al de Catón el Viejo e insultarme mientras estás en clase?
Ella se rió.
–No estás tan ofendido como quieres hacerme creer.
–¿Y cómo lo sabes?
–Por la expresión de tu rostro, y por la luz que hay en tus ojos –le cogió el brazo y lo llevó de vuelta al porche–. Deberías pensar seriamente en esa posibilidad. Sakura consiguió su licenciatura en Tulane y conoce a mucha gente allí. ¿Quién mejor para enseñar Historia Antigua que alguien que la conoció de primera mano?
No le contestó. En lugar de eso, Hinata notó cómo movía los pies, descalzos, sobre la tierra.
–¿Qué estás haciendo? –le preguntó.
–Disfrutando de la sensación de la hierba –respondió él con un susurro–. Las hojas me hacen coquillas en los dedos.
Ella sonrió ante lo infantil de su actitud.
–¿Para eso saliste?
Él asintió.
–Me encanta sentir el sol en la cara.
Hinata sabía, en el fondo de su corazón, que había podido disfrutarlo en contadas ocasiones.
–Vamos, prepararemos unos cuencos de cereales y comeremos en el porche.
Ella subió en primer lugar los cinco escalones que llevaban hasta el porche, y le dejó sentado en su mecedora de mimbre para encargarse del desayuno.
Cuando regresó, Naruto tenía la cabeza apoyada en el respaldo y los ojos cerrados; su expresión era serena.
Como no quería molestarlo, retrocedió.
–¿Sabes que todo mi cuerpo percibe tu presencia? Todos mis sentidos son conscientes de tu proximidad –le confesó mientras abría los ojos y la miraba con un deseo abrasador.
–No lo sabía –dijo ella nerviosa, ofreciéndole el cuenco. Él lo cogió, pero no volvió a hablar del tema. Comenzó a comer en silencio.
Absorbiendo el calor del sol, Naruto escuchaba la suave brisa y se recreaba con la presencia cercana y relajante de Hinata.
Se había despertado al amanecer para contemplar, a través de las ventanas, la salida del sol. Y había pasado una hora disfrutando del contacto del cuerpo de Hinata.
Ella lo tentaba de un modo que jamás había experimentado. Por un solo minuto se permitió barajar la posibilidad de permanecer en esta época.
¿Y después qué?
Sólo tenía una «habilidad» que podía serle útil en este mundo moderno, y no era el tipo de hombre que pudiese vivir alegremente de la caridad de una mujer.
No después de…
Apretó los dientes mientras los recuerdos lo abrasaban.
A los catorce años, había cambiado su virginidad por un cuenco de gachas de avena frías y una taza de leche agria. Incluso ahora, con todo el tiempo que había transcurrido, podía sentir las manos de la mujer tocándole el cuerpo, quitándole la ropa, agarrándose febrilmente a él mientras le enseñaba cómo darle placer.
« ¡Ooooh!» Canturreó la mujer «Eres muy guapo, ¿verdad? Si alguna vez quieres más gachas, sólo tienes que venir a verme cuando mi marido no esté en casa»
Se sintió tan sucio después… tan usado.
Durante los años siguientes, durmió en más ocasiones entre las sombras de los portales que en una cama acogedora, porque no le apetecía volver a pagar ese precio por una comida y un poco de comodidad.
Y si fuese de nuevo libre, no querría…
Cerró los ojos con fuerza. No se veía en este mundo. Era demasiado diferente. Demasiado extraño.
–¿Ya has acabado?
Alzó los ojos y vio a Hinata de pie junto a él, con la mano extendida esperando el cuenco.
–Sí, gracias –le contestó mientras se lo daba.
–Voy a darme una ducha rápida. Volveré en unos minutos.
La contempló mientras se marchaba; sus ojos se demoraron en las piernas desnudas. Todavía podía sentir el sabor de su piel en los labios. Y el dulce aroma de su cuerpo.
Hinata lo obsesionaba. No se trataba de los efectos de la maldición. Había algo más. Algo que jamás había experimentado antes.
Por primera vez, después de dos mil años, volvía a sentirse como un hombre; y ese sentimiento venía acompañado de un anhelo tan profundo que le partía en dos el corazón.
La deseaba. En cuerpo y alma.
Y quería su amor.
La idea lo asustó.
Pero era cierto. No había vuelto a experimentar ese profundo y doloroso deseo de sentir un tierno abrazo desde que era pequeño. Necesitaba que alguien le dijera que lo amaba, y que lo hiciese de corazón, no por el efecto de un hechizo.
Echando la cabeza hacia atrás, soltó una maldición. ¿Cuándo iba a aprender?
Había nacido para sufrir. El Oráculo de Delfos se lo había dicho.
«Sufrirás como ningún hombre ha sufrido jamás»
«¿Pero me amará alguien?»
«No en esta vida.»
Y se alejó de allí totalmente hundido por la profecía. Qué poco había imaginado entonces el sufrimiento que le aguardaba.
«Es el hijo de la Diosa del Amor, y ni siquiera ella soporta estar cerca de él.»
La verdad hizo que se encogiera de dolor. Hinata jamás lo amaría. Nadie lo haría. Su destino no era que lo liberaran de su sufrimiento. Peor aún, su destino tenía una trágica tendencia a derramar la sangre de todos los que se acercaban a él.
El dolor le desgarraba el pecho mientras pensaba en la posibilidad de que algo le sucediese a Hinata.
No podría permitirlo. Tenía que protegerla a toda costa. Aunque eso significara perder su libertad.
Con esa idea en mente, fue en su busca.
Hinata se estaba quitando el jabón de los ojos. Al abrirlos, se sobresaltó cuando vio que Naruto la observaba a través de la abertura de las cortinas de la ducha.
–¡Me has dado un susto de muerte! –exclamó.
–Lo siento.
Él permaneció al lado de la bañera de patas, tamaño extra grande, vestido sólo con los boxers y apoyado sobre la pared, con la misma pose que tenía en el libro: los anchos hombros echados hacia atrás y los brazos relajados a ambos lados del cuerpo.
Hinata se humedeció los labios al contemplar los esculturales músculos de su pecho y de su torso. Espontáneamente, su mirada descendió hasta los boxers rojos y amarillos.
Bueno, decir que ningún hombre estaría bien con ellos había sido un error. Porque Naruto estaba fenomenal. En realidad, no había palabras que describiesen con exactitud lo buenísimo que estaba con ellos.
Y aquella sonrisa traviesa, medio burlona, que esgrimía en esos momentos, derretiría el corazón de la más frígida de las mujeres. Ese hombre la ponía muy, muy caliente.
Nerviosa, Hinata cayó en la cuenta de que estaba completamente desnuda delante de él.
–¿Necesitas algo? –le preguntó mientras se cubría los pechos con la manopla.
Para su consternación, él se quitó los boxers y se metió en la bañera con ella.
