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—Pod favod —repite, hablando chistoso a causa del puchero que ahora luce, puesto que no piensa quedarse satisfecho con una negativa. El de cabellos plateados, sin embargo, se rehúsa a mirarlo—. ¡Quiero ir a pedir dulces con Kaka*!

—No.

—¡Te daré la mitad de ellos! —Kakashi da un suspiro pesado, obligándose a seguir leyendo. Sabe que si levanta los ojos para detallar el hermoso disfraz de vampirito que luce su pequeño y adorable rubio, estará acabado.

—Odio los dulces, Naruto.

—¡Le diré a papá! —Kakashi da un respingo y traga en seco, dejando que la imagen de su socio invada su cabeza. Es seguro que va a morir si no hace lo que el niño quiere. Pero ahora que lo piensa, es de hecho él quien debería sacarlo, porque es su padre. Y por más que sea su amigo de toda la vida, eso no le da derecho a dejarlo cuidando a su -adorable y encantador- hijo solo porque es la noche de su aniversario con Kushina.

—¡Kaka! —lloriquea entonces, haciendo gala de su último recurso: un berrinche. El mayor suspira, dispuesto a decirle que no otra vez. Y por error, alza los ojos.

Sabe que ha perdido en el momento en que los azulejos del menor lo miran brillantes a causa de las lágrimas falsas. Maldice todo lo existente mientras se pone en pie de mala gana, con cara de pocos amigos, y le extiende la mano al muchachito, que sostiene entre las suyas una adorable calabaza de plástico. Naruto lo mira fijamente desde abajo, y entonces sonríe, enseñando sus dientes afilados de juguete mientras aprieta con su manito la del mayor.

Y en ese momento, Kakashi está seguro que puede hacer cualquier cosa por ese mocoso revoltoso y bullicioso si eso lo hace feliz.