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Las suposiciones de Sai

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Mensaje por Sarae Sáb Feb 05, 2011 1:05 am

Bueno, este es un Oneshot chorra que se me ocurrió un día que estaba aburrida. Me ha costado bastante acabarlo y no sé si estará bien del todo, pero ya que lo he empezado y acabado, lo subo aunque no esté muy bien. Espero que os entretenga un ratito.

NaruSasu con insinuaciones SaiSaku.

Es shonen ai, si se puede llamar así.

Oneshot.

Los personajes que aparecen en este fic no me pertenecen. Son propiedad de su autor y creado Mashashi Kishimoto.





Las suposiciones de Sai



Sai se preguntó mentalmente si había sido el último en darse cuenta o, si en realidad, era el primero en percatarse y todos los demás estaban tan ciegos como para no ver lo que allí sucedía. Supuso que era imposible que los demás se mantuvieran callados porque fueran verdaderamente ignorantes, ya que si a él, que era incapaz de entender los sentimientos ajenos y propios, se le hacía tan descarado aquel hecho, era imposible que para los demás hubiera pasado desapercibido.

Empezó a pensar que algo extraño ocurría el día que Sasuke volvió a Konoha. No… lo había notado mucho antes, pero no le había prestado demasiada atención, pensando que las reacciones de Naruto eran las típicas de un chico celoso y sobreprotector que pretendía salvar a su mejor amigo de sus propias reacciones ante el asesinato de su familia, su búsqueda de poder y, ¿por qué no? de ese extraño hombre que rectaba por el suelo, tenía una lengua que podía alcanzar los cincuenta metros con facilidad y presumía de que pronto poseería el cuerpo de su Sasuke-kun. Sai pensó que si alguien amenazaba de igual manera a alguien cercano, él también reaccionaría así… o quizás no, porque él no tenía a nadie tan cercano salvo, tal vez, Naruto. Y no se imaginaba a sí mismo persiguiéndolo por medio mundo para salvarlo de su propia ambición de poder, luchando contra hombres serpientes con, seguramente, algún que otro trauma infantil; contra una secta que pretendía robar los espíritus demoníacos de nueve personas entre las que se encontraba él mismo, con la intención de resucitar un demonio todopoderoso que acabaría con todo lo que le rodeara para, al final, dejar el resto del mundo hecho pedacitos tras masacrarlo en manos de un dictador que, para colmo, era pariente de Sasuke.

¿Alguien sabía lo que eso quería decir? Ese tío no sólo era el malo malísimo, que daba la casualidad que siempre quería destruir y dominar el mundo, respectivamente. ¡Además de serlo, era pariente de Sasuke! Nadie sabía si se trataba de su abuelo, bisabuelo o su tatarabuelo, pero los genes de un Uchiha no se eliminaban de la sangre bebiendo un sorbo de café, como solía pasar con todas las borracheras. No, tampoco se desvanecían de un plumazo tomándote ciertas pastillas; la maldición de los Uchiha era para siempre y Naruto, eso no parecía tenerlo en cuenta.

Sai, como su nuevo mejor amigo, debía hacérselo entender lo antes posible antes de que cometiera una locura o, más locuras de las que ya había cometido. Porque él estaba seguro de que aquello no era buena idea, por mucho que ambos se compenetraran bien. Sí, ése era el problema y lo que le había hecho descubrir el pastel; la compenetración.

El día que Sasuke regresó a Konoha, fue devastador. La aldea fue invadida por cadáveres muy vivos y conocidos. Hubo reencuentros, lágrimas, muertes y más muertes de los ya muertos, más de lo que nunca había habido en Konoha. Bueno, era una guerra y los asesinatos eran de lo más comunes en las guerras.

Entonces, en medio de la confusión, él, Sakura y Kakashi corrieron en busca de Naruto al ver que, de repente, los cadáveres empezaban a desvanecerse como si estuvieran hechos de agua. Sakura y Kakashi se entretuvieron más atrás para acabar con la vida de un Kabuto moribundo que se revolvía en la arena del bosque. Sai siguió hacia delante y cuando llegó al claro donde había tenido lugar la batalla, se encontró con una escena extraña. ¿Cómo describirla?

Macabramente romántica estaría bien.

Madara yacía muerto a un lado del claro del bosque, con un kunai atravesándole el ojo izquierdo. A su lado, Naruto besaba a Sasuke, tumbado sobre el suelo ensangrentado con desesperación. Él los observó desde la copa de un árbol cercano, sin entender lo que allí ocurría. La sangre se la esperaba, igual que algún que otro cuerpo sin vida, pero una escenita medio porno, medio masoquista (porque Sasuke se encontraba en un estado deplorable y tener a Naruto encima besándole, sólo podía hacerle pensar en sadomasoquismo) no entraba en sus planes. Así que se quedó allí quieto hasta que aparecieron Sakura, Kakashi y el resto de la aldea casi por arte de magia.

Sai pensó que algo raro ocurría cuando vio que Naruto no dejaba de hacerle el boca a boca a Sasuke ni cuando apareció Tsunade y dijo, delante de toda Konoha, que el Uchiha no corría peligro. Se suponía que Naruto quería mucho a Sasuke ya que era su amigo, igual que él. Pero cuando Sai le proponía jugar con sus respectivas pistolitas en los baños termales, Naruto siempre se negaba y hasta le pegaba; igual que hizo cuando le dijo que le quería e intentó besarle después de leer aquel libro que aseguraba que, cuando los amigos estaban tristes, lo mejor era un abrazo, palabras cariñosas y roces de apoyo.

Sai se preguntó por qué a él no le había dejado besarle y por qué ponía tanto empeño en besar a Sasuke en ese momento, aunque se estuviera muriendo. Que él supiera, (y sabía mucho al ser entrenado como ninja del ambu raíz) el boca a boca no se hacía con la lengua.

Cuando Naruto pasó cinco días enteros en el hospital, con sus noches y sus horas de aseo personal, (apestaba a sudor y al ramen barato de la cafetería) para estar cerca del gravemente herido Sasuke, se lo preguntó. Y el rubio titubeó hasta que el color de su piel pudo compararse con el color de una guindilla. Titubeó tanto, que ni siquiera le dijo la respuesta y justo en ese instante, Sasuke despertó de su coma inducido y Naruto tuvo que irse.