El cerebro de Hinata se convirtió en papilla, abrumada por la poderosa y masculina presencia de Naruto. Esa increíble sonrisa llena de hoyuelos curvaba sus labios, y hacía que el corazón se le acelerara y que comenzara a temblar.
–Sólo quería verte –dijo en voz baja y tierna–. ¿Tienes idea de lo que me haces cuando te pasas las manos por los pechos desnudos?
Apreciando el tamaño de su erección, Hinata tenía una idea bastante aproximada.
–Naruto…
–¿Mmm?
Olvidó lo que iba a decir cuando él acercó la cabeza hasta su cuello. Se estremeció por completo al sentir que su lengua le abrasaba la piel.
Gimió por la sobrecarga sensorial que suponían las caricias de las manos de Naruto, unidas a la sensación del agua caliente de la ducha. Apenas si fue consciente de que él le quitaba la manopla que aún cubría sus pechos, y se llevaba uno de ellos a la boca.
Siseó de placer al sentir la lengua de Naruto girar alrededor del endurecido pezón, rozándolo levemente y haciéndola arder.
La ayudó a sentarse en la bañera y la echó hacia atrás, apoyándola en el respaldo. El contraste de la fría porcelana en la espalda y del cálido cuerpo de Naruto por delante, mientras el agua caía sobre ellos, la excitó de un modo que jamás hubiese creído posible.
Nunca antes había apreciado el enorme tamaño de la antigua bañera pero, en ese momento, no la cambiaría por nada del mundo.
–Tócame, Hinata –le dijo con voz ronca, cogiéndole la mano y acercándosela hasta su hinchado miembro–. Quiero sentir tus manos sobre mí.
Naruto se estremeció cuando ella acarició la dureza aterciopelada de su pene.
Cerró los ojos mientras las sensaciones lo abrumaban. Las caricias de Hinata no se limitaban al plano físico, las percibía también a un nivel indefinible. Increíble.
Quería más de ella. Lo quería todo de ella.
–Me encanta sentir tus manos sobre mi piel –balbució mientras ella lo tomaba entre sus manos. ¡Por los dioses! La deseaba tanto que le dolía todo el cuerpo. Cómo deseaba que, tan sólo una vez, ella le hiciese el amor a él.
Que le hiciese el amor con el corazón.
El dolor volvió a desgarrarlo. No importaba cuántas veces tuviera relaciones sexuales, el resultado siempre era el mismo. Siempre acababa herido. Si no se trataba de su cuerpo, era en lo profundo de su alma.
«Ninguna mujer decente te querrá a la luz del día.»
Era verdad, y lo sabía.
Hinata percibió su tensión.
–¿Te he hecho daño? –preguntó mientras alejaba la mano.
Él negó con la cabeza y le colocó las manos a ambos lados del cuello para besarla profundamente. Súbitamente el beso cambió, intensificándose, como si estuviese intentado probar algo ante los dos.
Deslizó la mano por el brazo de Hinata, hasta capturar la suya y enlazar los dedos. Después, movió las manos unidas y la acarició entre las piernas.
Hinata gimió mientras él la tocaba con las manos entrelazadas. Era lo más erótico que había experimentado jamás.
Temblaba de pies a cabeza mientras él aumentaba el ritmo de las caricias. Cuando introdujo los dedos de ambos en su interior, Hinata gritó de placer.
–Eso es –le murmuró al oído–. Siéntenos a los dos unidos.
Sin aliento, Hinata se agarró al hombro de Naruto con la mano libre y el cuerpo en llamas. ¡Dios, era un amante increíble!
De pronto, él retiró las manos y le alzó una de las piernas para pasársela por la cintura.
Hinata le dejó hacer, hasta que se dio cuenta de sus intenciones. Estaba preparándose para penetrarla.
–¡No! –jadeó mientras lo empujaba–. Naruto, no puedes.
Sus ojos llameaban de necesidad y deseo.
–Sólo quiero esto de ti, Hinata. Déjame poseerte.
Ella estuvo a punto de ceder.
Pero entonces, algo extraño le sucedió a sus ojos. Un velo oscuro cayó sobre ellos, y las pupilas se le dilataron por completo.
Se quedó inmóvil. Respiraba entre jadeos y cerró los ojos como si estuviese luchando con un enemigo invisible.
Lanzando una maldición, se alejó de ella.
–¡Corre! –gritó.
Hinata no lo dudó.
Salió como pudo de debajo de él, agarró la toalla y corrió hacia la puerta. Pero no pudo abandonarlo.
Se detuvo en la entrada y miró hacia atrás. Vio cómo Naruto se agachaba hasta quedar apoyado en las manos y las rodillas, y se agitaba como si lo estuviesen torturando.
Lo escuchó golpear la bañera con el puño cerrado mientras gruñía de dolor.
El corazón de Hinata martilleaba frenético al verlo luchar. Si supiese qué podía hacer…
Finalmente, cayó exhausto a la bañera.
Aterrorizada, y sin poder dejar de temblar, Hinata entró en el cuarto de baño de nuevo y dio tres cautelosos pasos hacia la bañera, preparada para salir corriendo si él intentaba agarrarla.
Estaba tendido de costado, con los ojos cerrados. Respiraba con dificultad y parecía débil y agotado mientras el agua caía sobre él, aplastando los mechones dorados sobre su rostro.
Cerró el grifo.
Naruto no se movió.
–¿Naruto?
Abrió los ojos.
–¿Te he asustado?
–Un poco –le contestó con franqueza.
Él respiró hondo, entrecortadamente, y se sentó despacio. No la miró. Tenía los ojos clavados en algo que estaba a su espalda, por encima de su hombro.
–No voy a ser capaz de luchar contra eso –dijo, tras una larga pausa. Entonces la miró–. Nos estamos engañando, Hinata. Déjame poseerte mientras estoy calmado.
–¿Eso es lo que quieres de verdad?
Naruto apretó los dientes al escuchar su pregunta. No, no era lo que quería. Pero lo que deseaba estaba más allá de su alcance.
Quería cosas que los dioses no habían dispuesto para él. Cosas que ni siquiera se atrevía a nombrar, porque el simple hecho de pronunciarlas hacía su ausencia aún más insoportable.
–Me gustaría poder morirme.
Hinata retrocedió ante la sincera respuesta. Cómo deseaba poder consolarlo. Alejar su sufrimiento.
–Lo sé –le dijo, con la voz ronca por las lágrimas que no se atrevía a derramar. Le pasó los brazos alrededor de los fuertes y esbeltos hombros, y lo abrazó con fuerza.
Para su sorpresa, Naruto apoyó la mejilla sobre la suya. Ninguno de los dos pronunció una palabra mientras se abrazaban. Finalmente, él se apartó.
–Es mejor que nos detengamos antes de que… –no acabó la frase, pero no era necesario que lo hiciese. Hinata ya había sido testigo de las consecuencias, y no tenía ningún deseo de repetir la experiencia.
Lo dejó en el cuarto de baño y fue a vestirse. Naruto salió lentamente de la bañera y se secó con una toalla. Escuchaba a Hinata en su habitación; estaba abriendo la puerta del armario. En su mente, se la imaginó desnuda y la visión lo enardeció.
