[ V o t a c i o n e s ] ~ Concurso Literario: "Change For Personality"

Ella volvía nuevamente del trabajo, abrió las enormes puertas de la gran mansión en la que ahora vivía; no le era muy cómo aquel lugar, pero como había sido la petición de Mukuro-sama no podía negarse. Ingresó al interior cuando vio que dos personas se acercaban corriendo.
-Ken, Chikusa – su suave voz resonó.
-Tenemos que escondernos – dijo asustado el rubio. La pequeña Chrome lo miró dudosa.
-Hay un problema con Mukuro-san – Chikusa se ajustó los lentes, la peli liliácea se preocupó.
-¿Q-que le ocurrió a Mukuro-sama? – preguntó. De repente sintió como alguien la tomaba de la cintura, volteó el rostro y se topó con la de Mukuro, un gran sonrojo se presentó en su rostro.
-Chrome – exclamó el pelos de piña –deberíamos divertirnos – dijo. El estaba extraño bastante más activo que siempre.
-Mu-Mukuro-sama, le pasa algo – pregunto sonrojada.
-Claro que no – dijo e inesperadamente se agarro de la pequeña y suave mano de la muchacha y la llevó hasta el garaje, la subió a su bello Audi a7 negro y emprendió un viaje hacia el parque de atracciones de la ciudad.
-Mukuro-sama – decía la frágil Chrome con suave voz, mientras era jalada por el chico –cre-creo que tenemos que ir al hospital – dijo.
-¿Por qué… – preguntó –te sientes mal? – la miró como inspeccionándola, cosa que hizo que se sonrojase. Ella negó, el suspiró aliviado y continuó con aquel paseo. Habían recorrido todo el lugar, habían subido a todas las atracciones, jugado cada juego y ganando cada premio que había allí.
La tarde llegó rápido, y el sol se empezaba aponer; en aquella mansión reinaba de nuevo la tranquilidad.
Ken y Chikusa estaban parados frente a un gran sofá blanco. –Creo que no debimos dejar que el jefe comiera todo ese chocolate – se acomodaba el lente Chikusa.
-Si hubiéramos sabido que se pondría así de hiperactivo habríamos escondido todos los dulces y chocolate el chocolate – una gota resbaló por la nuca de Ken –Será mejor que vayamos a preparar algo para la cena, que de seguro el jefe despertará con hambre – se dio la vuelta y se dirigió a la cocina.
Chikusa se quedó mirando, en aquel sofá estaban Chrome y Mukuro, él abrazándola de la cintura y ella sonrojada, los dos durmiendo plácida y tranquilamente. El chico se dirigió hacia donde su amigo y dejó descansar a la pareja.
Ahora ya sabían que no debían dejar ningún dulce y mucho menos chocolate al alcance de su jefe.

Se mordió su labio inferior con impaciencia e indecisión y giró sobre sus talones. Rodó sus ojos frenéticamente hacia la mesita de luz que tenía en su habitación y se quedó contemplándola durante largos segundos, debatiéndose si debía o no avanzar hasta allí y tomar aquel libro que yacía allí, sobre la madera raída y descuidada junto a una lámpara que poca luz emitía.

Chrome negó seguidamente con la cabeza cerrando los ojos y volvió a alzar la cabeza, decidida a dejarse llevar por sus impulsos. Porque sí, joder, era necesario para satisfacer sus ganas de sostener aquel libro fino entre sus brazos y apretarlo contra su pecho. La necesidad de hacerlo le ahondaba en el pecho y le producía un escozor de ansiedad incómodo en el centro de su estómago.

Aspiró una bocanada de aire y se deslizó hacia el otro lado de la habitación apresurada, colocándose frente a la mesa de madera pequeña. Contempló con ojos amplios y analizó la tapa del libro, forrada en una tela afelpada púrpura. Su libro. El libro que más apreciaba, el que hizo con sus propias manos y que adoraba.

‘No’. Se dijo a sí misma, recordando quizá que no debería ver aquél libro otra vez, la alteraba. ’Pero…..’ Sus impulsos le ganaron. Tomó con cuidado el libro acolchonado entre sus manos y deslizó hacia un lado la tapa, inmiscuyéndose en su contenido.
Sonrió con un toque de demencia.

Nadie debía saber qué contenía aquel libro, era incorrecto, era como su diario personal que atesoraba con cada gota de su vida. Incluso, podría herir por recuperarlo, estaba totalmente segura de que no tenía límites con respecto a aquél objeto.

Dokuro lo analiza una vez más y lo aprieta contra su pecho, sintiéndose totalmente feliz. Sus impulsos la han vencido, y su autocontrol se ha ido al demonio. Al tocarlo, siente que está húmedo. Y recuerda, esta vez, que el día anterior había estado lloviendo, y que aquél maldito lugar estaba lleno de goteras. Joder, efectivamente, el libro se le había empapado totalmente. Impulsos de asesinar a Ken o Chikusa la embargaron, por no reponer las pérdidas que tenían los techos de Kokuyo Land. No obstante, se relajó a sí misma –utilizando de su normalmente poco autocontrol- y respiró hondo un par de veces.

Mientras meditaba una opción de secar el libro sin que nadie lo descubra volvió a abrazarlo contra su pecho, dramatizando el agarre y rozándolo contra su mejilla. Como una maniática. Repentinamente, la puerta de su habitación se abre, y allí está Chikusa, observándola a través de sus lentes de pies a cabeza y llevando en sus manos un paquete de frituras y una soda. Chrome le frunce el ceño y Chikusa enarca una ceja, le arroja la comida chatarra a la cama y antes de irse susurra: “Ya se lo he dicho a Ken, esta niña no debería comer frituras todos los días. Ya ves, le está afectando a su cabeza”, en tono bajo y cierra la puerta de golpe. Chrome entrecerró los parpados sobre la puerta recién golpeada y deshizo el agarre a su libro. De pronto, el hambre la había embargado.

....

Ken observa a Chikusa volver de la habitación de la mocosa y muerde con ansias su dedo gordo, sentado en el sillón roñoso colocado en el centro que encerraban aquellas cuatro paredes de aquél lugar.
—Ken, ¿crees que Chrome tenga algún trastorno de bipolaridad?— Cuestionó como mal lleva al tiempo, con normalidad absoluta. Se dirigió al refrigerador pequeño y sacó una soda; el sonido de gas al abrirse la lata llegó a oídos de Ken.
—Supongo. — Respondió, encogiéndose de hombros. No dejó de morder su dedo y prosiguió: — La mocosa es extraña, ya sabes. ¿Por qué lo preguntas?
Chikusa no respondió. No quería hablarle del extraño actuar de Chrome, como una demente, una tímida demente.

....

Chrome se llevó una fritura a la boca y la masticó con rapidez. Luego, bebió un largo sorbo de soda. No importaba si Chikusa la hubiera visto así, tampoco si se lo contaba a Ken, puesto que a estas alturas del partido poco le importaba la opinión de los demás.
Suspiró.

Delineó con su dedo limpio el borde de una imagen medianamente grande de Mukuro pegada sobre una hoja y sonrió. Luego, se escuchó una loca carcajada desde donde estaban Chikusa y Ken.

No importaba, se dijo Chrome. Porque ella estaba loca. Loca por su libro, y por Mukuro-sama.