Sai se quedó con la duda.

Días más tarde, Sai se enteró de que Sasuke había sido sentenciado a una libertad condicional y arresto domiciliario en los dominios de su clan, desiertos, alejados de todos y todo y casi malditos. Naruto debía vigilar que nada malo le ocurriese mientras se recuperaba, ya que había mucho aldeano con rencores correteando cerca. Un día, Sai decidió ir a verles con Sakura y, juntos, se dirigieron a los extensos dominios del clan Uchiha que ahora, sólo pertenecían a Sasuke. Era un lugar deshabitado, con amplios terrenos, tierras fértiles y decenas de casas completamente abandonadas. Nadie entraba allí desde hacía años, creyendo que el lugar estaba encantado y maldito debido a la matanza que había tenido lugar años atrás.

Que los dominios de Sasuke estuvieran prácticamente abandonados salvo por ellos dos, explicaba que Sakura y Sai se hubieran encontrado a Naruto, tal y como vino al mundo, paseando a sus anchas por allí.

Naruto se lo había explicado pacientemente con un ligero rubor en las mejillas; Siempre he querido saber lo que se siente al pasear desnudo por la calle, dattebayo. Les había dicho y Sai quizás fuera desconfiado, pero no se creía que ese fuera el único motivo porque el que iba en pelotas por la calle. La furia asesina de Sasuke, el cual con un brazo roto, una rodilla fracturada, medio pulmón menos y un ojo en proceso de curación, se dedicaba a quemar con su propio Katon cada prenda del rubio en medio del jardín, le hizo sospechar. Algo había ocurrido esa noche entre ellos dos, aunque Sai ignoraba el qué. Descubrir un solo futón para los dos en una única habitación agudizó su instinto y, más aún, ver los bóxers de Naruto entre la ropa de Sasuke escondidos en el armario a presión.

Sai ignoró aquello. Necesitaba más señales.

Kakashi siempre le había dicho que Naruto y Sasuke, a pesar de sus diferencias, se compenetraban a la perfección, como si fueran un mismo ser. Prácticamente eran capaces de leerse el pensamiento con cada golpe, murmullo o una simple mirada.

Sai lo reconocía; tenían una coordinación perfecta. Y eso le molestaba.

La coordinación en combate era una cosa; Sasuke y Naruto se habían vuelto tan increíblemente fuertes que los demás sobraban a su alrededor, molestaban. Eso estaba bien. El problema venía en el ámbito más personal. Sai recordaba muy bien la última cena que había tenido el equipo siete junto a sus otros camaradas. Sasuke ya no era un miembro del equipo siete; de hecho, no era ni siquiera un aldeano de Konoha, pues se negaba en rotundo a vivir en la aldea, a aceptar el dinero de las misiones que tuvieran que ver con ella y tampoco compraba absolutamente nada en ella. Parecía que vivía del aire. Así que, como no pertenecía al equipo, no había asistido a la cita. Eso había incomodado a Naruto tanto, que se había pasado media noche callado y la otra media noche, borracho como una cuba por el sake.

Sasuke esto… Sasuke lo otro… tengo que ver a Sasuke… Sasuke me ha pedido que me vaya a vivir con él definitivamente… No había parado de decir una y otra vez, hasta hartarlos a todos. Sakura hasta le había pegado, cabreado por tanto Sasuke. ¡Precisamente ella!

Finalmente, había sido arrastrado por Sai hasta su casa y, de ella, hasta la casa de Sasuke. Sai había aprovechado ese momento de debilidad para hacerle preguntas comprometidas, como por qué preguntaba tanto por su amigo. Naruto había respondido entre gritos:

—¡Porque no puedo quitármelo de la cabeza ttebayoo! Está ahí, en mi cerebro… ¡hip! ¡Dando por el culo! Hip…¡hip…! Yo le quiero… ¡hip! Mucho… ¡Pero no puedo más, necesito una respuesta!

—Respuesta ¿a qué? —le preguntó Sai y Naruto lo miró con ojos asesinos y rojo por el sake.

—Necesito verle —había dicho, y sin más, borracho y vomitando por el camino, había salido de casa montado a caballito sobre su amigo hacia la casa del bastardo Uchiha, como él mismo lo describía. Por el camino, no hacía más que gritar que él también era un hombre, que tenía sentimientos y mucha necesidad de cariño. Cuando llegaron a los dominios del clan y atravesaron aquellas tétricas mansiones abandonadas, llegaron a la casa del propietario de todo aquel terreno, por fin, y Naruto aporreó la puerta hasta que las bisagras chirriaron.

Sasuke, con muy mala cara y el sharingan supremo refulgiendo en sus ojos con todo su esplendor, abrió la puerta.

—Sasuke —dijo Naruto, antes de que el Uchiha pudiera decir nada— ¡Necesito una respuesta! —él se quedó callado, observando cómo Naruto se explicaba con hipidos y bamboleos de forma ininteligible.

—¿Estás borracho?

—Yo creo que sólo está alegre —dijo Sai y Sasuke arrugó la nariz.

—¡Necesito una respuesta, Sasuke! —Naruto hizo amago de entrar en su casa, pero el Uchiha se interpuso en su camino.

—En mi casa no entran borrachos y mucho menos, si son borrachos de Konoha.

—No seas cruel… —empezó a lloriquear Naruto; sí, lloriquear. La borrachera le estaba jugando malas pasadas— ¡Llevo noches enteras pensando en lo nuestro, sin pegar ojo, con Kyubi como consejero sentimental y mi mano derecha como consejero sexual! ¿Y sabes qué? Kyubi es un mal consejero. ¡Él sabe que no te gustan las esposas, pero insiste en que compre unas! ¿Qué hago? ¿Las compro? ¿No las compro? ¿Le pido un bozal a Kiba? Kyubi dice que esas cosas le gustan a cualquier Uchiha.

—¿Y tú para qué hablas con el zorro? —preguntó Sasuke, en tono bajo y siseante, como si intentara disimular el estridente ruido de Naruto para que sus inexistentes vecinos no los oyeran. Sai pensó que los dominios del clan Uchiha eran ideales para dos amantes muy ruidosos. Nadie, salvo los cadáveres enterrados de los familiares de Sasuke, les oirían intimar.