Una demoledora oleada de deseo lo asaltó, golpeándolo con tal fuerza que estuvo a punto de caer de espaldas al suelo.
Se agarró al lavabo mientras luchaba consigo mismo.
–No puedo seguir viviendo así –balbució–. No soy un animal.
Alzó los ojos y se contempló en el espejo. Era la viva imagen de su padre. Miró su rostro con odio.
Podía sentir los latigazos en la espalda, mientras su padre lo golpeaba hasta que casi no podía tenerse en pie.
«No te atrevas a llorar, niño bonito. Ni un solo sollozo. Puede que seas el hijo de una diosa, pero éste es el mundo en el que vives, y aquí no mimamos a los niños bonitos como tú.»
En el fondo de su mente, veía la mirada de desprecio de su padre mientras lo golpeaba con el puño hasta arrojarlo al suelo, y después lo levantaba por el cuello hasta casi asfixiarlo. Él pateaba e intentaba defenderse con los puños, pero a los catorce años era demasiado joven e inexperto como para eludir los golpes del general.
Con el rostro desfigurado por una mueca de desprecio, su padre le había cortado en la mejilla con una daga, hundiéndola hasta el hueso. Y todo porque había pescado a su esposa mirándolo mientras comían.
«Veamos si ahora te desea.»
El lacerante dolor del corte fue insoportable, y la hemorragia no se detuvo en todo el día. A la mañana siguiente, la herida había desaparecido sin dejar huella.
La ira de su progenitor había sido inconmensurable.
–¿Naruto?
Sobresaltado, dio un pequeño brinco al escuchar una voz olvidada desde hacía dos mil años.
Echó un vistazo a la estancia, pero no vio nada.
Sin estar muy seguro de haber escuchado la voz, habló en voz baja.
–¿Atenea?
La diosa se materializó delante de él, justo en el hueco de la puerta. Aunque llevaba ropas modernas, tenía el pelo negro recogido sobre la cabeza, al estilo griego, con mechones rizados que le caían sobre los hombros. Sus pálidos ojos azules se llenaron de ternura al sonreír.
–Vengo en representación de tu madre.
–¿Todavía no es capaz de enfrentarme?
Atenea apartó la mirada.
Naruto sintió el repentino impulso de reírse a carcajadas. ¿Por qué se molestaba en esperar que su madre quisiera verlo?
Debería estar acostumbrado.
Atenea jugueteaba con uno de sus rizos, envolviéndoselo en el dedo, mientras lo observaba con una extraña expresión de melancolía en el rostro.
–Que conste que te habría ayudado de haber sabido esto. Eras mi general favorito.
De repente, comprendió lo que había ocurrido tantos siglos atrás.
–Me utilizaste en tu pulso contra Príapo, ¿verdad?
Vio la culpa reflejada en los ojos de la diosa antes de que ella pudiese ocultarla.
–Lo hecho, hecho está.
Con los labios fruncidos por la ira, la miró furioso.
–¿Ah, sí? ¿Por qué me enviaste a esa batalla cuando sabías que Príapo me odiaba?
–Porque sabía que podías ganar, y yo odiaba a los romanos. Eras el único general que tenía que podía deshacerse de Livio, y así lo hiciste. Jamás me he sentido más orgullosa de ti que aquel día, cuando le cortaste la cabeza.
Cegado por la amargura, era incapaz de creer lo que estaba escuchando.
–¿Ahora me dices que estabas orgullosa?
Ella ignoró su pregunta.
–Tu madre y yo hemos hablado con Cloto para que te ayude.
Naruto se paralizó al escucharla. Cloto era la Parca encargada de las vidas de los humanos. La hilandera del destino.
–¿Y?
–Si consigues romper la maldición, podremos devolverte a Macedonia; regresarás al mismo día en que fuiste maldecido a permanecer en el pergamino.
–¿Puedo regresar? –repitió, anonadado por la incredulidad.
–Pero no se te permitirá volver a luchar. Si lo haces, podrías cambiar el curso de la historia. Si te enviamos de vuelta, deberás jurar que vivirás retirado en tu villa.
Siempre había una trampa. Debería haberlo recordado antes de pensar que podían ayudarlo.
–¿Con qué propósito, entonces?
–Vivirás en tu época. En el mundo que conoces –diciendo esto, echó un vistazo al cuarto de baño–. O puedes permanecer aquí, si lo prefieres. La elección es tuya.
Naruto resopló.
–Menuda elección.
–Es mejor que no tener ninguna.
¿Sería cierto? Ya no estaba seguro de nada.
–¿Y mis hijos? –preguntó. Quería, no, deseaba volver a ver a su familia, a las dos únicas personas que habían significado algo para él.
–Sabes que no podemos cambiar eso.
Naruto maldijo a Atenea. Los dioses siempre conseguían atormentarlo quitándole todo lo que le importaba. Jamás le habían concedido nada.
Atenea alargó el brazo y lo acarició ligeramente en la mejilla.
–Elige con cuidado –susurró, y se desvaneció.
–¿Naruto?, ¿con quién hablas?
Parpadeó al escuchar a Hinata en el pasillo.
–Con nadie –contestó–. Hablo solo.
–¡Ah! –exclamó ella, aceptando la mentira sin problemas–. Estaba pensando en llevarte de nuevo al Barrio Francés esta tarde. Podemos visitar el Acuario. ¿Qué te parece?
–Claro –respondió él, saliendo del baño.
Hinata frunció el ceño, pero no dijo nada mientras se dirigía hacia las escaleras.
Naruto fue a cambiarse a la habitación. Mientras se ponía los pantalones, se fijó en las fotografías que Hinata tenía en el vestidor. Parecía una niña tan feliz… tan libre. Le gustaba especialmente una en la que su madre le pasaba los brazos alrededor del cuello y ambas se reían a carcajadas.
En ese momento, supo lo que debía hacer. No importaba lo mucho que deseara otras cosas, jamás podría quedarse con ella. Se lo había dicho ella misma la noche que lo invocaron.
Tenía su propia vida. Una en la que él no estaba incluido.
No, Hinata no necesitaba a alguien como él. A alguien que sólo atraería la indeseada atención de los dioses sobre su cabeza.
Rompería la maldición y aceptaría la oferta de Atenea.
No pertenecía a esta época. Su mundo era la antigua Macedonia. Y la soledad.
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pobre de naruto...es tan lindo, y sufrio tanto.
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
me encanto!!!
debo de admitir que esperaba con ansias la contii
pero valio la pena esperar
espero subas la conti pronto
Gabriela alejandraTemporal - Jugando Twisted Meta!!!!
