The promises are silents

Titulo: The promises are silents

Autora: Tiny lizard

Género: UA, Romance, drama, amistad.

Público: +16

Advertencias: Palabras mal sonantes, violencia muy suave, posible lemmon.

Derechos de autor: Este fic lo he creado sin ánimos de lucro y sin el fin de ofender a nadie, se ruega que no se publique en otras páginas o se hagan adaptaciones a otros personajes, a no ser que se haya obtenido el permiso del autor, en este caso, yo. (Por cierto, diría que lo tengo publicado en otro sitio bajo el mismo nombre, sino, el nombre sería Aki_blossom)

Reseña:
Una palabra: “Comprometidos”, una noticia: “Estoy enamorado”, una traición: “No te creo”, una elección “Ya no puedes volver atrás” y un adiós “Es lo mejor”.
Ella estaba enamorada, él se enamoró... Estaban comprometidos pero... "—Okaa-san, tengo novia —Mikoto sonrió con felicidad, por fin esos dos eran novios— y no es Sakura." Un compromiso es solo una palabra muda...

::Portada:

Sus pequeñas manos se agarraron al borde de una barandilla de madera de abedul. Sasuke quería verla, y cuando se proponía algo no había casi nadie que pudiese oponérsele. Unas manos un poco más grandes, agarraron por debajo de las costillas, lo levantaron. Y por fin la vio. Con una carita redonda y con unas mejillas sonrojadas. Un bebé con una pequeña mata de pelo rosa estaba durmiendo felizmente la siesta envuelta de sabanas blancas con dibujos de cerezas en tonos verdes y almohadones con lazos de encaje, ignorando totalmente a los pares de ojos negros que la observaban.

—Aniki, ella es realmente muy pequeña. ¡No voy a poder jugar con ella!—refunfuñando y decepcionado, Sasuke inchó sus cachetes de forma infantil.

Uchiha Sasuke, nacido el 23 de julio de hace cuatro años. De piel clara, ojos curiosos e increíblemente negros, con un pelo color azabache. Poco amigable, desconfiado con los demás, respeta a su padre, adora a su madre y admira a su hermano mayor, Itachi, Uchiha Itachi, ojos negros como el carbón, con el pelo negro algo más claro que el de su hermano menor, y con unas extrañas marcas debajo de sus ojos. Tranquilo, calmo, poco amigable –con alguien fuera del círculo madre/hermano—conservador y un pequeño genio, serio e inteligentemente calculador, un tanto extraño para un niño de nueve años.

—Claro que no Otouto no baka, Sakura-chan apenas tiene seis meses. —El pelinegro mayor suspiró divertido mirando como su hermano pequeño refunfuñaba.

—Demo, ¿entonces cómo es que Okaa-chan nos dijo que vendríamos a jugar con Sakura-chan? —Eso es fácil, Sasuke-chan— Una mujer de grácil figura, pelo negro como la ala de un cuervo y ojos de un negro profundo como el de las obsidianas entro en el pequeño cuarto de la bebé con ánimo alegre y un rostro sonriente. —Porqué viniste a ver a tu prometida.

—¿Prometida?¿Cómo las promesas que me hace aniki? —Sasuke con el ceño fruncido y cara interrogante miraba la figura de su madre acercarse a él y colocarle una de sus tibias manos encima de la cabeza, acariciándole con ternura.

—No, no Sasuke-chan, ella es tu prometida, la chica que algún día se convertirá en tu esposa.

El pequeño pelinegro giró su cara con desagrado y dirigió una mirada de queja a la cuna decorada con lazos blancos de encaje. —No es justo, okaa-chan. ¿No ves que solo duerme? Será aburrido estar con ella. Además, tu juegas conmigo, okaa-chan. Y ella no puede salir de su cama.

Mikoto sonrió con diversión—Demo, cuando crezca se convertirá en una niña muy guapa y podrá jugar contigo tanto como quieras, Sasuke-chan.

Sasuke pareció repetir lo que su madre le dijo en su cabeza mientras fijaba su mirada, de nuevo, en la cuna. Volvió a poner cara de contrariedad. —¡Mou, okaa-chan! Ella tardará mucho en crecer, será aburrido esperar.

Mikoto rió. Estaba feliz de que por fin hubieran podido arreglar ese matrimonio. La hija de una de sus dos mejores amigas, contraería nupcias con el menor de sus dos hijos. Habían acordado que la boda se celebraría una vez que la joven terminara la universidad, en ese entonces, ella tendría unos 22 o 23 años, y su hijo alrededor de 26.

Si, Mikoto irradiaba felicidad por cada poro de su blanquecina piel, aunque, muy en el fondo, estaba preocupada, angustiada por esa vocecita que no paraba de repetirle que el padre de la niña, no era una persona de la que uno se podría fiar. Quizás fuera su carácter o su estricta forma de ser. No lo sabía. Solo sabía que ese hombre nunca le caería bien.

Alguien tiró de la camisa azul marino de Mikoto, Sasuke la había hecho salir de sus líos mentales y le miraba con carita de sueño.

—Okaaa-chan, tengo sueño…—el pequeño pelinegro frotaba sus ojos con la mano mientras con la otra bostezaba— ¿Cuándo nos podemos ir a casa?

Mikoto sonrió—Ahora nos vamos Sasuke-chan—La pelinegra dio la mano derecha a su hijo de ocho años y  la izquierda a su hijo de cuatro—Vamos a buscar a otou-san.

Los tres fueron a buscar al patriarca Uchiha, un hombre de apenas 34 años, serio, cabello negro cenizo y enfundado en un traje negro con camisa blanca.

Él dirigió su mirada ónix a los recién llegados —Mikoto… llegas tarde… otra vez—el pelinegro mayor suspiró, cansado de que su querida esposa llegara tarde a todas partes.

—Demo, Fugaku, esa niña era tan bonita que costaba quitarle los ojos de encina.

Fugaku sonrió a su esposa mientras se resignaba, su esposa siempre sería así, sino, ya no sería su Mikoto, sería una mujer hermosa, si, pero sus días serían aburridos sin su carácter altamente temperamental.