—Naruto… lárgate de mi propiedad. —ordenó el moreno y el rubio se sorbió la nariz sonoramente y dio media vuelta.

—¡Vale, y no pienso volver! —gritó— ¡Y tampoco compraré las esposas!

—¡No quiero unas malditas esposas! —Sai observó el cuerpo del Uchiha, ataviado con un yukata masculino para mayor comodidad, temblando de rabia. Detectó que ocurría algo más de lo que decían al ver a Sasuke tan irritado. Después de tres años entrenando sin descanso para obtener un autocontrol sobrenatural sobre sus sentimientos, que Sasuke se dejara llevar con tanta facilidad por Naruto le sorprendía.

Además, lo de las esposas no sonaba muy bien.

—Naruto… —lo llamó Sai, al verlo corretear y tropezar numerosas veces. Pero el rubio no lo escuchó.

—¡Naruto! ¿A dónde vas? —vociferó Sasuke, sin moverse un ápice de la puerta de la mansión.

—¡A mi casa! —le gritó.

—¡Tú vives aquí, baka!

—¡Ya no! —y una vez más, tras levantarse de un traspié que lo hizo caer al suelo de boca, salió corriendo llorando a lágrima viva con gesto dramático.

Sai observó la escena y luego alzó la mirada hasta Sasuke.

—¿Quieres que te consiga yo las esposas? Los mejores amigos de los mejores amigos tienen que ayudarse mutuamente —Sasuke gruñó y cerró la puerta de un portazo—. ¡Así no lograremos estrechar nuestra amistad, Sasuke-kun!

—¿Quieres amistad? ¡Haz que Naruto vuelva a casa! —le ordenó desde dentro. Sai apreció un fuerte tono de demanda, pero también algo de preocupación.

—Sasuke-kun… ¿para qué son las esposas?

—¡Y a mí qué me cuentas!

Y así, Sai, que por una parte odiaba a Sasuke y por otra, le caía muy bien, se puso en marcha en busca de Naruto… después de dormir un par de horas.

Otro motivo por el que Sai pensaba que algo raro ocurría, era el extraño comportamiento de Naruto cuando alguien se acercaba a Sasuke demasiado. Le parecía normal que se enfadara cuando un aldeano llamaba traidor al Uchiha por lo bajo (y a veces, por lo alto). Pero que mirara con expresión asesina a cualquier chico o chica que se le acercara por la calle (aunque fuera él mismo o Sakura) le parecía excesivo. Tampoco estaba bien hacer visible el chakra de Kyubi delante de los aldeanos por alguna que otra insinuación hacia su mejor amigo.

Naruto era muy descarado en esos temas. Sasuke, no tanto, pero sus genes Uchiha se encargaban de hacer que todo el mundo se enterara de lo poco que le agradaba que Naruto fuera el centro de atención.

Cuando una chica se acercaba a Naruto y le agradecía todo lo que había hecho por la aldea, Sasuke tensaba la espalda, agudizaba la mirada y caía en un repentino silencio. Ya se sabía que no era muy hablador, pero normalmente contestaba a las preguntas que su rubio amigo le hacía de vez en cuando. Sin embargo, si momentos antes Naruto había estado hablando con una chica y sonreía por ello, el rubio podía despedirse de la presencia del Uchiha en un visto y no visto, o ser testigo de su mal humor. Y sí… su mal carácter era mucho peor que el suyo.

Sai recordaba una vez: Naruto se entretenía en el Ichiraku ramen, comiendo como un puerco junto a él y Kakashi. Sasuke no comía, sólo observaba. Su aberración por las cosas de la aldea le hizo negar la invitación de su amigo para unos fideos instantáneos. El rubio encogió los hombros; no iba a permitir que eso le arruinara el almuerzo.

—Sigo pensando que el ramen no es tan saludable como las verduras. Una vez leí en un libro que la sopa caliente ralentiza el funcionamiento cerebral. —Comentaba Sai mientras observaba el naruto que había atrapado entre sus palillos.

—Tienes la prueba viviente de ello justo al lado —habló Sasuke por primera vez ese día, con toda la indiferencia del mundo y provocando que Naruto escupiera el montón de fideos que tenía en la boca sobre su propio plato.

—¡Oye, tú! ¿Es que quieres volver a las andadas o qué, dattebayoo?

—Límpiate la boca antes de hablar —se quejó Sasuke, limpiándose la mejilla con una mano. El rubio le había escupido sopa de ramen y, mosqueado, volvió a hundir la cabeza en su plato.

—El ramen puede dejar tonto a cualquiera, pero los tomates a ti te han hecho frígido, Sasuke. —Dijo, y siguió comiendo. Sasuke arrugó la frente, apenas inmutable.

—¿Frígido? ¿Eso crees? —Naruto y él se miraron de reojo, en silencio. Fue una mirada cómplice que sólo Sai pareció notar. Kakashi, con el plato de ramen frente a su cara tapada, les observó en silencio con un ojito feliz.

—La juventud de hoy en día… —murmuró—, No deberías ser tan severo, Sasuke. —El Uchiha ni siquiera le miró.

—Yo ya se lo he dicho muchas veces, Kakashi-sensei. Igual que le dije que la venganza era mala… pero ¿me hizo caso? No. ¿Me hizo caso cuando le dije que lo mejor era volver a la aldea?

—No he vuelto a la aldea. Vivo en mi territorio…

—¡No, no me hizo caso'ttebayoo!

—¿Me hiciste tú caso cuando te dije que usaras eso? —Naruto se atragantó con su propia saliva y los restos de los fideos. Empezó a darse golpes en el pecho y a tragar agua con insistencia para hacer remitir la comida. Sai le dio varios golpecitos en el hombro junto a Kakashi. Sasuke desvió la mirada con indiferencia, cruzándose de brazos—. No, no me hiciste caso. Así que no puedes culparme por llevarte un buen calambrazo por ello.

—¡Teme! —gritó Naruto, morado por el ahogo y ruborizado por algo más—. ¡No saques ese tema aquí!

—Bibiri-kun.

—¡Argggg! —gruñó el rubio, alzando las manos haciendo amago de estrangular a su amigo, pero una voz trémula y suave detuvo su avance.