27 138
7
26/02/2011
NaruHina
LenXRin
Edxwin
Naruto-Naruto Shippuden
Full metal alchemist
Blood+
Dragon ball Z
suzumiya haruhi no yuuutsu
Inuyasha
Bokura Ga Ita
Sakura card captor
El viaje de chihiro
Suki tte ii na yo|Hana to akuma|Beast Master
5 円
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
muy bueno conti
kathleen1100Rutinario - cartagena
27 362
9
29/05/2010
naruhina,kushimina,shikatema,
nejiten, sasusaku, jirastuna,asukure,
kakaanko,kibaino y saino
naruto shippuden ,inuyasha,bleach
sakura card captor,dragon ball,blood-
fairy tail, y muchos mas
naruto,mtv,htv,y muchas otras
320 円
la promesa perdida sasusaku y naruhina
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
si hurra... esperaba con ansias la continuacion la verdad no me molesta que lo subas de uno en uno.
lo entiendo y me solidarizo contigo a mi me pasa a menudo y lo odio en especial cuando hago post larguisimos me dan gans de llorar, perder todo el trabajo realizado es frustrante asi que tomate tu tiempo para hacerlo eso no ha de ser facil y mas hacerlo todo otra vez.
+1 y espero la conti...
estaba a mitad de la adaptación cuando
se fue la luz, e,e y no lo había guardado, entonces tuve que empezar de nuevo
lo entiendo y me solidarizo contigo a mi me pasa a menudo y lo odio en especial cuando hago post larguisimos me dan gans de llorar, perder todo el trabajo realizado es frustrante asi que tomate tu tiempo para hacerlo eso no ha de ser facil y mas hacerlo todo otra vez.
+1 y espero la conti...
the_best_girlPsicópata del foro - definitivamente no me equivoque,i ♥ NaruHina
32 777
67
21/11/2010
naruhina, sasusaku, kakasaku,
nejiten, saisaku, minakushi,
kakakure, sasuhina, kakanko,
shikatema
Naruto, FMA, Ajin, Death Note, Caballeos de Sidonia
11.730 円
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
me encantooooooooooo...........
la parte donde naruto cuenta su historiaaa... yo casiii...
lo que le dijo atenea.. que.. wtf??
espero contiiiiiiii..........
la parte donde naruto cuenta su historiaaa... yo casiii...
lo que le dijo atenea.. que.. wtf??
espero contiiiiiiii..........
naome_uchihaTemporal - entrenando en lo mas profundo del bosque
36 120
1
06/04/2011
SASUSAKU, NARUHINA
INOSAI, SHIKATEMA, NEJITEN, ITADEI, PAINKON, ICHIRUKI.
12º endieng de naruto shippuden
5 円
Re: Un amante de ensueños (ADAPTADO AL NARUHINA )
Capítulo 10
Algo iba mal. Hinata lo notaba en el ambiente mientras conducía hacia el Barrio Francés. Naruto iba sentado junto a ella, mirando por la ventana.Había intentado varias veces hacerlo hablar, pero no había modo de que despegara los labios. Todo lo que se le ocurría era que estaba deprimido por lo sucedido en el cuarto de baño. Debía ser duro para un hombre habituado a mantener un férreo control de sí mismo perderlo de aquel modo.
Aparcó el coche en el estacionamiento público.
–¡Vaya, qué calor hace! –exclamó al salir y sentirse inmediatamente asaltada por el aire cargado y denso.
Echó un vistazo a Naruto, que estaba realmente deslumbrante con las gafas de sol oscuras que le había comprado. Una fina capa de sudor le cubría la piel.
–¿Hace demasiado calor para ti? –le preguntó, pensando en lo mal que lo estaría pasando con los vaqueros y el polo de punto.
–No voy a morirme, si te refieres a eso –le contestó mordazmente.
–Estamos un poco irritados, ¿no?
–Lo siento –se disculpó al llegar a su lado–. Estoy pagando mi mal humor contigo, cuando no tienes la culpa de nada.
–No importa. Estoy acostumbrada a ser el chivo expiatorio. De hecho, lo he convertido en mi profesión.
Puesto que no podía verle los ojos, Hinata no sabía si sus palabras le habían hecho gracia o no.
–¿Eso es lo que hacen tus pacientes?
Ella asintió.
–Hay días que son espeluznantes. Pero prefiero que me grite una mujer a que lo haga un hombre.
–¿Te han hecho daño alguna vez? –El afán de protección de su voz la dejó perpleja. Y encantada. Había echado mucho de menos tener a alguien que la cuidase.
–No –contestó, intentando disipar la evidente tensión de su cuerpo. Esperaba que nunca le hiciesen daño, pero después de la llamada de Rodney, no estaba muy segura, y era bastante posible que ese tipo acabase con su buena suerte.
Estás siendo ridícula. Sólo porque el hombre te ponga los pelos de punta no significa que sea peligroso.
La expresión del rostro de Naruto era dura y muy seria.
–Creo que deberías buscarte una nueva profesión.
–Tal vez –le dijo evasivamente. No tenía ninguna intención de dejar su trabajo–. A ver, ¿dónde vamos primero?
Él se encogió de hombros despreocupadamente.
–Me da exactamente igual.
–Entonces, vamos al Acuario. Por lo menos hay aire acondicionado –y cogiéndolo del brazo, cruzó el estacionamiento y se encaminó por Moonwalk hacia el lugar.
Naruto permaneció en silencio mientras ella compraba las entradas y lo guiaba hacia el interior. No dijo nada hasta que estuvieron paseando por los túneles subacuáticos, que les permitían observar las distintas especies marinas en su hábitat natural.
–Es increíble –balbució cuando una enorme raya pasó sobre sus cabezas. Tenía una expresión infantil, y la luz que chispeaba en sus ojos la llenó de calidez.
Súbitamente, sonó su busca. Soltó una maldición y miró el número. ¿Una llamada desde el despacho un sábado?
Qué raro.
Sacó el móvil del bolso y llamó.
–¡Hola, Hinata! –le dijo Beth, tan pronto como descolgó–. Escucha, estoy en mi consulta. Anoche entró alguien al despacho.
–¡No!, ¿quién haría algo así?
Hinata captó la mirada curiosa en los ojos de Naruto. Le ofreció una sonrisa insegura, y siguió escuchando a Beth Livingston, la psiquiatra que compartía la consulta con Luanne y con ella.
–Ni idea. Hay un equipo de la policía buscando huellas y todo está acordonado. Por lo que he visto, no se han llevado nada importante. ¿Tenías algo de valor en tu consulta?
–Sólo el ordenador.
–Está todavía allí. ¿Algo más? ¿Dinero, cualquier otra cosa?
–No, nunca dejo objetos de valor ahí.
–Espera, el oficial quiere hablar contigo.
Hinata esperó hasta escuchar una voz masculina.
–¿Doctora Alexander?
–Sí, soy yo.
–Soy el oficial Allred. Parece que se llevaron su organizador Rodolex y unos cuantos archivadores. ¿Sabe de alguien que pudiera estar interesado en ellos?
–Pues no. ¿Necesita que vaya para allá?
–No, no. Estamos buscando huellas, pero si se le ocurre algo, por favor, llámenos –y le pasó el teléfono a Beth.
