Promesa {Drabble/Viñeta}

Juntas las piernas y las abrazas contra tu cuerpo, las lágrimas recorren tu rostro y aunque siempre has pensado que los niños no lloran esta vez no te importa aquello y lo haces. Porque puedes. Porque quieres.

Estás en el funeral de tus padres, muertos, los dos. Te lo ha contando aquel señor de cabellos blancos que dijo haber sido amigo de tu padre; y cuando te lo mencionó, sentiste que algo se te rompía dentro. El corazón, el cerebro, no sabías pero te dolía de una manera espantosa.

Sigues llorando, estás en el velatorio, vistiendo ropas negras y con tu cabello bien peinado por primera vez. La gente a tu alrededor también viste de colores oscuros, algunos lloran y otros simplemente se limitan a callar.

Está nublado. Y sabes que en la noche caerán truenos y rayos, y eso te hace llorar más porque ahora ya no tendrás a tu madre acurrucándote. Nunca más, ya no.

Entonces, sientes que alguien se sienta a tu lado. Sientes la mirada de alguien y eso te hace alzar la cabeza. Es ahí cuando te topas con los ojos más verdes que has visto en tu vida, una mirada de curiosidad. La pequeña tiene su corto cabello rosa con un lazo negro adornando todo, su vestido es negro también y trae consigo un osito.

La miras otra vez a los ojos y notas otra vez ese brillo, justo ahí, haciéndote una pregunta muda. ‘¿Porqué lloras?’ esa es la pregunta que te hace. Lo sabes, lo presientes. No contestas y vuelves a tu posición inicial. Ignorándola.

—No deberías estar llorando —su voz es aguda y por alguna razón está hablando en susurros. Caes en la cuenta de que no ha preguntado nada y lo que dice te molesta.

—Puedo hacer lo que quiera —contestas enojado. ¿Quién se creía que era ella? Era normal que lloraras. Era normal que estuvieras enojado y triste por sus padres. Era, simple y sencillamente, normal.

—Lo sé. Pero estoy segura que ellos no se sentirán bien cuando te vean llorar —susurró. La miras interrogante porque no sabes a lo que se refiere—. Mamá dice que los que queremos no nos dejan. Así que ellos no deben verte llorar.

Tienes nueve años, y calculas que la niña también. Te sorprendes que diga algo como ello y que no halla callado cuando le contestaste molesto.
Entonces ella voltea con una sonrisa en el rostro. Es una sonrisa sincera y tú no puedes devolvérsela porque sigues perdido y sorprendido.

—Toma. Se llama Teddy, él siempre me ha acompañado en las noches feas —te está entregando el oso. Aquel oso marrón al cual le falta un ojo. Lo recibes y lo examinas un poco. Y ella continúa, con sus susurros—. Tendrás que devolvérmelo algún día, cuando seamos grandes y sientas que ya no lo necesitas ¿de acuerdo?
La miras y por primera vez te sonrojas —De acuerdo.

—Está bien. Adiós —se despide y se acerca a tu rostro. ¡Te ha besado! ¡Una chica te ha besado!

Te olvidas por un momento de todo y sabes que ya es encontrado a alguien grande para ti. Una chica muy linda te ha besado y decides que te gusta. Entonces recuerdas que no te ha dicho su nombre y tú tampoco el tuyo.

La buscas con la mirada y vez que ella está subiendo a un auto con una mujer, quien supones es su madre. Sueltas un suspiro y aprietas el oso contra tu pecho. Prometes que lo guardarás porque ahora tienes alguien quien te acurruque en las noches frías. Prometes también, encontrar a la niña.

Se lo prometes. A ella, a ti, a todos. Se lo prometes porque ella te ha salvado, te ha ayudado y te ha besado. Se lo prometes porque te gusta. Se lo prometes porque sí, porque la quieres volver a ver.

A pesar de que eres un niño, descubres un nuevo significado: ella es promesa.