—¿Naruto-kun? ¿Eres tú? —los cuatro se giraron, buscando a la propietaria de esa voz. Sai localizó a una chica alta, de pelo castaño corto y ojos oscuros con una cara bonita que realzaba su simpatía gracias a su sonrisa. Llevaba puesto un bonito vestido azul claro.

Se acercó a ellos (a Naruto) sonriente.

—Eres tú ¿verdad?

—Eh… pues…

—Llevo buscándote mucho tiempo, a ti ¡al héroe de la aldea! Le pregunté a los aldeanos cómo eras y dónde podía localizarte. Me dijeron que eras el chico alto, rubio y guapo que casi siempre iba a comer a Ichiraku Ramen. Eres tú ¿verdad? —Naruto se ruborizó al oír la palabra guapo y héroe. Tras unos segundos de incertidumbre se llevó una mano a la cabeza y estalló en carcajadas.

—¿El héroe de la aldea, guapo y rubio? ¡Ese soy yo sin duda, dattebayoo!

—¡Lo sabía! —se rió la chica, coqueta—. Es cierto que se te reconoce a distancia. ¡Tienes un porte taaan caballeroso!

—¿Caballeroso yo? —preguntó, con los ojos como platos, señalándose a sí mismo.

—Caballeroso, ¿él? —preguntaron Sasuke y Kakashi al unísono.

—Entonces, ¿eres el héroe Naruto, de verdad?

—Pues… ¡se podría decir que sí, claro! ¡Yo soy el héroe Naruto! —se rió.

—¡Qué bien! Por fin te he encontrado. Soy Midori-chan, ¡un placer conocerte, Naruto-sama! —dijo ella, a la vez que hacía una gran reverencia.

—¡No hace falta que me llames Naruto-sama, Midori-chan! —se ruborizó el susodicho.

—¡Tengo que hacerlo, Naruto-sama! Gracias a ti, mi pobre familia está sana y salva. ¡Tú salvaste la aldea, Naruto-sama! —repitió.

—N-no… ¡no es nada, mujer!

—¡Muchas gracias, Naruto-sama! ¡Muchas gracias! —Naruto no dijo nada más, con las mejillas ruborizadas por el espectáculo que estaba dando la chica y el concierto de inclinaciones que le estaba dedicando. Los aldeanos que pasaban por allí, imitaron a la chica y le dedicaron grandes inclinaciones cuando pasaron por su lado, sonriéndole y agradeciéndole la hazaña. Naruto estaba totalmente avergonzado, sin saber qué hacer.

—Vaya, vaya… así que vuelve a ocurrir, eh. —Sonrió el encargado de Ichiraku Ramen, observando la escena.

—Deberías aprovechar esta oportunidad, Naruto. No todos los días una aldea entera te alaba de esa manera —le aconsejó Kakashi.

—Según los libros que he leído, la ovación es uno de los procesos de la adoración —asintió Sai, un poco perdido entre tanto agradecimiento.

Fue entonces cuando se dio cuenta del ruido entre los chillidos del gentío. Sai giró la cabeza hacia Sasuke y lo observó detenidamente, convencido de que el ruido procedía de detrás de él. Se equivocó. La mano de Sasuke se cerraba sobre los palillos que Naruto había estado usando momentos antes para comer. El ruido de la madera astillándose procedía de su puño cerrado.

Entonces, Midori-chan se inclinó hacia delante y llevada por la histeria colectiva, le dedicó a Naruto un beso en la mejilla. El rubio se quedó en blanco, ruborizándose aún más. Sai oyó el crujido de la madera partirse en dos y el sonido de un tazón de ramen haciéndose añicos.

—Vaya, qué fácil es alabar a un héroe cuando ya ha aprendido a controlar a su demonio interior —entonces, Naruto dejó de sonreír. Los aldeanos repararon en Sasuke, que no se molestaba en dirigirles una sola mirada y la chica, Midori, frunció el ceño. El coro de aldeanos empezaron a disiparse tan pronto como habían llegado, refunfuñando y soltando insultos y horribles expresiones sobre el traidor de la aldea.

Sasuke los ignoró. Naruto no hizo lo mismo.

—Esto… perdónale, Midori-chan. Es un petardo amargado y frígido, ttebayoo. —bufó Naruto, dirigiéndole una mirada envenenada a Sasuke. Él desvió la mirada disimuladamente a otro lado, con mala cara.

—Sí, ya… hum… Naruto-sama, ¿él es Uchiha Sasuke? —preguntó la chica por lo bajo para que Sasuke no la oyera, cosa que no consiguió. Si algo destacaba a los ninjas era su fuerte sentido del oído.

Naruto alzó una ceja, extrañado por la pregunta.

—Pues… claro.

—Oí rumores de que estaba aquí, pero… ¿no es el traidor que se unió al enemigo e intentó destruir la aldea? ¿Qué hace aquí, contigo? —Naruto abrió la boca, sin saber qué responder exactamente. Sai y Kakashi, que también tenían un oído digno de envidiar, observaron a Sasuke de reojo. Él no parecía afectado por la pregunta.

Naruto también le dirigió una mirada encubierta, encontrándose con poco más que su espalda.

—Midori-chan, ¿podrías irte?

—¿Cómo?

—Es que… no me gustan las personas que hieren los sentimientos de mis amigos, ttebayoo. —La chica se ruborizó y, sin esperar una segunda advertencia, dio media vuelta y se fue.

Sai sabía que para Naruto, Sasuke era sagrado. Sabía que estaba dispuesto a dar cualquier cosa por él: su vida, su dignidad, sus amigos, su aldea… esas eran cosas insignificantes comparadas con las cosas que Sasuke parecía darle.

A Sai le hacía feliz ver a Naruto feliz, pero veía en silencio y con cierta indignación que Sasuke no le devolvía los favores a su amigo, con todo lo que él hacía por él.

Esa tarde, cuando Naruto defendió al moreno por onceaba vez esa semana, el susodicho le agradeció su intervención con un movimiento de cabeza y una caminata altanera hacia su casa, dejando al rubio solo en el restaurante de Ichiraku Ramen. Kakashi y él siguieron comiendo ramen como si nada hubiera pasado, aunque el ambiente se hubiera enrarecido.

—Sigo sin entender por qué le tienes tanta estima al Uchiha, Naruto-kun —se atrevió a decir Sai tras varios minutos de silencio.

—Tú no lo entiendes, Sai —gruñó él.