–¿Quieres que vaya? –le preguntó.
–No. No hay nada que puedas hacer. En realidad, es bastante aburrido.
–Vale, avísame al busca si necesitas algo.
–Lo haré.
Hinata colgó el teléfono y lo devolvió al bolso.
–¿Ha pasado algo? –preguntó Naruto.
–Alguien entró anoche en mi despacho.
Él frunció el ceño.
–¿Para qué?
–Ni idea –la pausa de Hinata hizo que el ceño de Naruto se intensificara, mientras ella pensaba en los posibles motivos–. No puedo imaginarme para qué iba a querer alguien mi Rodolex. Desde que me compré el Palm Pilot, ni siquiera lo he usado. Es muy extraño.
–¿Tenemos que irnos?
Ella agitó la cabeza.
–No hace falta.
Naruto dejó que Hinata lo guiara alrededor de los diferentes acuarios, mientras le leía las extrañas inscripciones que explicaban detalles sobre las distintas especies y sus hábitats.
¡Por los dioses!, cómo le gustaba escuchar el sonido de su voz al leer. Había algo muy relajante en la voz de Hinata. Le pasó un brazo por los hombros mientras paseaban. Ella le rodeó la cintura y enganchó un dedo en una de las trabillas del cinturón.
El gesto consiguió debilitarlo. Se dio cuenta de que pasaba las horas deseando sentir el roce de su cuerpo. Y la sensación sería mucho más placentera si ambos estuviesen desnudos en ese mismo momento.
Cuando ella le sonrió, el corazón se le aceleró descontroladamente. ¿Qué tenía esta mujer que despertaba algo en él que jamás había sentido?
Pero en el fondo lo sabía. Era la primera mujer que lo veía. No a su apariencia física, ni a sus proezas de guerrero. Ella veía su alma.
Jamás había pensado que podía existir una persona así.
Hinata lo trataba como a un amigo. Y su interés en ayudarlo era genuino. O al menos, eso parecía.
Es parte de su trabajo.
¿O era de verdad?
¿Podía una mujer tan maravillosa y compasiva como ella preocuparse realmente por un tipo como él?
Hinata se detuvo delante de otra inscripción. Naruto se quedó tras ella y le pasó ambos brazos por los hombros. Ella le acarició distraídamente los antebrazos mientras leía.
Con el cuerpo en llamas por el deseo que despertaba en él, inclinó la barbilla hasta apoyarla sobre su cabeza y escuchar de ese modo la explicación, mientras observaba cómo nadaban los peces. El olor de su piel invadió sus sentidos y anheló volver a su casa, donde podría quitarle la ropa.
No era capaz de recordar cuándo había sido la última vez que deseó tanto a una mujer como le ocurría con Hinata. De hecho, no creía posible que algo así le hubiese ocurrido antes. Deseaba perderse en su interior. Sentir sus uñas arañándole la espalda mientras gritaba al llegar al clímax.
Que las Parcas se apiadasen de él. Hinata se le había metido bajo la piel.
Y estaba aterrado. Ella ocupaba un lugar en su corazón que acabaría destrozándolo si le faltaba. Sólo ella podía acabar realmente con él. Hacerlo pedazos.
Era casi la una del mediodía cuando salieron del Acuario. Hinata se encogió tan pronto como volvieron a la calle, asaltada por la oleada de calor. En días como éste, se preguntaba cómo podría la gente sobrevivir antes de que se inventara el aire acondicionado.
Miró a Naruto y sonrió. Por fin había encontrado a alguien a quien preguntar.
–Dime una cosa, ¿qué hacíais para sobrevivir en días tan calurosos como éste?
Él arqueó una ceja con un gesto arrogante.
–Hoy no hace calor. Si quieres saber lo que es el calor, intenta atravesar un desierto con todo tu ejército, llevando la armadura y con sólo medio odre de agua para mantenerte.
Ella hizo un gesto compasivo.
–Abrasador, supongo.
Él no respondió.
Hinata echó un vistazo a la plaza, atestada de gente.
–¿Quieres que vayamos a ver a Sakura y demos una vuelta por la plaza? Debe estar en su tenderete. El sábado suele ser uno de sus mejores días.
–Vamos.
Agarrados de la mano, bajaron la calle hasta llegar a Jackson Square. Como era de esperar, Sakura estaba en su puestecillo con un cliente. Hinata comenzó a alejarse para no interrumpir, pero Sakura la vio y le hizo un gesto para que se acercara.
–Oye, Hinata, ¿te acuerdas de Ben? Bueno, mejor del doctor Lewis, de la facultad.
Hinata dudó en acercarse al reconocer al tipo corpulento, entrado ya en los cuarenta.
¿Que si lo recordaba? Le había puesto una nota bajísima en su asignatura, con lo cual, le bajó la media de todo el curso. Sin mencionar que el hombre tenía un ego tan grande como el territorio de Alaska, y le encantaba hacer pasar un mal rato a sus alumnos. De hecho, aún recordaba a una pobre chica que se echó a llorar cuando él dio el sádico examen final que había preparado. El tío se rió, literalmente a carcajadas, cuando vio la reacción de la chica.
–¡Hola! –saludó, Hinata intentando no demostrar su antipatía. Suponía que el hombre no podía evitar ser detestable. Como buen licenciado por la universidad de Harvard, debía pensar que el mundo giraba a su alrededor.
–Señorita Alexander –la saludó con el mismo tono despectivo tan insoportable que ella recordaba a la perfección.
–En realidad debería llamarme doctora Alexander –lo corrigió, encantada al ver cómo abría los ojos por la sorpresa.
–Discúlpeme –le dijo con un tono de voz que distaba mucho de parecer arrepentido.
–Ben y yo estábamos charlando sobre la Antigua Grecia –explicó Sakura, dedicándole una diabólica sonrisa a Naruto–. Soy de la opinión de que Afrodita era hija de Urano.
Ben puso los ojos en blanco.
–No me cansaré de decirte que, según la opinión más extendida, era hija de Zeus y Dione. ¿Cuándo vas a aceptarlo y a unirte a nosotros?
Sakura lo ignoró.
–Dime, Naruto, ¿quién tiene razón?
Ben recorrió a Naruto de arriba abajo con una arrogante mirada. Hinata sabía que lo único que veía en él era a un hombre excepcionalmente apuesto, que parecía sacado de un anuncio de automóviles.
–Joven, ¿ha leído usted alguna vez a Homero?, ¿sabe quién es?
Hinata suprimió una carcajada ante la pregunta. Estaba deseando escuchar la respuesta de Naruto.
Él se rió con ganas.
–He leído a Homero en profundidad. Las obras que se le atribuyen no son más que una amalgama de leyendas, fusionadas con datos reales a lo largo de los siglos, y cuyos verdaderos orígenes se han perdido en las brumas del tiempo. Muy al contrario que la Teogonía de Hesíodo, la cual escribió con la ayuda directa de Clío.
El doctor Lewis dijo algo en griego clásico.
–Es más que una simple opinión, doctor –le contestó Naruto en inglés–. Es un hecho probado.
Ben volvió a mirarlo con atención, pero Hinata sabía que aún no estaba muy dispuesto a creer que alguien con el aspecto de Naruto pudiese darle una lección en su propio campo.
–¿Y usted cómo lo sabe?
Naruto le respondió en griego.
Por primera vez desde que conocía a aquel hombre, hacía ya más de una década, Hinata le vio totalmente sorprendido.
–¡Dios mío! –jadeó–. Habla griego como si fuese su lengua materna.
Naruto miró a Hinata con una sonrisa sincera; se estaba divirtiendo.
–Ya te lo dije –le dijo Sakura–. Conoce a los dioses griegos mejor que cualquier otra persona.
El doctor Lewis vio entonces el anillo de Naruto.
–¿Es eso lo que creo que es? –inquirió–. ¿Un anillo de general?
Naruto asintió.
–Sí.
–¿Le importa si le echo un vistazo?
Naruto se lo quitó y se lo ofreció. El doctor Lewis contuvo el aliento.
–¿Macedonio? Creo que del siglo II AC.
–Exacto.
–Es una reproducción increíble –comentó Ben, mientras se lo devolvía.
Naruto se lo puso de nuevo.
–No es una reproducción.
–¡No puede ser! –jadeó Ben, incrédulo–. No puede ser original, es excesivamente antiguo.
–Lo tenía un coleccionista privado –apuntó Sakura. Ben no dejaba de mirarla para, al momento, volver a centrar su atención en Naruto.
–¿Cómo lo consiguió? –le preguntó.
Naruto tardó en contestar mientras recordaba el día en que se lo dieron. Kyrian de Tracia y él habían sido ascendidos a la vez, después de salvar, prácticamente los dos solos, la ciudad de Temópolis de las garras de los romanos.
Había sido una batalla larga, sangrienta y brutal. Su ejército se había desperdigado, dejándolos solos a Kyrian y a él para defender la ciudad. Naruto había esperado que Kyrian lo abandonara también, pero el idiota le había sonreído, sosteniendo una espada en cada mano, y le había dicho: «Es un hermoso día para morir. ¿Qué te parece si matamos unos cuantos bastardos romanos antes de pagar a Caronte?»
Kyrian de Tracia, un lunático total y absoluto, siempre había tenido más agallas que cerebro.
Cuando todo hubo acabado, bebieron hasta acabar debajo de las mesas. Y a la mañana siguiente, los despertaron con la noticia del ascenso.
¡Por los dioses! De todas las personas que había conocido en Macedonia, Kyrian era a quién más echaba de menos. Era el único que siempre le guardó las espaldas y lo defendió.
–Fue un regalo –contestó Naruto a Ben.
Él echó un vistazo a la mano de Naruto, con los ojos cargados de codicia.
–¿Consideraría usted la posibilidad de venderlo? Yo estaría a dispuesto a pagar lo que pidiese.
–Nunca –contestó Naruto, recordando las heridas que había recibido durante la batalla de Temópolis–. No sabe por lo que pasé para conseguirlo.
Ben meneó la cabeza.
–Ojalá alguien me hiciese alguna vez un regalo como ése. ¿Tiene la más ligera idea de lo que le darían por él?
–La última vez que lo comprobé, me ofrecieron mi peso en oro.
Ben soltó una carcajada y dio una palmada sobre la mesa de Sakura.
–Muy bueno. Ése era el precio para liberar a un general capturado, ¿verdad?
–Para aquellos cobardes que no eran capaces de morir luchando, sí.
Los ojos de Ben mostraron un nuevo respeto al observar a Naruto.
–¿Sabe a quién perteneció?
Sakura contestó.
–A Naruto de Macedonia. ¿Has oído hablar de él en alguna ocasión, Ben?
Él se quedó con la boca abierta y los ojos como platos.
–¿Estás hablando en serio? ¿Es que no sabes quién fue?
Sakura puso una expresión extraña. Asumiendo que no lo sabía, Ben continuó hablando.
–Tesio dijo de él que iba a ser el nuevo Alejandro Magno. Naruto era hijo de Diocles de Esparta, también conocido como Diocles el Carnicero. Ese hombre haría que el Marqués de Sade pareciese Ronald McDonald. Según los rumores, Naruto nació de una relación entre Afrodita y el general, después de que Diocles salvara uno de los templos de la diosa de ser profanado. La opinión más extendida hoy en día es que su madre fue una de las sacerdotisas del templo.
–¿De verdad? –preguntó Hinata.
Naruto puso los ojos en blanco.
–A nadie le interesa quién pudo ser el tal Naruto. Ese tipo murió hace siglos.
Ben lo ignoró y siguió alardeando de sus conocimientos.
–Los romanos lo conocían como Augusto Naruto Punitor… –miró a Hinata y añadió para que ella lo entendiera: – Naruto, el Ejecutor. Él y Kyrian de Tracia dejaron un rastro sangriento a lo largo de todo el Mediterráneo, durante la cuarta guerra macedonia contra Roma. Naruto despreciaba a los romanos, y juró que vería la ciudad arrasada bajo su ejército. Él y Kyrian estuvieron a punto de conseguir que Roma se arrodillara ante ellos.
La mandíbula de Naruto se relajó un poco.
–¿Sabe qué le ocurrió a Kyrian de Tracia?
Ben dejó escapar un silbido.
–No tuvo un final agradable. Fue capturado; los romanos lo crucificaron en el año 47 a.C.
Naruto retrocedió al escucharlo. Con una mirada apesadumbrada y jugueteando con el anillo, dijo:
–Ese hombre era, sin duda, uno de los mejores guerreros que jamás han existido. Amaba la lucha como ningún otro que haya conocido –movió la cabeza–. Recuerdo que una vez Kyrian condujo su carro hasta atravesar una barrera de escudos, rompiendo los cuellos de los soldados romanos y permitiendo que sus hombres los derrotaran con tan sólo un puñado de bajas –frunció el ceño–. No puedo creer que lo capturaran.
Ben encogió los hombros con un gesto indiferente.
–Bueno, una vez desaparecido Naruto, Kyrian era el único general macedonio digno de dirigir un ejército; por eso los romanos fueron tras él con todo lo que tenían.
–¿Qué le sucedió a Naruto? –preguntó Hinata, intrigada por lo que los historiadores opinaban del tema.
Naruto la miró furioso.
–Nadie lo sabe –le respondió Ben–. Es uno de los grandes misterios del mundo antiguo. Aquí tenemos a un general al que nadie puede derrotar en el campo de batalla y, de repente ¡puf! Desaparece sin dejar rastro –tamborileó con un dedo sobre la mesa de Sakura–. La última vez que se le vio fue en la batalla de Conjara. En un brillante movimiento táctico, engañó a Livio, que perdió su, hasta entonces, inexpugnable posición. Fue una de las mayores derrotas en la historia del Imperio Romano.