—¿Qué es lo que no entiendo? ¿Qué Sasuke no te ha dado las gracias ni una vez después de todo lo que has hecho por él, que es un egoísta al que le importa una mierda lo que tú sientas, que odia que seas el centro de atención? ¿Es eso?

—Sai… —entonces, Kakashi dio un golpecito en la mesa con su bol de ramen ya acabado. Con una sonrisa imperceptible tras la máscara, le dirigió una mirada amigable a Sai.

—Aunque te esfuerzas mucho en intentar entender las relaciones humanas, tengo que admitir que nunca podrás comprenderlas del todo, Sai. Así que no te metas en medio —Kakashi cambió su expresión por una más tosca y ruda mientras pagaba su pedido—, Sasuke le da las gracias a Naruto. Le agradece que le quiera y que le proteja, aunque lo hace a su manera. No puedes comprender la intimidad que ambos pueden llegar a alcanzar con una simple mirada. Las personas que captan eso, deben aprender a no entrometerse. —Naruto miró a Kakashi, sorprendido, igual que Sai.

El moreno pudo captar una sonrisa de agradecimiento en la cara de Naruto antes de que Kakashi desapareciera por donde había venido.

Sai no entendió a Kakashi aquella vez y no le entendería hasta mucho después, cuando pudo apreciar con sus propios ojos que el peliblanco tenía razón.

Todo empezó en una misión normal y corriente, salvando el hecho de que era una misión de rango S. Naruto, Sakura y Sai partieron rumbo hacia su enemigo con un Sasuke siguiendo sus pasos desde cerca, aunque lo suficientemente alejado como para evitar ser visto. Todos sabían que Sasuke iba a donde iba Naruto y rara vez participaba en una misión impuesta por la Hokage. ¿Por qué estaba en la aldea entonces? Era considerado uno de los ninjas más poderosos del mundo. Su nombre y su apodo, el Vengador Errante, habían pasado a la historia tras la última guerra, al igual que el nombre de Naruto, el Héroe Endemoniado. Todos sabían que Sasuke adoraba ser ninja, aunque se negara a ejercer como tal en la aldea de Konoha. ¿Por qué no se iba a otro lugar entonces? Porque estaba esperando.

Esperando para obedecer al Hokage adecuado, al único hombre de Konoha que obedecería ahora y siempre. Sasuke sólo lucharía por Konoha el día que Naruto se lo ordenara como sexto Hokage. Hasta entonces, se limitaba a seguirle desde las sombras para protegerle de toda amenaza ajena.

A veces, Naruto se irritaba por eso y gritaba a los cuatro vientos, "¡Sasuke, o sales o te vuelves a Konoha, pero deja de seguirnos como si fueras a tendernos una emboscada!". En esos casos, sólo obtenía silencio.

En una ocasión, cuando Sai descubrió que a Sasuke le importaba de verdad Naruto, ocurrió algo inesperado. En esa misión de rango S, como siempre, el Uchiha les seguía entre las sombras con tanto sigilo, que resultaba indetectable. Sin embargo, aquella vez, ellos pudieron sentirlo.

Más cerca de lo habitual, además.

Naruto se volvió hacia las sombras, un poco angustiado. Tenía la extraña sensación de que algo no iba bien.

—¿Sasuke? —preguntó— ¿Qué haces? —los tres ninjas notaron el movimiento de Sasuke en las cercanías, extraño, rápido y demasiado notorio. Ese no era para nada el estilo del Uchiha. Oyeron el repiqueteo de dos metales chocando entre sí y el refulgir del Chidori, demasiado cerca de ellos.

—Oh, venga ya. ¿Todavía sigues cabreado por lo de anoche? ¡Pues no me pienso disculpar, te…! —y, de repente, de entre las sombras y de manera inesperada, una katana que no era Kusanagi salió disparada hacia Naruto. Los tres se quedaron tan sorprendidos por ese repentino ataque, que no se movieron hasta que Naruto fue alcanzado por la espada. Esta parecía haber sido lanzada por una fuerza sobrenatural, pues le atravesó limpiamente el estómago sin darle tiempo para esquivarla.

El rubio cayó al suelo de rodillas, sintiendo el veneno carcomiéndole el vientre. Escupió sangre, flemas y pus antes de que Sakura corriera a ayudarle.

El enemigo era un descendiente de uno de los ninjas espadachines de la niebla. No tenían que haberle subestimado, pero lo hicieron y eso casi le cuesta la vida a Naruto. La herida del estómago cicatrizaría enseguida, pero no podía decir lo mismo del veneno, que le mataría indudablemente.

Sakura empezó a arrastrar a Naruto lejos del campo de batalla cuando el espadachín apareció entre los árboles. No duró ni unos segundos antes de empezar a arder entre llamas negras delante de la mirada atónita de Sai y, cuando se dio la vuelta dando por muerto al enemigo, Sasuke ya tenía a Naruto entre sus brazos.

Arrancarle la katana fue lo más fácil. Quitarle el veneno era otra cosa.

Sai podía recordar perfectamente la desesperación que apareció en el sharingan de Sasuke cuando lamió la sangre de la espada.

—Veneno de Hachimata, la serpiente legendaria —dictaminó.

—¡Oh, mierda! ¿Voy a morir a manos de una maldita serpiente? —gritó Naruto, dándole un toque de humor a la situación—. ¡Descarté esa posibilidad cuando Orochimaru la palmó, ttebayoo!

—¡No hables, baka! —le ordenó Sakura, mientras trabajaba en la herida, empezando a extraer el veneno rápidamente antes de intentar cerrarla.

Naruto miraba a Sasuke con una mueca de dolor mientras tanto.

—Deberías darte una vuelta, teme —le sugirió el rubio.

Sai se preguntó por qué cuando vio los nudillos blancos del Uchiha, la expresión descompuesta y los ojos brillantes por algo que no era el Sharingan. El pintor, a pesar de no haber llorado nunca, reconoció el amago de las lágrimas en el rostro de Sasuke y se quedó helado.

Un Uchiha nunca lloraba y, mucho menos, delante de personas ajenas a su clan.

—¿Puedes extraer el veneno, Sakura? —la pelirosa asintió.

—La mayor parte, aunque no puedo asegurar que algo no se haya colado. Es un veneno muy potente.