–¿Y a quién le importa? –se quejó Naruto.
Ben ignoró la interrupción.
–Tras la batalla, se supone que Naruto mandó decir a Escipión el Joven que le perseguiría, en venganza por la derrota que acababa de infligirle al ejército macedonio. Aterrorizado, Escipión abandonó su carrera militar en Macedonia y se marchó como voluntario a la Península Ibérica, para seguir luchando allí –el profesor agitó la cabeza–. Pero antes de que Naruto pudiese llevar a cabo la amenaza, se desvaneció. Encontraron a toda su familia asesinada en su propio hogar. Y ahí es donde la cosa se pone interesante –miró entonces a Sakura. Los escritos macedonios que han llegado hasta nuestros días, afirman que Livio lo hirió de muerte durante la batalla, y que en mitad de un increíble dolor, regresó cabalgando a casa para asesinar a su familia y evitar, de este modo, que su enemigo los tomara como esclavos. Los textos romanos aseguran que Escipión envió a varios de sus soldados, que atacaron a Naruto en mitad de la noche. Supuestamente, lo mataron junto al resto de su familia, lo descuartizaron y ocultaron los pedazos de su cuerpo.
Naruto resopló ante la idea.
–Escipión era un cobarde y un fanfarrón. Jamás se habría atrevido a atacarm…
–¡Bueno! –exclamó Hinata, interrumpiendo a Naruto antes de que se delatase–. Hace un tiempo espléndido, ¿verdad?
–Escipión no era ningún cobarde –le respondió Ben–. Nadie puede discutir sus éxitos en la Península Ibérica.
Hinata vio como el odio se reflejaba en los ojos de Naruto.
Pero Ben no pareció notarlo.
–Joven, el valor de ese anillo que lleva es incalculable. Me encantaría saber cómo puede conseguirse algo así. Y a ese respecto, mataría por saber qué le ocurrió a su dueño original.
Hinata miró incómoda a Sakura.
Naruto hizo una mueca sarcástica a Ben.
–Naruto de Macedonia desató la ira de los dioses y fue castigado por su arrogancia.
–Supongo que esa podría ser otra explicación –en ese momento, sonó la alarma de su reloj–. ¡Joder! Tengo que recoger a mi esposa.
Se puso en pie y le ofreció la mano a Naruto.
–No nos han presentado adecuadamente. Soy Ben Lewis.
–Naruto –le contestó, aceptando el saludo.
El doctor Lewis se rió. Hasta que se dio cuenta que Naruto no bromeaba.
–¿En serio?
–Me pusieron el nombre de su general macedonio, se podría decir.
–Su padre debe haber sido como el mío. Dos amantes de todo lo griego.
–En realidad, en mi caso su lealtad iba para Esparta.
Ben se rió con más ganas. Echó una mirada rápida a Sakura.
–¿Por qué no lo traes a la próxima reunión del Sócrates? Me encantaría que los chicos lo conocieran. No es muy frecuente encontrar a alguien que conoce la historia griega tan profundamente como yo.
Dicho esto, volvió a dirigirse a Naruto.
–Ha sido un placer. ¡Nos vemos! –le dijo a Sakura.
–Bueno –comenzó a decir Sakura una vez que Ben hubo desaparecido entre el gentío–, amigo mío, has logrado lo imposible. Acabas de dejar impresionado a uno de los investigadores de la Antigua Grecia más importantes de este país.
Naruto no pareció impresionarse demasiado, pero Hinata sí lo hizo.
–Lanie, ¿crees que es posible que Naruto pueda trabajar como profesor en la facultad una vez acabemos con la maldición? Estaba pensando que pod…
–No, Hinata –la interrumpió él.
–¿Que no qué? Vas a necesitar…
–No voy a quedarme aquí.
La mirada fría y vacía que tenía en aquel momento era la misma con la que la había mirado la noche en que lo convocaron. Y a Hinata la partió en dos.
–¿Qué quieres decir? –inquirió ella.
El desvió la mirada.
–Atenea me ha hecho una oferta para devolverme a casa. Una vez rompamos la maldición, me enviará de nuevo a Macedonia.
Hinata se esforzó por seguir respirando.
–Entiendo –dijo, aunque se estaba muriendo por dentro–. Usarás mi cuerpo y después te irás. –Y siguió con un nudo en la garganta: – Al menos no tendré que pedir a Sakura que me lleve a casa después.
Naruto retrocedió como si lo hubiese abofeteado.
–¿Qué quieres de mí, Hinata? ¿Por qué ibas a querer que me quedara aquí?
Ella no conocía la respuesta. Lo único que sabía era que no quería que se marchara. Quería que se quedara.
Pero no en contra de su voluntad.
–Te voy a decir algo –le dijo. Comenzaba a enfadarse ante la idea de que él desapareciera–; no quiero que te quedes. De hecho, se me está ocurriendo una cosa, ¿qué tal si te vas a casa de Sakura por unos días? –y entonces miró a su amiga–, ¿te importaría?
Sakura abría y cerraba la boca como un pez luchando por respirar. Naruto alargó un brazo hacia Hinata.
–Hinata…
–No me toques –le advirtió apartando su propio brazo–. Me das asco.
–¡Hinata! –exclamó Sakura–. No puedo creer que tú…
–No importa –dijo Naruto con voz fría y carente de emoción–. Al menos no me ha escupido a la cara con su último aliento.
Lo había herido. Hinata podía verlo en sus ojos; pero ella también se sentía muy herida. Terriblemente herida.
–Hasta luego –le dijo a Sakura y se marchó, dejando allí a Naruto.
Sakura dejó escapar el aire lentamente mientras observaba a Naruto, que contemplaba cómo Hinata se alejaba de ellos. Su cuerpo estaba totalmente rígido y tenía un tic en la mandíbula.
–Donde pone el ojo, pone la bala. Un golpe directo al corazón. Una herida en carne viva.
Naruto la dejó clavada con una mirada francamente hostil.
–Dime, Oráculo. ¿Cuáles deberían haber sido mis palabras?
Sakura barajó sus cartas.
–No lo sé –le contestó melancólicamente–. Imagino que no te habría ido tan mal si hubieses sido honesto.
Naruto se frotó los ojos y se sentó en la silla, frente a Sakura. No había tenido intención de herir a Hinata.
Y jamás podría olvidar esa mirada, mientras le escupía las horribles palabras: «No me toques. Me das asco.»
Se esforzó por seguir respirando, aguantando la agonía. Las Parcas seguían burlándose de él.
Debían tener un día aburrido en el Olimpo.
–¿Quieres que te lea las cartas? –le preguntó Sakura, devolviéndolo al presente.
–Claro, ¿por qué no? –contestó. No iba a decirle nada que no supiera ya.
–¿Qué quieres saber?
–¿Alguna vez…? –se detuvo antes de formular la misma pregunta que hiciera, siglos atrás, al Oráculo de Delfos– ¿…conseguiré romper la maldición? –preguntó en voz baja.