—Sólo… —murmuró Naruto, antes de encogerse de dolor— Hachimata tiene el antídoto. Sólo sus escamas, ttebayoo.

—¿Te quieres callar? —bramó Sakura.

—¿Te acuerdas de eso? —le preguntó Sasuke.

—Teme… recuerdo cada conversación que he tenido contigo. Podría decirte exactamente cómo amaestrar y… uh… cuáles son las propiedades del veneno de una serpiente… aunque no me gusten esos bichos.

—Acamparemos aquí —avisó Sakura, con dos burbujas de veneno flotando entre sus manos— ya está todo, el resto es cosa de Kyubi. Será mejor que os dejemos descansar.

Sai sabía que eso significaba que debía alejarse del grupo para buscar leña y comida sana para el herido. Las hierbas medicinales no eran necesarias para el rubio, que al día siguiente estaría como nuevo y sin cicatrices de ninguna clase.

—Voy a por comida y leña —avisó el pintor.

—Mejor no separarse demasiado. Iré contigo, Sai —avisó la pelirosa, levantándose de un salto.

—¿Y Naruto?

Los dos miraron al rubio, que con ayuda de Sasuke había conseguido apoyar la espalda en un árbol y los observaba con ojos entrecerrados.

—¿Sasuke?

—Id. Yo lo cuido.

Sakura había encontrado (más bien masacrado con sus puños) las finas ramas de varios árboles cercanos. Entre ella y Sai, consiguieron reunir rápidamente la comida y el material necesario para encender una hoguera.

Cuando ambos se reencontraron con el material reunido, iniciaron el viaje de regreso hacia el campamento no establecido en silencio.

Sai se moría de ganas de romper aquel incómodo momento. Siempre que se quedaba a solas con Sakura, se sentía vulnerable y débil, sin saber exactamente qué decir para no quedar como un idiota, porque desde luego no quería que ella pensara que lo era. No le importaba decir cosas sin sentido delante de Naruto, Sasuke o cualquier otra persona, pero delante de Sakura… simplemente, no quería darle una mala impresión a la chica o una peor de la que ya tenía sobre él.

Era lo que Kakashi-san llamaba vergüenza. Lo que Naruto o Sasuke no tenían.

Pero a Sai tampoco le gustaba quedarse en silencio. Se sentía estúpido.

—Sakura-san —la llamó. La pelirosa se giró con una ceja alzada, sin dejar de caminar con la leña entre las manos.

—¿Sí, Sai? —él se quedó mudo, sin saber qué decir. La mirada verdosa de Sakura le ponía nervioso… Sai nunca se ponía nervioso, salvo cuando Sasuke andaba cerca, enfadado.

—¿Estás… Naruto…? —fue lo único que supe decir.

—¿Naruto qué? —ahí descubrió un tema del que hablar largo y tendido con Sakura. Así mataría su curiosidad y entablaría una conversación con su compañera de equipo.

—Naruto está bien ¿verdad? —decidió empezar. Sakura sonrió.

—No te preocupes. Mañana estará como nuevo.

—Ah… —Sai se preguntó cómo seguir— ¿quieres que lleve yo la madera?

—No hace falta. Tú ya cargas con el jabalí.

—Sí, pero puedo con los dos. Las mujeres no pueden cargar cosas tan pesadas. Son más débiles que los hombres. —Sakura puso mala cara, como si estuviera enfadada. Sai temió haber dicho algo malo.

—No eres muy bueno con las chicas, eh.

—Creo que no. ¿Tú eres buena con los chicos? —Sakura se ruborizó de repente y le dirigió una mirada circunstancial.

—¿¡Qué quieres decir con eso!

—Sólo era una pregunta.

—¡Esas no son las preguntas que se le hacen a una señorita!

—Lo siento… —se disculpó él, al verla alzar el brazo dispuesta a pegarle un puñetazo—, la verdad es que quería hablarte sobre Naruto y Sasuke, pero no sabía cómo empezar.

—¿Sobre Naruto y Sasuke? —ella bajó el brazo, más relajada y con una ceja alzada. Siguió caminando—, ¿qué quieres saber? ¿Vas a quejarte de Sasuke-kun otra vez?

—No. Bueno… no lo sé. ¿Debería?

—No lo sé, Sai.

—Es que últimamente he notado cosas raras en ellos. Desde que volvió Sasuke-kun…

—No me digas… —bufó ella—. Como todos, supongo.

—¿Tú también te has dado cuenta? —Sakura entrecerró los ojos. Su cara se arrugó un poco y Sai pensó que algo le dolía—, ¿te han herido?

—No.

—Parece que estás a punto de llorar.

—A ver si aprendes a no decir cosas inoportunas, Sai.

—¿Inoportunas? —Sai pensó en sus amigos y también, en Sasuke-kun, que no era ni su amigo ni su enemigo. A veces le caía bien y otras veces quería matarlo y pensó que quizás, Sakura sentía algo parecido. Tal vez Sasuke le había hecho daño… otra vez—. ¿Sasuke te ha hecho daño? —le preguntó directamente, apretando los puños, sintiendo algo de rabia. Sakura negó con la cabeza.

—Sasuke-kun dejó de hacerme daño hace mucho tiempo.

—¿Entonces? ¿Naruto?

—No… y sí a la vez.

—No entiendo.

—Dices que has visto cosas raras en ellos ¿no? Pues yo también las he visto. He descubierto que… —Sakura bufó y se llevó una mano a los ojos, limpiándoselos con el puño—, al final me han dejado al margen, como siempre esperé que hicieran.

—¿Al margen? Creo que no lo entiendo, pero… ¿puedes dejar de llorar? Estás muy fea cuando lloras, Sakura —Sai dejó el jabalí muerto en el suelo y se acercó a su compañera para intentar animarla.

Cuando la abrazó, la leña cayó al suelo haciendo un sonoro ruido.

Sakura no correspondió el abrazo de Sai, pero no pudo evitar que las lágrimas salieran solas después de tanto contenerlas.

—¿Por qué soy tan egoísta, Sai? Yo… los quiero a los dos… pero ellos no me quieren a mí… —sollozó.

—Claro que te quieren, Sakura. Bueno… Sasuke no lo sé, pero Naruto te quiere un montón. Él está enamorado de ti…

—No, no lo está.

—Claro que lo está.

—No, ya no —replicó ella. Sai se separó de ella sin comprender. La agarró por los hombros y la miró a los ojos.

Sintió cosas raras en el estómago cuando Sakura lo miró con las lágrimas recorriendo sus mejillas.

—Él siempre ha ido detrás de Sasuke… no de mí.

Sai recordó la búsqueda desesperada de Naruto en pos de Sasuke. Su sacrificio, su amistad, el dolor que había sentido y el rechazo hacia su amiga cuando ella renunció a Sasuke.

Sai llegó a la conclusión de que Sakura tenía razón, aunque no entendía muy bien en qué.

Volvió a abrazar a Sakura durante un rato y ella le devolvió el abrazo esta vez. Sai sentía que le quemaba la piel que ella tocaba y también sentía la necesidad de abrazarla con mucha más fuerza, para protegerla del mundo exterior.

Pero Sakura se retiró antes de que él pudiera hacer nada de eso. Se limpió las lágrimas con una mano y le sonrió.

—Volvamos con ellos —Sai asintió con la cabeza y cuando ella emprendió la marcha, se le ocurrió una idea para consolarla.

—Sakura… —ella le sonrió otra vez, con falsedad. Pero a él no le importo—, yo voy detrás de ti ahora.

Por primera vez en mucho tiempo, Sai sonrió de verdad.

Cuando volvieron al campamento improvisado, Naruto estaba durmiendo con la cabeza echada sobre el regazo de Sasuke. El Uchiha le miraba fijamente y siguió haciéndolo aún cuando Sai y Sakura regresaron de la búsqueda.

—¿Le ha entrado fiebre? —le preguntó la kunoichi.

—No. La herida ya está cerrándose.

—Mañana podremos volver a paso normal. Tener a Kyubi es una gran ventaja para Naruto.

—Yo no lo llamaría ventaja.

Sasuke sólo tuvo que soplar, sin necesidad alguna de utilizar sellos. La hoguera prendió enseguida y los cuatro se relajaron cuando cayó la noche.

Eran ninjas, las sombras eran su terreno.

Naruto prefirió dormir antes que comer y cuando Sasuke le despertó ofreciéndole un plato de sopa de jabalí, el rubio se acurrucó aún más en su regazo, refunfuñando y tapándose con la capa oscura de su compañero hasta la frente.

El Uchiha puso los ojos en blanco.

—Mañana te tragarás la sopa antes de partir, y con intereses —le amenazó.

—Cascarrabias…

—Dobe…

—¡Abre más las piernas, que tengo frío, ttebayoo! —Naruto se pegó aún más a Sasuke, abrazándolo debajo de la capa. El moreno no se quejó y lo dejó ahí.

—Os habéis vuelto muy cercanos —comentó Sai entonces, haciendo la primera guardia. Sakura hacía rato que se había dormido cerca de la hoguera, medio extinta a esas horas de la noche.

—Hum…

—Sakura me dijo que antes os peleabais mucho —Sasuke se encogió de hombros—. Habéis cambiado entonces.

—La soledad es lo que tiene.

—La soledad…

Silencio.

—¿Le echaste de menos?

—No tengo por qué responder a eso.

—¿Te arrepientes de haberte ido?

—No.

—¿No? ¿Ni siquiera por tu hermano? —Sasuke no se movió de su sitio, sólo para no despertar a Naruto. Pero en modo de advertencia, activó su sharingan. Sai le sonrió falsamente.

—De acuerdo, de acuerdo. No preguntaré más sobre ese tema.

Nuevamente, sólo hubo silencio.

—No te lo mereces.

—No creo que nadie se lo merezca.

—Y tú menos que nadie.

—Es posible.

—¿No piensas a veces que… Naruto es demasiado bueno para ti?

—No.

—Eres un arrogante.

—Lo sé.

—¿No sientes nada al pensar en todo el daño que le has hecho?

Sasuke no contestó a esa pregunta.

—Creo que si yo fuera tú, tampoco sentiría gran cosa.

—No he dicho que no sienta nada.

—Pues lo parece.

—Sai…

—¿Qué?

—Me caes mal.

—Ah…

—Y el caer mal puede transformarse con mucha facilidad en odio… y ya sabes cómo de propenso soy al odio.

—Algo he oído.

Para tranquilidad de Sasuke, Sai dejó de hablar. Su mirada se desvió hacia Sakura, dormida cerca de él. El Uchiha notó algo en su manera de mirarla que le hizo pensar en Naruto.

El rubio se revolvió entre sus piernas pocos minutos después, buscando más calor. Jadeó un poco y abrazó su cintura, como solía hacer todas las noches en la cama. En su cama… la de ellos dos. Naruto babeaba mucho y a veces, roncaba un poco, pero Sasuke estaba tan acostumbrado a lo escandaloso que era durante el día, que tampoco le sorprendía que lo fuera durante la noche. No le costaba dormir con él al lado, ya que tenía un sueño muy profundo cuando estaba tranquilo y se sentía protegido.

La necesidad de despertarle solo para hacerle rabiar era enorme. A Sasuke le gustaría despertarle con un par de patadas y empujones para quitárselo de encima, como tenía que hacer todos los días. Un koala no tenía nada que ver con Naruto en su momento menos romántico.

El rubio, como siempre, se quejaría de su agresividad, intentaría abrazarlo un par de veces más y, al ver que Sasuke no se dejaba (muy pocas veces se dejaba atrapar), empezaría a vestirse entre bostezos. Desayunarían juntos, se pelearían un par de veces por el mando de la tele y también, por el ramen tan insano que Naruto también comía para desayunar. A veces, en la televisión aparecían algunas chicas despampanantes que atraían la atención del Uzumaki y, Sasuke, celoso (cosa que nunca reconocería) iniciaría una batalla en la que se rifaría el sofá. Como siempre, saldría ganando él, pero aunque Naruto se acostara en el sofá después de cenar, de una manera u otra siempre acababa metido en la cama de Sasuke y, más concretamente, entre sus piernas.

El Uchiha observó la baba de su amante descendiendo hasta mojar sus pantalones. La escena, lejos de parecerle asquerosa, le pareció tierna. Instintivamente alzó una mano y le acarició el pelo rubio, olvidándose de Sai.

Sasuke pensaba que Sai era el único que todavía no se había percatado de nada.