Sakura barajó las cartas, y sacó tres de ella. Abrió unos ojos como platos.
Naruto no necesitaba que las interpretara. Ya lo veía por sí mismo: una torre destrozada por un rayo, un corazón atravesado por tres espadas, y dos personas encadenadas y arrastradas por un demonio.
–No pasa nada –le dijo a Sakura–. Jamás he pensado que pudiese salir bien.
–Eso no es lo que nos dicen las cartas –susurró–. Pero tienes toda una batalla por delante.
Naruto soltó una amarga carcajada.
–Manejo bien las batallas –era el dolor que sentía en el corazón lo que iba a acabar con él.
Hinata se limpió las lágrimas de la cara mientras entraba en el camino de acceso al jardín. Apretó los dientes al bajarse del coche, y cerró la puerta con un fuerte golpe.
Al infierno con Naruto. Podía quedarse atrapado en el libro para toda la eternidad. Ella no era un trozo de carne a su entera disposición.
¿Cómo pod…?
Buscó en el bolsillo las llaves de la entrada.
–¿Y cómo no iba a hacerlo? –murmuró. Sacó la llave y abrió la puerta.
La ira la consumía. Estaba siendo irrazonable, y lo sabía. Naruto no tenía la culpa de que Kiba hubiese sido un cerdo egoísta. Como tampoco era culpable de que ella temiese ser utilizada.
Estaba culpando a Naruto por algo en lo que no había participado, pero aún así…
Sólo quería a alguien que la amara. Que alguien quisiera quedarse a su lado.
Y había esperado que al ayudar a Naruto se quedara cerca y…
Cerró la puerta y meneó la cabeza. Por mucho que deseara que las cosas fuesen distintas, nada iba a cambiar, puesto que no estaba escrito que fuesen de otro modo. Había escuchado lo que Ben contó acerca de la vida de Naruto. La historia que el mismo Naruto contó a los niños sobre la batalla.
Recordaba el modo en que había cruzado la calle como una exhalación para salvar al niño.
Él había nacido para liderar un ejército. No pertenecía a esta época. Pertenecía a su mundo antiguo.
Era muy egoísta por su parte intentar mantenerlo a su lado, como si fuese una mascota que acabase de rescatar.
Subió las escaleras penosamente, con el corazón destrozado. Tendría que alejarse de él. Era todo lo que podía hacer. Porque, en el fondo, sabía que cuanto más supiese acerca de Naruto, más cariño le cogería. Y si él no tenía intención de quedarse, acabaría muy herida.
Había subido la mitad de la escalera, cuando alguien llamó a la puerta principal. Por un instante, se le levantó el ánimo al pensar que podía ser Naruto; hasta que llegó a la puerta y vio la silueta de un hombre bajito esperando en el porche.
Entreabrió la puerta y emitió un jadeo.
Era Rodney Carmichael.
Llevaba un traje marrón oscuro, con una camisa amarilla y corbata roja. Se había peinado hacia atrás el pelo corto y negro, y le dedicaba una radiante sonrisa.
–¡Hola Hinata!
–Señor Carmichael –lo saludó glacialmente, aunque el corazón le latía a toda prisa. Había algo definitivamente espeluznante en este tipejo delgado–. ¿Qué está haciendo aquí?
–Pasaba por aquí y me detuve para saludar. Se me ocurrió que pod…
–Tiene que marcharse.
Él frunció el ceño.
–¿Por qué? Sólo quiero hablar contigo.
–Porque no atiendo a mis pacientes en casa.
–Vale, pero yo no soy…
–Señor Carmichael –le dijo con brusquedad–. Tiene que marcharse. Si no lo hace, llamaré a la policía.
Sin hacer mucho caso a la ira de Hinata, asintió con la cabeza, demostrando tener la paciencia de un santo.
–¡Vaya! Entonces debes estar ocupada. Puedo pasar por aquí más tarde. Yo también tengo mucho que hacer. ¿Vengo luego entonces? Podemos cenar juntos.
Totalmente muda de asombro, Hinata lo miró fijamente a los ojos.
–No.
Él sonrió ante la negativa.
–Vamos, Hinata. No seas así. Sabes que estamos hechos el uno para el otro. Si me dejas…
–¡Márchese!
–Muy bien; pero volveré. Tenemos mucho de qué hablar –se dio la vuelta y bajó la escaleras del porche.
Con el corazón martilleando en el pecho, ella cerró la puerta y echó el seguro.
–Voy a matarte, Luanne –dijo mientras se dirigía a la cocina. Al pasar por la salita de estar, una sombra en la ventana llamó su atención.
Era Rodney.
Aterrada, cogió el teléfono y llamó a la policía.
Tardaron casi una hora en llegar. Rodney permaneció en el jardín todo el tiempo, de ventana en ventana, observándola a través de las rendijas de las persianas. Hasta que no vio que el coche de policía subía por el camino de entrada no desapareció por el patio trasero.
Hinata tomó una profunda bocanada de aire para calmar sus nervios y abrió la puerta para que pasaran los agentes.
Se quedaron el tiempo suficiente para informarle de que no podían hacer nada para mantener a Rodney alejado de ella. Lo mejor que podía hacer era conseguir una orden de alejamiento, pero puesto que era ella la que debía encargarse del tratamiento de Rodney hasta que Luanne regresara, era algo totalmente inútil.
–Lo siento –se disculpó el policía en la puerta, mientras los acompañaba–, pero no ha incumplido ninguna ley que nos permita ayudarle a librarse de él. Podría solicitar una orden de detención por allanamiento, pero a menos que tenga antecedentes no servirá de nada.
El agente, un hombre joven, la miró compasivo.
–Sé que no le va a servir de mucho consuelo, pero podemos intentar patrullar la zona con más frecuencia. Aunque el verano es una época especialmente ajetreada para nosotros. A modo personal, le aconsejo que se marche a casa de un amigo durante un tiempo.
–De acuerdo, muchas gracias –tan pronto como se marcharon, corrió por toda la casa, asegurando puertas y ventanas con los cerrojos y pestillos.
Intranquila, lanzaba miradas en torno a su propio hogar, esperando ver a Rodney entrar a través de un agujero en la pared, como si se tratara de una cucaracha.
Si tan sólo supiera realmente si el tipo era o no peligroso… Su informe del hospital psiquiátrico mencionaba un comportamiento desviado y persecutorio hacia mujeres, a las que acosaba pero jamás hería físicamente. Se limitaba a aterrorizar a sus víctimas imponiéndoles su presencia continuamente, por lo cual había sido enviado al hospital para comenzar a tratarlo.
Como psicóloga, Hinata sabía que no había nada especialmente peligroso en Rodney, pero como mujer estaba asustada.
Lo último que quería era acabar como una estadística más.
No, no podía quedarse allí esperando que el tipo regresara y la encontrara sola.
Se apresuró a subir las escaleras para hacer el equipaje.
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Hola, eeeh bueno creo que esta vez me tarde mas de lo devido...
Gomene .
Bay bay
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