—Sasuke… —le llamó el mencionado. El Uchiha apenas alzó la mirada—, una vez te llamé marica debilucho —Admitió, con una falsa sonrisa. Sasuke alzó una ceja—. Lo retiro… salvo lo de marica.

Un leve tic en el ojo sacudió su ceja. Hacía mucho tiempo que Sasuke no sonreía porque, cuando lo hacía, daba auténtico miedo lo macabro que podía llegar a ser. En esa ocasión sonrió, macabro, a posta.

—¿He de suponer que tú entiendes de maricas?

—Yo… no —Sai se sintió intimidado por esa sonrisa. Era fantasmagórica— y no te ofendas. Sólo lo digo porque te acompaño en el sentimiento. Debe ser muy duro para ti ser el mejor amigo de Naruto. Tiene el pene muy pequeño. —Sasuke se quedó de piedra, aunque no dio muestras de ello. Era cierto, el rubio no tenía una hombría portentosa, pero no tenía motivo de queja porque sabía cómo usarla a la perfección.

—¿La has visto? —preguntó, con tono despiadado.

—Sí… unas pocas veces.

—Ah… —y en un visto y no visto, Sasuke ya estaba en pie. Sai se escandalizó al verle levantarse, pensando que iba a pegarle pero en su lugar vio como Naruto caía el suelo y se revolvía con mala cara hasta despertar.

—¿Qu-qué pasa, ttebayoo? —preguntó, intentando levantarse del suelo todavía babeando. Miró a Sai con ojos somnolientos y después a Sasuke, cruzando miradas— ¿por qué me despiertas? ¡Todavía no es de día, ttebayoo!

—Si tienes sueño, vete a dormir al regazo de tu amigo Sai —contestó el Uchiha, cruzándose de brazos y dejándose caer de nuevo en el suelo. Naruto, sin entender, se le acercó a lo que Sasuke contestó con una mirada envenenada.

—¿Qué…? —murmuró, empezando a sudar. Miró a Sai, desconcertado. Este se encogió de hombros.

—Yo sólo le he dicho que tienes el pene pequeño.

—¿QUÉ?

Naruto miró a Sasuke. Este le giró la cara.

—No puede ser… nononononono ¡no lo malinterpretes, Sasuke! ¡Fue en las aguas termales, en las aguas termales! ¡Yo ahí no podía hacer nada!

—¿Qué se supone que pasó en las aguas termales, Naruto? —gruñó él. Si le llamaba por su nombre de pila eso quería decir que estaba cabreado de verdad.

—Naruto sólo estaba nadando por ahí. No hacía nada… —confesó Sai.

—¿Lo ves, lo ves? ¡Yo no hacía nada, ttebayoo!

—Salvo intentar colarse en el baño de las mujeres para ver a Sakura desnuda.

—Sí, sí… ¡No, no! —Sasuke lo fulminó con la mirada.

Por algún motivo desconocido, Sai se sintió ofendido al recordar la exasperante persecución detrás de la pelirosa.

—¡No es lo que piensas, Sasuke, de verdad que no! ¡Sai, di algo! —el mencionado no tardó nada en girarle la cara de igual manera.

—Eres un hombre despreciable, Naruto.

—¿QUÉ? Pero… —el rubio miró a Sasuke una vez más. Tal vez si le rogaba…

—Ya sabes qué es lo que te espera en casa.

—¡Noo! ¡Ten un poco de compasión, Sasuke!

Naruto se había olvidado una vez más de que pedirle al Uchiha que tuviera compasión era lo mismo que pedirle a un olmo que diera peras.

—Me acordaré de esta, Sai —avisó esa noche y, el mencionado, no pudo hacer otra cosa que echarse a temblar.

Ser el objetivo de una de las venganzas de Sasuke era horrible. No podría dormir hasta que el Uchiha hubiera cumplido su venganza, que a saber por dónde vendría y en qué consistiría.

Sai no quería ni imaginarse lo que Naruto tenía que sufrir estando con él, pero supuso que la compensación era grande, ya que al rubio no parecía importarle tener que dormir en el sofá noche sí y día también.

Además… a Sasuke parecía importarle de verdad. Él no juraba venganza porque sí.

Así, las suposiciones de Sai llegaron a su fin. Reunió todas las pruebas en una y sacó una conclusión.

No cabía duda de que Naruto y Sasuke en realidad, eran tan íntimos como hermanos.

Por alguna extraña razón que desconocía, Sakura, Kakashi y el Capitán Yamato, rompieron a reír cuando Sai les habló de sus averiguaciones.

¿En qué habría fallado?



Fin
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Las suposiciones de Sai Empty Re: Las suposiciones de Sai

Mensaje por AnimexSpecial Dom Feb 06, 2011 7:15 pm

Son ciertas LOL me encantó, tienes madera de humorista haha que me he reído a todo dar, y es que lo terminé de principio a fin, no como otros que me pongo a hacer otras cosas entre medio, este me hizo soltar carcajadas al extremo, esto hay que traducirlo y mandarselo en una carta a Fumamoto, o a Perrot haha, merece el premio ... ya lo olvidé hehe, pues quiero ver esto en un DJ, moriría ! sigue así !
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Las suposiciones de Sai Empty Re: Las suposiciones de Sai

Mensaje por Mariohn Mar Mar 22, 2011 4:41 pm

ajoajoajaoa sai es un idiota -w-U! aunque no puedo dejar de amarlo xDD
me encantó tu fic!! aunque naru si que la sufre -w-U!!!!!!
eres exelente escribiendo!! espero leer más de ti!!
saluds!
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Las suposiciones de Sai Empty Re: Las suposiciones de Sai

Mensaje por Liita_18 Mar Jun 14, 2011 10:23 pm

Lo he leido muchisimas veces y nunca me canso. Está genial. El bueno de Sai...... ¿En que habrá fallado? Jejeje Las suposiciones de Sai 705226
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Mensaje por Spring_otaku17 Sáb Jun 18, 2011 4:13 pm

Estuvo fantástica aunque este Sai como pudo decirle "eso" a Sasuke ojala que su venganza no sea demasiado severa pero hay pocas esperanzas en fin continua así y espero tu próximo fic Las suposiciones de Sai 70121 Las suposiciones de Sai 287108
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